Bien venido, señor presidente del gobierno
España tiene un nuevo Presidente del Gobierno. De entrada, hay que darle la bienvenida y desearle suerte, porque la va a necesitar. Cierto, eso no quita que muchos estemos preocupados. Es claro que tanto los que le han dado el “sí”, como los que han votado “no” a esta investidura, lo han hecho pensando en sus propios intereses partidistas, lo cual es comprensible, pero también es un poco lamentable. El nuevo presidente no lo va a tener fácil, entre otras cosas porque la base parlamentaria que lo apoya es muy débil. Intentar gobernar así es una imprudencia. Quizás lo mejor que puede hacer es convocar elecciones cuanto antes. Si quiere mantenerse en el poder, tendrá que negociar, dialogar, pactar. No está mal, porque eso es la esencia de la democracia: dialogar y tener en cuenta a todos. Esperemos que de este diálogo no esté excluido nadie. Y que durante el gobierno de Pedro Sánchez se tengan en cuenta los intereses de todos los sectores sociales, se respete la libertad religiosa y se busque favorecer a los grupos más necesitados.
La Iglesia católica siempre ha respetado a los gobiernos legítimamente constituidos. Estoy convencido de que nuestra Conferencia Episcopal le enviará una sincera felicitación. La misión de la Iglesia no es tomar partido por una u otra solución, que siempre será humana y mejorable. En todo caso, su papel está en “la gran política”, o sea, en el recuerdo y defensa de los grandes principios que favorecen y protegen la dignidad humana. Más aún, la Iglesia es consciente de que sus propuestas deben competir con otras aportaciones, en el contexto de una sociedad plural, libre y abierta. Ahora bien, precisamente porque en este contexto plural hay muchas aportaciones, es bueno que las leyes del Estado sean como un río en el que se recogen aguas de muchos afluentes. Los preceptos cristianos deben ser llevados a la práctica bajo las condiciones del mundo.
La primera carta a Timoteo recomienda a los cristianos que oren por todos los hombres, añadiendo a las oraciones “acciones de gracias”. Oremos, pues, por el nuevo presidente del gobierno y demos gracias por él. Y eso tanto más cuanto que en ese texto neotestamentario, la primera concreción de la oración y acción de gracias por todos los humanos, se refiere a “aquellos que están constituidos en autoridad”. ¡Atención! No se trata de rezar por los gobernantes porque sean más buenos o porque sean más malos. Se trata, según esta carta a Timoteo, de rezar para que, bajo su gobierno, “podamos vivir una vida tranquila y apacible” (1 Tim 2,1-2). Ese es el objetivo de todo gobierno: que los ciudadanos vivan tranquilos y en paz. Por eso, cuando oramos por los que gobiernan, oramos por la paz, la convivencia, el buen entendimiento y el bienestar de todos los ciudadanos.