El seminario de Toledo es el semillero de curas y obispo ultras, de Munilla a Sanz, pasando por Demetrio ¿Quiénes son y de dónde salen los curas de la ‘fachosfera’ clerical?
"Durante la involución eclesial, comenzada en el pontificado de Juan Pablo II, este tipo de cura se empezó a formar (y a formatear) en los seminarios de todo el mundo"
"Del seminario de Madrid salían curas conciliares; y de Toledo, tradicionalistas. Y el caldo de cultivo rigorista toledano se convertía en un imán que atraía a seminaristas de toda España, que, por su ideología ultra, no encajaban en los demás seminarios del país"
"Estos curas respiran más religión que evangelio, más normas que espíritu, más culto que vivencia. Más iglesia aduana y excluyente, que casa materna y de acogida”, dice Julio Millán
"Estos curas no soportan el estilo pastoral y el talante de este Papa (entre otras cosas, porque quiere acabar con sus privilegios clericales de funcionarios de lo sagrado)"
"Estos curas respiran más religión que evangelio, más normas que espíritu, más culto que vivencia. Más iglesia aduana y excluyente, que casa materna y de acogida”, dice Julio Millán
"Estos curas no soportan el estilo pastoral y el talante de este Papa (entre otras cosas, porque quiere acabar con sus privilegios clericales de funcionarios de lo sagrado)"
Hay curas que rezan para que se muera el Papa. Los curas de la tertulia de la Sacristía de la Vendée saltaron a la fama (triste fama) y a las portadas de todos los medios generalistas nacionales e internacionales por desear la muerte al mismísimo Papa de Roma, cuando incluso los miembros más tradicionalistas confiesan que en la Iglesia todo “cum Petro et sub Petro”. ¿Quiénes son estos curas y, sobre todo, de dónde salen? ¿Quiénes les han formateado en ese modelo eclesial antipapal que lucen? ¿Quiénes son, pues, los responsables de su formación sacerdotal y de la vigilancia de su vida pastoral?
Curas tradicionalistas hay en todas partes. Hasta ahora, se asociaban en torno a la Fraternidad sacerdotal San Pío X, fundada por el cismático Marcel Lefebvre en 1970, en abierta rebelión contra el Concilio Vaticano II. Pero, durante la involución eclesial, comenzada en el pontificado de Juan Pablo II, este tipo de cura se empezó a formar (y a formatear) en los seminarios de todo el mundo. Sin arremeter directamente contra el Concilio, pero poniéndolo en sordina y condenando sus supuestos excesos.
La mayoría de los obispos españoles aceptaron el Concilio y lo pusieron en práctica en sus diócesis en todas sus dimensiones: litúrgica, formativa, canónica y doctrinal. Una minoría episcopal, sin embargo, se opuso al Concilio abiertamente durante su desarrollo y, obligados por los decretos conciliares, sólo los aceptaron a regañadientes y con todo tipo de cautelas en su aplicación.
El grupo mayoritario episcopal se nucleaba en torno a Enrique Tarancón, indiscutible líder de la Iglesia española, presidente de la Conferencia episcopal y adalid de la Transición. El cardenal madrileño aplicó el Concilio a rajatabla y, para eso, renovó el seminario conciliar de la Inmaculada y de San Dámaso de Madrid a imagen y semejanza de las constituciones conciliares.
El grupo minoritario episcopal se aglutinaba en torno al cardenal Marcelo González, que, sin oponerse de frente al Concilio, diseñó una aplicación sui géneris en su diócesis y también renovó el seminario conciliar de San Ildefonso de Toledo a imagen y semejanza de los preceptos más tradicionalistas. Así recordará aquella reconversión Demetrio Fernández, seminarista salido de aquel seminario y que, después, llegará a obispo:
“Mayo del 68 también había llegado a los seminarios y, frente a ese aire levantisco, Don Marcelo impuso una vuelta a la tradición. Se decía que era una formación tridentina, anquilosada y conservadora. Pero convirtió el seminario en un polo de atracción”.
A nivel social, mientras a Tarancón se le gritaba ‘al paredón’, Don Marcelo celebraba el funeral de Franco y proclamaba que la Constitución era “atea”. Del seminario de Madrid salían curas conciliares; y de Toledo, tradicionalistas. Y el caldo de cultivo rigorista toledano se convertía en un imán que atraía a seminaristas de toda España, que, por su ideología ultra, no encajaban en los demás seminarios del país. Y su seminario se transformaba en uno de los más numerosos de España.
