El sedevacantismo, "una sorpresa muchísimo más agradable, afectuosa y liberadora de lo que pensábamos" Sor Isabel y sus hermanas de Belorado: De “profundamente conciliares” a sedevacantistas

El torno de Belorado
El torno de Belorado

En el caso de la exabadesa, Laura García de Viedma, este proceso de cambio duró “exactamente 40 años”

“Nosotras en principio hemos sido profundamente conciliares...provenimos netamente, y todas las hermanas que han tomado esta decisión, de una vida profundamente conciliar”

"Tenemos unos vínculos profundos de comunidad, de fraternidad, que nos da el Espíritu Santo"

¿Se puede ser conciliar y anticonciliar a la vez? En principio, no. Por eso, la exabadesa, Sor Isabel de la Trinidad, intenta explicar su evolución personal y la de su comunidad, para pasar de ser “profundamente conciliares” a firmar un manifiesto sedevacantista y, por lo tanto, profundamente negador del Vaticano II.

En el caso de la exabadesa, Laura García de Viedma, este proceso de cambio duró “exactamente 40 años”, más en concreto, desde el año 84, cuando junto a otras cuatro hermanas salió del convento de Lerma, para ingresar en el de Belorado.

“Cuando llegué aquí -cuenta la monja cismática- llevaba ya 14 años de vida religiosa”, viviendo a fondo todo lo que adornaba el postconcilio “de renovación, de algo como maravilloso, que no existía, dejando muy en la sombra toda la historia anterior, como si hubieran sido cuatro días en vez de dos mil años, y se intenta oscurecer”.

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Y la madre Trinidad va más allá incluso: “Nosotras en principio hemos sido profundamente conciliares, que no es propio de este tipo de movimiento que llamamos sedevacantismo, tradicionalismo. No provenimos de ese ambiente. Nosotras provenimos netamente, y todas las hermanas que han tomado esta decisión, de una vida profundamente conciliar”.

Ese apego conciliar lo vivieron las futuras monjas en parroquias y grupos juveniles, porque, como recuerda la exabadesa, “somos postconciliares; yo nací al día siguiente de terminar el Concilio y las hermanas, que nacieron en los 80 y 90 están muy permeabilizadas por las líneas conciliares”

Pero de ese profundo enraizamiento conciliar, las hermanas han ido evolucionando hacia su negación en un proceso personal, pero al mismo tiempo comunitario. “Hemos hecho evoluciones conjuntas, pero cada una ha ido entrando en esa evolución en el tiempo, porque cuando yo llegué aquí llevaba 14 años de vida religiosa, pero otras hermanas han entrado hace 10 años”.

Una evolución conjunta hacia el olvido del Concilio y la adopción también conjunta del sedevacantismo, porque “sí que es verdad que tenemos unos vínculos profundos de comunidad, de fraternidad, que nos da el Espíritu Santo”.

En esa corriente sedevacantista, que fue creciendo en el monasterio de Belorado, “cada hermana fue haciendo su evolución” personal, aunque se diga que “aquí todas hacen lo que yo digo y mando”.

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Y al final, la exabadesa y las demás hermanas abandonan el Vaticano II y se refugian en el sedevacantismo y, en él, se encuentran con “una sorpresa muchísimo más agradable, afectuosa y liberadora de lo que pensábamos”.

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