“Uno de los jefes le preguntó: «Maestro bueno, ¿qué he de hacer para heredar la vida eterna?». Jesús le dijo: «¿Por qué me llamas bueno? Nadie es bueno sino solo Dios” (Lc 18, 18-19).
Janet P. Williams titula su libro de iniciación a la espiritualidad apofática cristiana: “Un Dios que es siempre más”. En el primer capítulo del libro, escribe: “El objetivo de la vida espiritual es encontrarse con Dios, conocerlo y caminar juntos como lo harían dos amigos. No se trata pues, de saber cosas sobre Dios. La actividad central de la vida espiritual es la oración. Saber mucho sobre la oración no es lo mismo que orar”.
En la oración cabe que proyectemos nuestra idea sobre Dios. Para no errar en el trato con quien es inabarcable es necesario orar como nos enseña Jesús, Él es la revelación plena de Dios. Los santos son maestros de oración, ellos nos confirman que el orante no debe manipular la identidad divina.
San Benito enseña en su Regla: “Buscad enteramente a Dios”. San Francisco de Asís quedaba absorto en su oración: “Dios, mi Dios. Dios, mi todo”. San Ignacio de Loyola: “Solo Dios es Dios”. Santa Teresa de Jesús: “Solo Dios basta”. San Rafael Arnaiz: “Solo Dios, solo Dios”.
No te imagines a Dios, trata con Él.