Hace cuatro siglos que se publicó el libro 'De jure belli ac pacis libri tres' A los 400 años de “Etsi Deus non daretur”

Hugo Grocio
Hugo Grocio

Este año que estrenamos, 2025, nos hará recordar muy diversos acontecimientos que celebran algún tipo de centenario. Y es momento para evocar la actualidad que eventos del pasado pueden tener. Entre los centenarios de 2025, tenemos este: en 1625, hace 400 años, se publica el libro De jure belli ac pacis libri tres (Sobre el derecho de la guerra y de la paz: tres libros). Su autor, Hugo Grocio, Hugo Grotius o Hugo de Groot (nacido en la actual Holanda en 1583, falleció en Rostock (Alemania) en 1645)

Este año que estrenamos, 2025, nos hará recordar muy diversos acontecimientos que celebran algún tipo de centenario. Y es momento para evocar la actualidad que eventos del pasado pueden tener. Entre los centenarios de 2025, tenemos este: en 1625, hace 400 años, se publica el libro De jure belli ac pacis libri tres (Sobre el derecho de la guerra y de la paz: tres libros). Su autor, Hugo GrocioHugo Grotius o Hugo de Groot (nacido en la actual Holanda en 1583, falleció en Rostock (Alemania) en 1645).

‘Informe RD’ con análisis y el Documento Final del Sínodo

Hugo Grocio (como es conocido en las lenguas latinas) fue un jurista, escritor y poeta. El tratado sobre el derecho de la guerra y de la paz, propone un sistema de principios de derecho natural, que se consideran vinculantes para todos los pueblos y naciones, independientemente de las costumbres locales.

'Etsi Deus non daretur' no es textual

En el párrafo 11 de los Prolegomena a De iure belli ac pacis de Hugo Grocio (1625) se puede leer: Plenamente convencido... de que existe una ley común entre las naciones, que es válida tanto para la guerra como en la guerra, he tenido muchas y poderosas razones para emprender la tarea de escribir sobre el tema. En todo el mundo cristiano he observado una falta de moderación en relación con la guerra, de la que incluso las razas bárbaras deberían avergonzarse; he observado que los hombres se precipitan a las armas por causas insignificantes, o sin causa alguna, y que una vez que se han empuñado las armas ya no hay ningún respeto por la ley, divina o humana; es como si, de acuerdo con un decreto general, se hubiera desatado abiertamente el frenesí para cometer todos los crímenes.

En el texto latino original (Prolegomena, número 11) leemos que la ley de la naturaleza no perdería validez «etiamsi daremus […] non esse Deum, aut non curari ab eo negotia humana», incluso si admitiésemos que Dios no existe o que no se ocupa de las cuestiones humanas (cosa que, por lo demás, «sine summo scelere dari nequit» [no se puede conceder sin cometer el mayor delito]).

Como puede comprobarse, la expresión Etsi Deus nos daretur es una glosa del texto anterior.

'De jure belli ac pacis', 1625 de Hugo Grocio

El extenso estudio de Grocio De jure belli ac pacis libri tres (Sobre el derecho de la guerra y de la paz: tres libros) se publicó por primera vez en 1625, dedicado al actual mecenas de Grocio, Luis XIII. El tratado propone un sistema de principios de derecho natural, que se consideran vinculantes para todos los pueblos y naciones, independientemente de las costumbres locales. La obra se divide en tres libros:

Estatua de Hugo Grocio
Estatua de Hugo Grocio

El Libro I expone su concepción de la guerra y de la justicia natural, argumentando que hay algunas circunstancias en las que la guerra es justificable. El Libro II identifica tres "causas justas" para la guerra: defensa propia, reparación del daño, y castigo; Grocio considera una amplia variedad de circunstancias en las que estos derechos de guerra se aplican y en las que no. El Libro III aborda la cuestión de qué normas rigen la conducta de la guerra una vez que ha comenzado; Grocio argumentó que todas las partes de la guerra están obligadas por dichas normas, tanto si su causa es justa como si no lo es.

