¿Completarse por contrato o acompañarse en pareja?

Debate en el Sínodo de Obispos sobre la complementaridad de la pareja


Ni la comparación popular con la media naranja, ni la alegoría platónica del andrógino bastan para describir la relación unitiva de dos personas que se acompañan mutuamente con un enlace íntimo y esponsal.

Tampoco es suficiente la explicación en términos de complementaridad, tan utilizada en la filosofía de Woijtila (Juan Pablo II)) y en la teología de Ratzinger (Benedicto XVI, ) para justificar ideologías de exclusión y prejuicios de género en contra de la relación no heterosexual.

De cara al próximo Sínodo de los Obispos sobre la identidad y misión de la familia, la mentalidad legalista (canonista) y doctrinal (dogmatizadora) choca con el talante personalista y pastoral de los que buscan la reforma evangélica y humanizadora de la tradición católica.

La confrontación se acentúa cuando se tratan dos temas controvertidos: la acogida en la vida eclesial de personas divorciadas casadas de nuevo civilmente y el reconocimiento del enlace matrimonial de parejas no heterosexuales.

El campeón de la línea doctrinaria, Cardinal Müller, afrima tajantemente que es indiscutible la relación matrimonial heterosexualmente complementaria, única, exclusiva e indisoluble. Un representante típico de la línea abierta, el Cardenal Marx, no tiene reparo en reconocer valores positivos en las parejas homosexuales que duran toda la vida, en las uniones prematrimoniales y en los matrimonios civiles posteriores a un divorcio.

La moral teológica renovada y renovadora de la época postconciliar llevaba décadas desarrollando el concepto de matrimonio como “comunidad íntima de vida y amor” (Concilio Vaticano II, Gaudium et spes, n. 48). Pero los citados enfoques (exclusivistas y con prejuicio de género) de Woijtila y Ratzinger sobre la complementaridad (heterogenital y reproductiva) seguían frenando el avance del pensamiento revisionista que abre la puerta a una comprensión personal y humanizadora de la complementaridad de la pareja.

Se espera que en los debates del próximo Sínodo madure la manera más amplia y profunda de entender la complementaridad de la pareja: no reducirla a completarse (quasi económicamente) o una complementaridad sesgada (solo sexual y reproductoramente), sino como un proceso de ir haciéndose una persona en dos personas que se acompañan humana, íntima y personalmente.

Este proceso de unirse hacia la indisolubilidad como meta del camino, puede realizarse, y está llamado a realizarse, tanto en una pareja heterosexual como en otra no heterosexual. También es cierto que puede fallar, interrumpirse o perderse irrerversivblemente, tanto en el caso de una relación heterosexual como en otra no heterosexual.

El criterio para evaluar la moralidad de una determinada relación no será el completarse o complementarse en sentido estrecho, sino el mutuo acompañárse dignamente (“compañía digna”, que no no esclavización mutua, es el criterio inspirado por la narración bíblica de los orígenes, Génesis 1,18).
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