El Evangelio en una sociedad laica y en la ambigüedad del mundo (y VIII) "La fraternidad universal y la amistad social es la llamada urgente que viene haciendo el papa Francisco en sus recientes encíclicas"
"La Iglesia se constituye en la misión evangelizadora. En su entraña como cuerpo espiritual de Jesucristo, lleva el apasionamiento por construir el reinado de Dios o fraternidad sin discriminaciones en este mundo"
"La Iglesia no se reduce a unas estructuras y unas instituciones que por supuesto tienen que renovarse. Ante todo es la comunidad de bautizados"
"En nuestra sociedad española hoy la Iglesia está siendo llevada al desierto para ver qué hay en su corazón"
"En nuestra sociedad española hoy la Iglesia está siendo llevada al desierto para ver qué hay en su corazón"
| Jesús Espeja op
VIII. Misión de la Iglesia
“No impulsa a la Iglesia ambición terrena alguna. Sólo desea una cosa: continuar, bajo la guía del Espíritu, la obra misma de Cristo, quien vino al mundo para dar testimonio de la verdad, para salvar y no para juzgar, para servir y no para ser servido”
La Iglesia se constituye en la misión evangelizadora. En su entraña como cuerpo espiritual de Jesucristo, lleva el apasionamiento por construir el reinado de Dios o fraternidad sin discriminaciones en este mundo.
1. Conversión misionera
Ese apasionamiento hace que la Iglesia no se curve sobre sí misma sino que sea casa común de puertas abiertas para que salgan los que están dentro y entren los que están fuera. Por eso “sabe adelantarse, tomar la iniciativa sin miedo, salir al encuentro, buscar a los alejados y llegar a los cruces de los caminos para invitar a los excluidos; acompaña a la humanidad en todos sus procesos por más duros y prolongados que sean”.
La Iglesia no se reduce a unas estructuras y unas instituciones que por supuesto tienen que renovarse. Ante todo es la comunidad de bautizados. Todos necesitamos esa conversión misionera saliendo de nuestro egocentrismo y de nuestras falsas seguridades para ir al encuentro del otro.
Esta conversión misionera no es más que actualizar el evangelio: “el que guarde su vida, la pierde; y el que la pierda sirviendo a los demás, la gana”. Crecemos en humanidad no cuando nos cerramos en la comodidad y en el aislamiento; sino cuando tejemos nuestra existencia para dar vida a los otros. Con cada acción egoísta de cerrazón a los otros, nuestra humanidad sale perdiendo.
2. Fraternidad abierta
La Iglesia y en ella los cristianos somos parte de este mundo: una sociedad deshumanizada por la injusticia, por la violencia y por las guerras. Parece que sigue siendo una utopía ilusoria el sueño de los profetas: “ ya no se adiestrarán para la guerra; de sus espadas harán podaderas y de sus lanzas azadones”. Sin embargo los cristianos confesamos que Jesucristo “derribó los muros que separan a los pueblos”; y la comunidad cristiana es su cuerpo espiritual en la historia.
Uno de los primeros nombres dados a la Iglesia fue fraternidad. La mística de cada bautizado y de toda la comunidad cristiana muestra su calidad evangélica en la salida de su falsa seguridad para servir y ayudar a todos sin discriminaciones. El otro es mi hermano porque “en él está la permanente prolongación de la Encarnación para cada uno de nosotros”.
La fraternidad universal y la amistad social es la llamada urgente que viene haciendo el papa Francisco en sus recientes encíclicas. Fraternidad dentro de la comunidad cristiana; la sinodalidad es un paso adelante. Misión de toda la comunidad cristiana en su servicio misionero: “La Iglesia tiene un papel público que no se agota en actividades de asistencia y educación, sino que procura la promoción del hombre y la fraternidad universal”.
En este ese apasionamiento por la fraternidad universal y la amistad social, se comprende que la opción por los pobres y descartados es una opción de cada cristiano y de toda la organización eclesial: “No tenemos derecho a la indiferencia al desinterés o mirar al otro lado”
3. Inspiración mística
Aquí calificativo “mística” no quiere evocar nada raro; sencillamente es la fe vivida como experiencia. Uno vive la novedad del Evangelio, siente alegría, y quiere comunicar a esa experiencia a los demás. San Pablo vivió con intensidad esa experiencia y por eso decía: “he creído y por eso hablo ¡ay de mi si no evangelizo”.
En esa mística el papa Francisco nos regaló su primera exhortación “La alegría del Evangelio”. Es clave su confesión: “la Iglesia vive un deseo inagotable de brindar misericordia, fruto de haber experimentado la infinita misericordia del Padre y su fuerza difusiva”. Sin la fe o experiencia de Dios Padre misericordioso revelado en Jesucristo, no se entienden ni la alegría de haber recibido el Evangelio ni el apasionamiento por transmitirlo.
A esto se añade otra convicción reforzada porque nuestros contemporáneos son celosos de su libertad: “ La Iglesia no crece por proselitismo sino por atracción”. Siguiendo la conducta de Jesús, el Evangelio no se proclama con elocuentes palabras sin más, sino desde una experiencia y desde un estilo de vida que seduce.
Y aquí esa es la clave para conversión misionera. La crisis de religión cristiana, al menos en nuestra sociedad española, no está en que disminuya el número de bautismos o de matrimonios celebrados como sacramento. En nuestra sociedad española hoy la Iglesia está siendo llevada al desierto para ver qué hay en su corazón. Solo volviendo a Jesucristo, rejuvenecida con su Espíritu y recreando su conducta en nuestra situación cultural, la comunidad cristiana encontrará la alegría del Evangelio y vivirá apasionada por transmitir esa buena noticia como nuevo humanismo para humanidad.
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