El texto de Hugo Grocio fue el primer tratado sistemático sobre el derecho internacional, cuyas bases ya habían sido sentadas por Francisco de Vitoria, al que cita abundantemente. Transmitió y difundió por Europa las ideas de la Escuela de Salamanca. En De iure belli ac pacis también se analizan conceptos como la guerra justa, e instituciones de derecho privado tales como contratos, ventas o relaciones familiares (todo ello tratado por los salmantinos). Intentó establecer un sistema que permitiera a los gobiernos negociar entre sí dentro de un marco jurídico.

Dietrich Bonhöffer y el silencio de Dios

Pero también el uso de esta expresión “etsi Deus non daretur” se le atribuye al teólogo y pastor, Dietrich Bonhoeffer (1906-1945). Por supuesto, Bonhöffer la retoma y la contextualiza desde la realidad de su cautiverio: prisionero en la celda número 92, de dos por tres metros cuadrados, en la cárcel de Tegel, en Berlín, Alemania.

Para este hombre, de 39 años en ese entonces, esta declaración es un llamado a considerar al ser humano en su relación con Dios y la cristología. Su legado o testamento teológico, expresado en tan solo cincuenta páginas de cartas que sacó de contrabando de la prisión -posteriormente se publicaría como Resistencia y Sumisión-, tiene que ver con esa acción divina y misteriosa que en demasiadas ocasiones es, para nosotros,  claramente ininteligible. 

Dietrich Bonhöffer con sus alumnos de confirmación
Dietrich Bonhöffer con sus alumnos de confirmación

Es esa analogía de un Dios que se esconde, calla y decide a sabiendas de nuestras necesidades, permanecer en silencio. Es el Dios que se manifiesta en su no manifestación y deja sin solución lo insoluble. En síntesis, ¡dejar a Dios ser Dios!

 Esta deconstrucción teológica no procede de un pensador que cavila en la comodidad de su escritorio y en un ambiente de relativa paz. Es el convencimiento de un seguidor de Jesús quien arremete desde su experiencia límite y como prisionero sentenciado a muerte.

Feldmann (2007), uno de sus biógrafos, en su libro Tendríamos que haber gritado, comparte que la teología de Bonhoeffer se yergue desde las tinieblas y crece en la noche. Es el “diálogo obstinado y lleno de confianza con un Dios que se oculta mientras, en apariencia, el único en escuchar es el Diablo y la muerte se agazapa en la puerta de la celda” (pág. 233).

Quizás por ello, Bonhoeffer apelaba a la radicalidad: “El silencio de Dios se ha convertido en una experiencia embarazosa para la mayoría de los cristianos. Tener fe parece una cosa arriesgada y difícil, y aún imposible”. Más adelante diría: “No puede haber fe sin riesgo”.

¿Por qué no toleramos ese tal llamado silencio de Dios? ¿Por qué no puede coexistir la fe sin el riesgo? Por lo que parece una respuesta simple es a la vez compleja. Bregamos con paradigmas que se han encargado de ofrecernos a un Dios amorfo muy distante al que la Biblia nos modela.

Nos hemos encargado de fabricarnos a un Dios a nuestra imagen y semejanza que se sujeta a nuestras exigencias y pretensiones. Nada más cercano a ese dios tapagujeros –otra metáfora utilizada por Bonhoeffer-, que se rinde ante nuestros altares consumistas y por ello ensalzamos a ese salvador más como un mago que como Dios. Por supuesto, siempre sobraran en las filas compradores de ese producto que llaman dios.

El contexto intelectual y político hace 400 años

Viviendo en tiempos de la guerra de los Ochenta Años entre España y los Países Bajos y de la guerra de los Treinta Años entre las naciones europeas católicas y protestantes (la católica Francia estaba en el bando protestante, por lo demás), no es de extrañar que Grocio se preocupara profundamente por las cuestiones de los conflictos entre naciones y religiones. Su obra más duradera, iniciada en prisión y publicada durante su exilio en París, fue un monumental esfuerzo por frenar tales conflictos sobre la base de un amplio consenso moral.

