La Eucaristía y la Iglesia son el cuerpo de Cristo

Tanto la eucaristía como la Iglesia se definen de la misma manera. Ambas son "cuerpo de Cristo". El pan que partimos, dice San Pablo, es comunión con el cuerpo de Cristo (1 Co 10,16). Y, a continuación, utiliza el símil del cuerpo para explicar la pluralidad de miembros y funciones en la Iglesia que, no obstante la diversidad, forman una unidad en Cristo, y así termina defiendo a la Iglesia como cuerpo de Cristo (1 Co 12, 12 ss. 27). Si la eucaristía y la Iglesia se definen por lo mismo, es una incoherencia participar en la eucaristía sin vivir a fondo la comunión eclesial. No cabe disociar la participación en el cuerpo, en la persona, del Señor, y la participación en su cuerpo eclesial, pues ambos son dos dimensiones de una misma realidad: Cristo.


El problema de la Iglesia de Corinto, en tiempos de san Pablo, y de muchas iglesias o comunidades cristianas en el nuestro, es que celebran el cuerpo de Cristo, pero no son el cuerpo de Cristo. No viven lo que el sacramento de la eucaristía pide y significa. Y esta incoherencia invalida la eucaristía, impidiendo que sea la cena del Señor. Sólo puede participar en la eucaristía el que antes ha colaborado en la edificación de ese mismo cuerpo de Cristo y en la superación de sus problemas y quebrantos. No se puede estar en comunión con el Señor como cabeza de un cuerpo, olvidando el servicio fraterno a los miembros de ese cuerpo. Cuando esto ocurre el desprecio a la eucaristía se convierte en un desprecio a la Iglesia de Dios (1 Co 11,22).


Viene bien aquí recordar un texto de san Agustín que me parece verdaderamente audaz: "Este alimento y bebida quieren significar la unión entre el cuerpo y sus miembros, el cual es la Iglesia santa... Si queréis entender lo que es el cuerpo de Cristo, escuchad al Apóstol; ved lo que dice a los fieles: vosotros sois el cuerpo de Cristo y sus miembros (1 Co 12,27). Si, pues, vosotros sois el cuerpo y los miembros de Cristo, lo que está sobre la mesa del Señor es símbolo de vosotros mismos, y lo que recibís es vuestro mismo misterio. A lo que sois respondéis con el Amén, y con vuestra respuesta lo rubricáis. Se te dice: El cuerpo de Cristo, y respondes: Amén. Sé miembro del cuerpo de Cristo para que sea auténtico el Amén" (Sermón, 272).


Ya el concilio de Trento relaciona y une eucaristía e Iglesia. Nuestro Salvador, dice el concilio, dejo la sacrosanta Eucaristía "en su Iglesia como símbolo de aquella unidad y caridad con las que él quiso ver unidos y fusionados a todos los cristianos". "Quiso que fuera... símbolo de aquel solo cuerpo, del que es El mismo la cabeza (1 Co 11,3; Ef 5,23) y con el que quiso que nosotros estuviéramos, como miembros, unidos por la más estrecha conexión de la fe, la esperanza y la caridad, a fin de que todos dijéramos una misma cosa y no hubiera entre nosotros escisiones (cf. 1 Co 1,10)".

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