Toda la galaxia conservadora toledana comenzó a crecer en torno a dos figuras: el cardenal Marcelo González y el jesuita Padre Mendizábal, que, enfrentado al Padre Arrupe, quiso refundar la ‘vera’ (auténtica) Compañía en España, sin conseguirlo. El cenit de su rebelión se produjo en 1974, cuando planteó abiertamente al Papa Pablo VI que les autorizase a desgajarse de la Compañía y a crear una provincia española directamente dependiente de la Santa Sede. Pero, aunque estaban apoyados por los obispos más conservadores, especialmente por el entonces cardenal de Toledo, Marcelo González, no se salieron con la suya. Gracias a Tarancón. “El cardenal Tarancón y Arrupe pararon la escisión ante Pablo VI”, dice un jesuita que vivió aquellos avatares.
Desautorizado por Roma, el cabecilla de la rebelión se retiró a su exilio dorado de Toledo, bajo el manto de su protector el cardenal González Martín. Tenaz, con carisma y dotes, siguió predicando sus tesis y extendiendo su espiritualidad entre laicos, jóvenes, matrimonio, sacerdotes y monjas. Lógicamente, una espiritualidad muy conservadora, casi tridentina, aunque dentro de los cánones doctrinales siempre.
Y, poco a poco, el Padre Mendizábal fue creando escuela. Una escuela espiritual vinculada con la Iglesia preconciliar, severa y adusta. Pero que se extendió como la espuma. En concreto, es el inspirador de la “Fraternidad sacerdotal y movimiento apostólico Getsemaní”. Se trata de un conjunto que se mueve en los sectores más reaccionarios y al que se acusó de utilizar técnicas sectarias en la captación.
Tiene tres patas: los curas de la Fraternidad Sacerdotal, las monjas de la Fraternidad Reparadora y los jóvenes laicos de Getsemaní. De los curas de la Fraternidad proceden, entre otros, varios obispos españoles, como el de Orihuela-Alicante, monseñor Munilla, el de Córdoba, Demetrio Fernández, el de Sevilla, José Ángel Saiz, el emérito de Segovia, Ángel Rubio, el emérito de Orihuela-Alicante, Rafael Palmero, el arzobispo de Oviedo, Jesús Sanz, que estudió en el seminario de Toledo de 1975 a 1981, o el mismísimo actual arzobispo de Toledo, monseñor Cerro. Y en las filas del episcopado cuentan ya otros prelados “simpatizantes”.
Son los llamados “obispos del Sagrado Corazón”, que describía así el sacerdote y escritor Manuel de Unciti: “Los seminaristas del círculo del jesuita en cuestión se juramentaron bajo el santo y seña de Loyola. El nuevo grupo les serviría de acicate para su vida espiritual y para el fomento de una amistad fraterna, puesta toda su confianza en el Corazón de Jesús. Pero el grupo, poco a poco, como insensiblemente, fue adquiriendo el perfil de un grupo de presión. Se hace presente en las reuniones de los sacerdotes y sus componentes intervienen de acuerdo a directrices que han asumido entre ellos”.
Y hasta consiguen mitras y crean un lobby de presión: el llamado ‘clan’ de Toledo, que, apoyado por algunos obispos muy conservadores y por los curas salidos del seminario y de la órbita del Padre Mendizábal, se lanzan a misionar (ellos dicen ‘convertir’) otras diócesis españolas, como Getafe, Córdoba, Almería, Cádiz u Oviedo, y del extranjero, en concreto las diócesis de Moyobamba (Perú), Puerto Escondido (México) o Cienfuegos (Cuba), cuya tutela les encarga Roma.
Es decir, a Toledo le sobran los curas y no tiene empacho en compartirlos con otras circunscripciones eclesiásticas, con la clara misión y el objetivo de extender su modelo de seminaristas y de curas, chapados a la antigua.
De ese caldo de cultivo salen, entre otros muchos, los curas de la ‘Sacristía de la Vendée’. Curas rigurosos en lo teológico-doctrinal, inflexibles en lo moral, ultras en lo político (uno de ellos, Rodrigo Menéndez Piñar es nieto del fundador de Fuerza Nueva, Blas Piñar, y hermano del director del think thank de Vox), enamorados de la sotana (signo de distinción y de elección en medio de un mundo secularizado) y ‘artistas’ de las redes sociales, a las que dedican dinero y, sobre todo, tiempo.