Se suele atribuir esta expresión a Hugo van Groot (conocido entre nosotros como Hugo Grotius o Grocio). Este nació en Holanda en 1583, por lo que su vida se desarrolla en el marco de las guerras de religión que asolaron Europa durante 170 años, tras la ruptura de la Cristiandad a partir de la Reforma Protestante.

La división religiosa de Europa al inicio de la Edad Moderna había afectado profundamente al fundamento de la concepción del hombre, de la sociedad y del derecho, que, durante la Edad Media, habían tenido el denominador común de una única fe

La división religiosa de Europa al inicio de la Edad Moderna había afectado profundamente al fundamento de la concepción del hombre, de la sociedad y del derecho, que, durante la Edad Media, habían tenido el denominador común de una única fe.

Por este motivo, el jurista Grocio trató de argumentar su teoría del derecho natural evitando expresamente hacer cualquier referencia a Dios, ya que entendía que esa referencia podía generar polémicas entre católicos y protestantes y, por lo tanto, echar más leña al fuego del enfrentamiento y la violencia imperantes.

Con esta loable intención, Hugo van Groot pretendió fundamentar su doctrina más allá de la Revelación, en la pura y recta razón, afirmando para ello, en los Prolegómenos de su obra Del Derecho de la Guerra y de la Paz, que el derecho natural subsistiría aunque Dios no existiera, «aunque concediéramos -cosa que no se puede conceder sin cometer el mayor delito- que Dios no existe o que no se preocupa de los negocios humanos».

Una glosa teológica

Como se suele mantener, en la teología occidental moderna, existe la idea generalizada de que la fórmula Etsi Deus non daretur (tiene muchas traducciones, y la más extendida es "como si Dios no existiera", aunque hay otras posibles) aparece por primera vez en las obras de Hugo Grocio (1583-1645) y marca el advenimiento de una nueva visión secular del mundo, según la cual el mundo y el hombre son autónomos e independientes del Dios trascendental. Sin embargo, los hechos históricos muestran que esta fórmula estaba en uso ya en el siglo XIV y se repitió en obras de escolásticos católicos (como Gabriel Biel, Domingo de Soto, Francisco Suárez, etc.).

 “Vivir como si Dios no existiera”: la frase a simple vista podría sonar como una provocación paradójica, una especulación que apela a la vacuidad teológica. O, podría interpretarse como el último grito de un teísta que ha consumido su presupuesto de fe y se ha rendido ante el abandono, la decepción, la desilusión y se transforma en un ateísta reconociendo que Dios es un concepto, una invención de  la humanidad, inútil de sustentar.

Por ello, la expresión y su contenido, requieren del análisis para encontrar su relevancia para nosotros, los del presente siglo.

¿Cómo traducir hoy “etsi Deus non daretur”?

 No es fácil traducir “Etsi Deus non daretur”. La conjunción adversativa “etsi” tiene mucha fuerza en latín. Su traducción al castellano siempre se nos queda corta: “como si”, “aunque”, “no obstante”, “si bien”, “a pesar de las apariencias”, “pese a todo”, “contrariamente a lo que creemos”…

Por otra parte, aquí no se utiliza el verbo “esse”, ni existere, ni sum, ni exsistere que son las principales traducciones de "existir" a latín. Aquí usamos “daretur”: verbo pasivo en subjuntivo: “se diese”, “se entregase”, “se concediera”..

Ejemplo de frase traducida: Más allá de la luna, todas las cosas son eternas; debajo, no existe nada que no sea mortal. ↔ Supra lunam sunt omnia aeterna, infra nihil est nisi mortale.

Estar vivo, tener una vida. [..] sed conclusit scriptura omnia sub peccato ut promissio ex fide iesu christi daretur credentibus ---- no obstante, la escritura lo encerró todo bajo pecado, para que la promesa fuese dada por la fe en Jesucristo a los que creen.

El humanista y teólogo Hugo Grocio
El humanista y teólogo Hugo Grocio

Una tercera posibilidad de traducción nos es dada por la Vulgata.  Escribe San Jerónimo a propósito del libro del Éxodo: "Honora patrem tuum et matrem tuam, ut sis longaevus super terram, quam Dominus Deus tuus dabit tibi." --- “Honra a tu padre y a tu madre, para que tus días se alarguen sobre la tierra que el SEÑOR tu Dios te da”.

