"La celebración consumista del nacimiento de Jesús promueve hoy “la cultura del descarte”" Navidad y neoliberalismo: ¡Otra Navidad es posible y necesaria!
"La situación tiene similitudes con la actualidad: imperialismos, colonialismos, guerras que afectan a 56 países y en las que están implicados 92, violencia contra los niños, las niñas y las mujeres hasta el feminicidio y el infanticidio, brechas de la desigualdad cada vez más profundas, desahucios, personas inmigrantes, refugiadas y desplazadas a quienes se les niegan la ciudadanía y los derechos fundamentales, familias con todos los miembros en paro"
"Se ha producido una amnesia colectiva. Nada que ver con la situación de pobreza y marginación que rodeó al alumbramiento de María. Todo lo contrario, se fomenta el dispendio, la desmesura, los excesos, el consumismo"
Los “evangelios de la infancia” son un género literario peculiar dentro de los evangelios de Mateo y Lucas, que presentan el nacimiento de Jesús a través de una serie de símbolos, imágenes y figuras, que no son narraciones históricas propiamente dichas, sin bien ofrecen algunos datos fiables.
En ellos se describe la situación de Palestina sometida al Imperio romano y gobernada por dictadores a su servicio. Aparecen fenómenos especialmente significativos que rodean elnacimiento de Jesús: una familia “sin abolengo ni pedigrí de clase” (así la define el biblista Jesús Peláez), que tiene que refugiarse en un establo donde da a luz su madre María, la persecución y el infanticidio de Herodes, la emigración en condiciones de total desprotección, la encarnación de Dios no en una persona perteneciente a la realeza, sino en un niño nacido en una familia empobrecida, el anuncio del mensaje de paz comunicado a los pastores en medio de la violencia colonial impuesta por la “pax romana” en los territorios ocupados, el revolucionario cántico del Magnificat de María, que invierte los valores: Dios derriba de sus tronos a los poderosos y ensalza los humildes.
La situación tiene similitudes con la actualidad: imperialismos, colonialismos, guerras que afectan a 56 países y en las que están implicados 92, violencia contra los niños, las niñas y las mujeres hasta el feminicidio y el infanticidio, brechas de la desigualdad cada vez más profundas, desahucios, personas inmigrantes, refugiadas y desplazadas a quienes se les niegan la ciudadanía y los derechos fundamentales, familias con todos los miembros en paro.
La Palestina del tiempo de Jesús vive hoy una situación de colonialismo fomentado por el sionismo judío y apoyado por el sionismo cristiano. Netanyahu, el nuevo Herodes del siglo XXI, está sometiendo a la población de Gaza no solo a un genocidio y a una masacre, sino a un verdadero exterminio con el apoyo de Estados Unidos y el silencio y la permisividad de los países europeos. Los hechos así lo demuestran: cerca de 46.000 gazatíesasesinados, n su mayoría niños, niñas y mujeres, más de 100.000 personas enfermas, el 80% de los edificios destruidos, el desplazamiento de la mayoría de la población de la Franja, la destrucción de hospitales, escuelas, centros de salud, el asesinato de periodistas, de personas de ONG’s, la prohibición de la llegada de alimento…
La celebración de la Navidad es hoy ajena a las circunstancias que rodearon el nacimiento de Jesús y al actual exterminio palestino, y mira cínicamente para otro lado. Se ha producido una amnesia colectiva. Nada que ver con la situación de pobreza y marginación que rodeó al alumbramiento de María. Todo lo contrario, se fomenta el dispendio, la desmesura, los excesos, el consumismo. No hay conciencia de que las mayorías populares viven una situación de empobrecimiento causado por la injusticia estructural mientras se dispara el gasto abusivo en las familias y en las instituciones públicas, y muchos de los productos alimenticios terminan en la basura.
