El Evangelio en una sociedad laica y en la ambigüedad del mundo (VI) Jesús Espeja: "la verdad no se impone más que por la fuerza de la misma verdad que seduce y penetra suavemente en las almas"
"La inter-culturalidad y la convivencia entre creyentes de distinta religión son signo de nuestro tiempo ¿Seremos capaces de convivir en pluralismo?"
"El diálogo del cristianismo con el judaísmo debe ser normal: Jesucristo fue un judío, y en la línea de los profetas, Jesús, siendo Evangelio viviente, asumió y perfeccionó el núcleo central de la revelación bíblica"
"El diálogo del cristianismo con los musulmanes parece más difícil. No solo porque las dos religiones tienen pretensión de universalidad, sino también porque, vinculadas a distinta civilización, han vivido una historia de conflictos y exclusión mutua"
"El diálogo del cristianismo con los musulmanes parece más difícil. No solo porque las dos religiones tienen pretensión de universalidad, sino también porque, vinculadas a distinta civilización, han vivido una historia de conflictos y exclusión mutua"
| Jesús Espeja teólogo
VI. Convivir en la pluralidad
“La verdad no se impone más que por la fuerza de la misma verdad que penetra suave y fuertemente en las almas” (Vaticano II)
Siempre ha existido la pluralidad de culturas y algún intercambio entre las mismas. Por otro lado, el hecho religioso se ha manifestado en distintas religiones. Pero en el fenómeno de la globalización y dado el trasiego de las migraciones, la relación de personas de distinta cultura y de distinta religión es cada vez más palpable. La inter-culturalidad y la convivencia entre creyentes de distinta religión son signo de nuestro tiempo ¿Seremos capaces de convivir en pluralismo?
1. La verdad es compartida
En la historia de los pueblos europeos el aguijón ha sido el fundamentalismo, absolutización de la propia verdad. Lo hemos visto en movimientos políticos de los dos últimos siglos. Y el fanatismo también ha clavado sus garras en la historia las tres religiones monoteístas: judaísmo, cristianismo e islamismo. Todo porque se sacraliza y absolutiza la propia verdad.
A mediados del s. XX ya se constataba el fracaso de las promesas utópicas hechas en la modernidad. Y en la llamada postmodernidad, se impuso el “pensamiento débil” negando la existencia de una verdad objetiva. Ante la invasión del relativismo, se levantan otros fundamentalistas que se creen únicos poseedores de la verdad.
Para su buena salud de la ineludible pluralidad debe superar el relativismo y el fundamentalismo. Aceptar pluralidad no significa negar toda verdad objetiva y su jerarquía de valores. Pero tampoco se debe absolutizar la propia verdad descalificando la verdad que los otros tienen.
Existe la verdad objetiva. No se puede negar que cuando muchos mueren de hambre otros acaparan recursos: negar la realidad objetiva de este fenómeno es una insensatez. Todas las personas, todas las realidades creadas y todos los acontecimientos tienen su propia consistencia y su verdad.
Pero ningún mortal posee toda la verdad. Todos somos limitados en el tiempo en cuya sucesión va emergiendo la verdad de lo real. Según la revelación bíblica, la Verdad es Dios siempre mayor e inabarcable. Los cristianos confesamos que en Jesucristo la gloria y el poder de Dios se han manifestado “en la carne”. Pero en su misma inaudita y entrañable cercanía el misterio de Dios sigue siendo escondido, mayor e inabarcable.
Si creemos en la encarnación, la verdad venga de donde viniere, del Espíritu Santo procede. Y conscientes de que la verdad es compartida, nuestra verdad no se impone al otro sin más, sino porque seduce y convence. Expresar nuestra verdad al otro y reconocer la verdad que el otro aporta, es emprender el diálogo sincero para caminar juntos hacia la Verdad completa.
2.El diálogo inter-religioso
En el imparable proceso de globalización será cada vez más frecuente la pluralidad de religiones en una misma sociedad. ¿Cómo procesar esta pluralidad de religiones confesando al mismo tiempo que Jesucristo es el único salvador del mundo?
La singularidad de la religión cristiana es la encarnación: el misterio llamamos Dios en la condición humana. Pero la encarnación que ha tenido lugar plenamente en Jesucristo, de algún modo tiene lugar en todos los seres humanos. Lo mismos cristianos confesamos que Jesucristo ilumina a todas las personas.
