¿Necesitamos rescatar la inteligencia cordial?
La relación de la persona con la naturaleza se ha trastocado. Hemos martirizado en demasía a la madre Tierra y nuestro destino está amenazado. Siguiendo el pensamiento de Leonardo Boff en su reciente libro La Tierra en nuestras manos. Una visión del planeta y de la humanidad, Sal Terrae, Santander 2016: “En todo este proceso ha tenido lugar un profundo desplazamiento en la relación. De estar inserto en la naturaleza como parte de ella, el ser humano se ha transformado en un ser fuera y por encima de la naturaleza, cuyo propósito es dominarla y tratarla como el inquisidor trata a su inquirido: torturándolo hasta que entregue todos sus secretos. Este es el método ampliamente imperante en las universidades y en los laboratorios todavía en nuestros días” (pág. 115). Necesitamos establecer un pacto perenne de paz de todos con la Tierra, ya que esta participa también de la misma dignidad y derechos que los humanos.
Por consiguiente, hace falta un cambio en el corazón que “implica ir más allá de la inteligencia intelectual, científico-técnica, siempre necesaria para la supervivencia de la vida. Necesitamos rescatar la inteligencia cordial y sensible y amalgamarla con la inteligencia intelectual. Sin esa inteligencia cordial, mucho más ancestral que la otra, no seremos capaces de ser sensibles a las dolencias y llagas que afectan a la Madre Tierra” (pág. 122). Y continúa: “No es la razón fría, sino la razón sensible, la que mueve a las personas a bajarlas de la cruz y permitirles vivir. Por eso es urgente someter a crítica el modelo de ciencia dominante, impugnar radicalmente las aplicaciones que se hacen de ella más en función del lucro que de la vida, y desenmascarar el actual modelo de desarrollo, que es insostenible por ser enormemente depredador e injusto” (pág. 141).
Por consiguiente, hace falta un cambio en el corazón que “implica ir más allá de la inteligencia intelectual, científico-técnica, siempre necesaria para la supervivencia de la vida. Necesitamos rescatar la inteligencia cordial y sensible y amalgamarla con la inteligencia intelectual. Sin esa inteligencia cordial, mucho más ancestral que la otra, no seremos capaces de ser sensibles a las dolencias y llagas que afectan a la Madre Tierra” (pág. 122). Y continúa: “No es la razón fría, sino la razón sensible, la que mueve a las personas a bajarlas de la cruz y permitirles vivir. Por eso es urgente someter a crítica el modelo de ciencia dominante, impugnar radicalmente las aplicaciones que se hacen de ella más en función del lucro que de la vida, y desenmascarar el actual modelo de desarrollo, que es insostenible por ser enormemente depredador e injusto” (pág. 141).