Quizás por eso, en un comentario a un artículo del cura bloguero de Infocatólica, Jorge González Guadalix, titulado precisamente ‘La fachosfera católica digital’, un comentarista, Benjamín Vargas, escribe lo siguiente: “Yo sólo digo una cosa de los autoproclamados "salvadores de la sacristía de la Vendée": ¿alguien de aquí conoce su actividad parroquial? Yo sí (directamente la de Góngora y por terceros muy fiables el resto), y les aseguro que, más allá de lo cibernético, que les ensancha el ego (creo que eso se hace llamar soberbia), su actividad pastoral en las parroquias que se le han consagrado roza la inexistencia.
Y añade: “También conozco y sigo a muchísimos sacerdotes que, como prolongación de su actividad pastoral, usan redes sociales y/o colaboran en Radio María. Y sí que saben llevar el Evangelio sin ese sentido de superioridad moral -yo le llamo chulería macarra que ríete tú de los del caso Koldo- que muestran los "sacristanes contrarrevolucionarios".
El caso es que, del seminario de Toledo, siguen saliendo tanto los curas de la Vendée como otros muchos cortados por el mismo patrón, que no utilizan en Youtube, pero que siguen impartiendo en sus parroquias el modelo eclesial tradicionalista.
¿Cuál es ese modelo? El sacerdote de Jaén, Julio Millán, lo define así: “El modelo piramidal y patriarcal más en sintonía con el Antiguo Testamento que con Jesús. Respiran más religión que evangelio, más normas que espíritu, más culto que vivencia. Más iglesia aduana y excluyente, que casa materna y de acogida”.
Y añade: “Este es el modelo de iglesia que pone en el centro a la jerarquía y no a la comunidad ni al pueblo. No es Jesús el centro sino la ceremonia. El Clero es el representante sagrado y consagrado y se sienten con el poder de ser representante de Dios en la tierra. Sus decisiones y sus palabras son como ‘palabra De Dios’ que ellos transmiten en su nombre”.
Y el padre Millán remacha así su razonamiento: “Y cuando tú, que te sientes cabeza y pieza fundamental de ese modelo, hombre sagrado y representante de Dios, y llega un Papa y habla de otro modelo más comunitario y sinodal, donde el centro es el evangelio de Jesús, y para colmo de males encima este Papa nos dice que ‘podemos bendecir a personas y parejas en situaciones irregulares”’, pues lo mejor es que se muera pronto y no nos meta en más líos. Y ojalá venga pronto otro que ponga las cosas en su sitio, porque así vamos a la deriva”.
Curas que no soportan el estilo pastoral y el talante de este Papa (entre otras cosas, porque quiere acabar con sus privilegios clericales de funcionarios de lo sagrado). Francisco lo sabe. Por eso, en un gesto inédito, acaba de convocar en Roma a todos los obispos españoles, para urgirles a imponer en sus seminarios el modelo formativo y pastoral de la Iglesia en salida, samaritana y misericordiosa. Y eso es algo que los seminaristas de Toledo no soportan y los obispos responsables (Cerro y Magán) no quieren o no pueden hacer.
Por eso, ante el caso de los curas de la Vendée, los prelados de Toledo hablan de imponerles supuestas “correcciones”, que, pasado el tiempo y sofocada la borrasca mediática, se quedarán en nada. Como dice el religioso mercedario y ex presidente de la Confer, Alejandro Fernández Barrajón, “son sus propios obispos los que deben pedir perdón porque se han educado en sus seminarios, donde a muchos no se les enseña a servir sino a ser servidos, confundiendo ser párrocos con ser dueños de un cortijo”.
Y añade: “Estas manifestaciones no son fruto de un calentón ideológico sino de un proceso vivido en la formación durante muchos años y los responsables últimos de eso son los mismos obispos”.
El tema preocupa en Roma (¿y algunos se siguen preguntando el porqué no viene el Papa Francisco a España?) y en nuestro país. Y, por eso, se va a abordar en la sesión reservada de la Plenaria episcopal, que comienza este lunes en Añastro.
Etiquetas