En consecuencia, fuera de la religión cristiana también hay salvación. Si admitimos que Jesucristo es Palabra que a todos ilumina, debemos reconocer que también hay verdad en los signos del tiempo y en otras religiones que no están incluidas en la religión cristiana. Según el Concilio, “la Iglesia católica no rechaza nada de lo que en estas religiones hay de santo y verdadero. Considera con sincero respeto los modos de obrar y de vivir, los preceptos y doctrinas que, por más que discrepen en mucho de lo que ella profesa y enseña, no pocas veces reflejan un destello de aquella Verdad que ilumina a todos los hombres”.
Los cristianos confesamos que Jesucristo es el salvador y mediador universal. Revelación de Dios “Abba”, presencia de amor que se autocomunica, y humanidad que libre y totalmente se abre a esa presencia. Es la verdad y el camino de vida para todos. En primer lugar para la misma comunidad cristiana que todavía está en proceso de conversión; también para todos los seres humanos incluidos los que practican una religión. Así en el diálogo interreligioso se descarta cualquier imperialismo de la religión cristiana sobre las demás religiones.
Pero no todas las religiones son iguales. La religión cristiana tiene su propia identidad: la encarnación; ser signo, proclamar a Jesucristo verdad y camino para todos. Pero desde la fe o experiencia cristiana tampoco todas las religiones son iguales. El criterio de valoración es la conducta de Jesús: intimidad con Dios que es amor, compromiso apasionado por construir el reinado de Dios o fraternidad sin discriminaciones, compasión eficaz por incluir en la masa común a los pobres y excluidos. Un criterio para juzgar la verdad de todas las religiones, incluida la religión cristiana.
En esta visión cabe plantear el interrogante. Mientras caminamos en el tiempo ¿la pluralidad de religiones no será normal? Más que la lógica de imposición, debe funcionar el diálogo donde va emergiendo la verdad que seduce. En la pluralidad se dará la unión si las religiones, más que por el afán de auto-preservación y superioridad sobre los otros, por el compromiso en construir una sociedad fraterna donde “la misericordia y la fidelidad se encuentran, la justicia y la paz se besen”.
3.El diálogo con el Islam
El diálogo del cristianismo con el judaísmo debe ser normal: Jesucristo fue un judío, y en la línea de los profetas, Jesús, siendo Evangelio viviente, asumió y perfeccionó el núcleo central de la revelación bíblica. Pero el diálogo del cristianismo con los musulmanes parece más difícil. No solo porque las dos religiones tienen pretensión de universalidad, sino también porque, vinculadas a distinta civilización, han vivido una historia de conflictos y exclusión mutua.
El diálogo es necesario y urgente. Lo recomendó el Vaticano II: “La Iglesia mira también con aprecio a los musulmanes que adoran al único Dios, viviente y subsistente, misericordioso y todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra, que habló a los hombres, a cuyos ocultos designios procuran someterse con toda el alma como se sometió a Dios Abraham, a quien la fe islámica mira con complacencia”
Además, está la realidad social de un mundo interrelacionado. El islamismo es profesado por millones de personas. Los fenómenos de la migración y mundialización hacen que cristianos y musulmanes convivamos en la misma región.
La dificultad de fondo. El islamismo acentúa la absoluta trascendencia de Alá y la sumisión total de los seres humanos. Puede ser una llamada de atención para cristianos que, arrastrado por el proceso de secularización soslayan o deja de lado nuestra condición de criaturas fundamentadas por la presencia benevolente del Creador. Para esa fe musulmana, no acepta la encarnación en que se cifra a singularidad de la religión cristiana.
Pero la mayor dificultad para el diálogo está en la forma de entender la revelación. La Biblia es Palabra de Dios en palabra de hombre; por tanto, dentro de una situación y de una cultura que cambian y exigen nueva interpretación. En cambio el Corán, dictado directamente por el ángel Gabriel, es palabra de Dios que no puede cambiar ni recibir nuevas interpretaciones, aunque cambien los tiempos y las culturas. Como el Corán es un tratado no solo de religión sino de organización política y económica, se ve la dificultad de su vigencia en el mundo moderno marcado por la secularización o independencia de la sociedad respecto a la tutela religiosa.
Entablar el diálogo. A nada bueno lleva el enfrentamiento. Todo lo que digamos sobre ese misterio que llamamos Dios no es indiferente pero sí deficiente. Por otro lado, la verdad no se impone más que por la fuerza de la misma verdad que seduce y penetra suavemente en las almas.
En el Evangelio la misericordia es el imperativo principal. Y el Corán comienza: “En el nombre de Alá misericordioso y compasivo”. Esa experiencia mística común puede ser el clima para el diálogo sin caer en fundamentalismo fanático.
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