“Solo habla bien de Dios quien habla desde él: desde la vida vivida delante de él, desde la oración, el amor y la fidelidad”, afirma Olegario González de Cardedal en Cristianismo y mística, Editorial Trotta, Madrid 2015, 172. Hay que tener presente siempre estos dos polos: Obediencia a Dios creador y amistad, confianza y confidencia en él como padre, amigo y guía movidos por su Espíritu. No podemos acentuar en demasía la trascendencia divina que haga imposible comprender su inmanencia en nuestra historia por la encarnación, asumiendo una humanidad en la que va existir eternamente como Dios. Así, mística y profetismo son coextensivos en el cristianismo.
Muchas veces se ha presentado el camino contemplativo como tres vías que sitúan la relación con Dios en línea progresiva. Así la etapa de purificación para los principiantes, la de la iluminación para los avanzados y la vía de la unión para los perfectos. Se presentan estas vías como si de una se pasase a la otra progresivamente, cuando en realidad se trata de tres momentos permanentes en todas las tapas: mientras vivimos peregrinando no cesan ni la purificación ni la iluminación y no siempre se actualiza la unión. Por tanto la dimensión contemplativa es para todas las personas creyentes, si bien la proporción del tiempo dedicado a la oración y a la acción dependen de la peculiar vocación de cada persona con las gracias correspondientes para llevar a cabo esa misión.