¿Cómo traducir a nuestra cultura la expresión “etsi Deus non daretur”? Tal vez la que me gusta más es esta: “aunque a Dios no se le tenga en cuenta”. Ya veremos. Pero es discutible

La difusión en la obra de Dietrich Bonhöffer

Cuando el mártir del nazismo y profundo cristiano confesante, Dietrich Bonhöffer (1906-1945) escribió en latín, - que entonces se usaba — que “debíamos vivir etsi Deus non daretur”, como si Dios no existiera, estaba en la prisión de Tegel, en Berlín, en una celda de dos por tres metros.

Persona creyente, pastor protestante, se había opuesto desde el principio al nazismo, fundando con Karl Barth la llamada Iglesia confesante, en lucha contra el régimen nazi.

Ya había podido comprobar que Dios no iba a intervenir para salvar a los judíos, ni a los deficientes mentales, ni a los homosexuales de la represión criminal del dictador alemán

Ya había podido comprobar que Dios no iba a intervenir para salvar a los judíos, ni a los deficientes mentales, ni a los homosexuales de la represión criminal del dictador alemán.

Por esta razón, en las cartas que rescató su amigo Eberhard Betghe y que se publicaron con el título de Resistencia y sumisión, defendía que “hemos de vivir como hombres capaces de enfrentarnos a la vida sin Dios”.

Karl Rahner
Karl Rahner Agencias

Años más tarde, Karl Rahner manifestaría su preocupación ante la crisis que según él iba a suponer en los creyentes el descubrimiento de que Dios desde el comienzo decidió retirarse y no actuar en los asuntos humanos como una causa más, junto a todas las que determinan los acontecimientos. Este hecho se había ido ocultando en las iglesias a lo largo de los siglos, pero había terminado por hacerse patente en la sociedad secular.

Bonhöffer defendía que “hemos de vivir y enfrentarnos con la tiranía y la injusticia  como seres humanos capaces de actuar sin tener que justificar nuestras acciones en la creencia en Dios”.

Hasta cierto punto, nos remite a la frase atribuida a San Ignacio de Loyola: “«Actúa como si todo dependiera de ti, sabiendo que en realidad todo depende de Dios». Este texto es una glosa del original. En el libro de la Vida de nuestro padre San Ignacio de Diego de Rivadeneira (1583) perteneciente al capítulo 11 (“De su prudencia en las otras cosas”, del libro quinto), leemos: “Quien le veía emprender cosas sobre sus fuerzas, juzgaba que no se gobernaba por prudencia humana, sino que estribaba en sola la providencia divina, mas en ponerlas por obra y llevarlas delante usaba todos los medios posibles para acabarlas; pero esto hacia con tal recato, que la esperanza de salir con ellas, no la ponía en los medios humanos que tomaba, como por instrumentos de la suave providencia de Dios nuestro Señor, sino en solo mismo Dios, que es autor y obrador de todo lo bueno. Y con esto, como quiera que la cosa le sucediese, quedaba él mismo con suma paz y alegría espiritual.”

 https://archive.org/details/vida-de-san-ignacio-de-loyola-pedro-de-ribadeneira

 Con los matices necesarios, los tres, Grocio, Ignacio de Loyola y Dietrich Bonhöffer coinciden en afirmar que no es necesario justificar nuestras acciones a favor de los valores de la justicia, la solidaridad y la paz basados en criterios teológicos. Basta el ejercicio de la razón humana.

Y a propósito de estas reflexiones, tengamos en cuenta que ese fue el fondo del encuentro entre Jürgen Habermas y Josep Ratzinger en 2004 en torno a la fundamentación de la ética: para el filósofo, la construcción de propuestas éticas se fundamenta en la razón humana y para el futuro Papa Benedicto XVI se exige la creencia en Dios para poder tener valores éticos.

Un debate abierto a los creyentes adultos y comprometidos.

Etiquetas

Volver arriba