Lejos de dar respuesta solidaria a los verdaderos y más graves de problemas que vive la humanidad, los encubre. Lejos de fomentar una conciencia crítica y transformadora en los cristianos y cristianas ante las situaciones de injusticia, tiende a adorrmecer las conciencias y es insensible a los sufrimientos de las víctimas
Lejos de dar respuesta solidaria a los verdaderos y más graves de problemas que vive la humanidad, los encubre. Lejos de fomentar una conciencia crítica y transformadora en los cristianos y cristianas ante las situaciones de injusticia, tiende a adorrmecer las conciencias y es insensible a los sufrimientos de las víctimas.
El exceso en la iluminación de las calles, las plazas y los edificios oficiales del centro de las ciudades impide ver la oscuridad de los poblados marginados como la Cañada Real y apaga las luces de la inteligencia para alienar a la ciudadanía. La algarabía de las fiestas no deja escuchar el grito de las personas mas vulnerables, de los colectivos empobrecidos y de los pueblos oprimidos que piden “pan, trabajo y techo”.
La celebración consumista del nacimiento de Jesús promueve hoy “la cultura del descarte”, fomenta la marginación de la gente empobrecida, a la que convierte en población sobrante y desechos humanos, y arroja a la periferia y a vivir en los basureros, como ha denunciado el Papa Francisco en la encíclica La alegría del Evangelio.
Diría más, y creo no equivocarme: la Navidad se ha convertido en opio del pueblo, comercialización de lo sagrado y mercantilización de la vida. En un emblemático artículo publicado en 1921 bajo el título “El capitalismo como religión” Walter Benjamin hablaba de que el cristianismo se había convertido en capitalismo, se refería a la “estructura religiosa del capitalismo” y definía a este “como un fenómeno esencialmente religioso […], como una religión exclusivamente de culto, sin dogmas”. Hoy podemos decir que la Navidad se ha convertido en neoliberalismo y mercantilismo.
Llegado aquí, me pregunto ¿es posible recuperar el sentido originario del nacimiento de Jesús? Creo que sí, aunque lo veo difícil. Tres son, a mi juicio, los aspectos arecuperar, más allá de su vertiente consumista y asistencial, en la perspectiva de un cristianismo liberadorcomo alternativa a la actual Navidad. El primero es la humanización de Dios en la persona de Jesús de Nazaret,el “Dios humanísimo” del que habla el teólogo Edward Schillebeckx, cuyos principales atributos no son la omnipotencia y la trascendencia que no hace pie en la historia, sino la compasión con las víctimas hasta identificarse con sus sufrimientos y la encarnación en los bajos fondos de la sociedad.
El segundo es la ubicación de Jesús no en la esfera divina y celeste, sino en los márgenes de la sociedad, en el reverso de la historia. Él no posee sangre real, ni tiene madera de héroe, ni pertenece a la casta sacerdotal. Es, como afirma John P. Meier, uno de los principales especialistas en las investigaciones sobre el Jesús histórico, “un judío marginal”: así nació, así vivió y así murió. La celebración de su nacimiento es, por tanto, la memoria “subversiva” de las víctimas y de los perdedores de la historia, no la conmemoración de los éxitos de un mega-estrella o de las conquistas de un triunfador, y hace una llamada a rehabilitar a las víctimas, a devolverles la dignidad que les ha sido arrebatada y a practicar la solidaridad.
En tercer lugar, en la Navidad hay un despliegue de la fantasía, la imaginación, la creatividad, los sueños despiertos y dormidos en otro mundo posible y el sentido lúdico y festivo de la vida, que constituye el contrapunto de un cristianismo que se regodea en la culpa y el dolor al que busca sentido redentor. Imaginar otro mundo posible no es evasión de la realidad, sino el comienzo de la construcción de una nueva humanidad eco-humana y fraterno-sororal. Lo que no se imagina, ni se sueña, nunca será posible.
Conforme a esta lógica creo que ¡otra Navidad es posible y necesaria!
Desarrollo y fundamento las ideas aquí expuestas en La compasión en un mundo injusto (Fragmenta, 2023, 2ª ed.) y Teologías del Sur. El giro descolonizador (Trotta, 2024, 2ª ed.).
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