Vivir en fraternidad... Pobreza interior
Estos días nos han de enseñar lo importante en la vida de toda persona, y es que todos buscamos lo mismo, ser comprendidos, amados, escuchados y por supuesto alcanzar la realización en todos los aspectos.
| Gemma Morató / Hna. Conchi García
En estos días se nos recuerda mucho que Dios se hizo carne por amor, por nosotros, por cada uno de nosotros. En Jesús vemos la humildad, descubrimos, ciertamente, un amor incondicional hacia el ser humano, porque se hizo carne, se hizo pobre y vivió desde la pobreza para acercarse al ser humano en todo su ser. El nacimiento de Jesús nos recuerda todo eso, es decir, la entrega, la capacidad de amar y de escuchar el “grito” del ser humano.
No es desde una posición de “altura” que se llega al mundo, sino desde una postura cercana a cada hombre y a cada necesidad. La humildad de Jesús se ha de hacer patente y presente en nuestra vida y la pobreza que él nos enseñó ha de ser escuela de aprendizaje.
Estos días nos han de enseñar lo importante en la vida de toda persona, y es que todos buscamos lo mismo, ser comprendidos, amados, escuchados y por supuesto alcanzar la realización en todos los aspectos. Y muchas veces, para ello, necesitamos la ayuda de los demás, no para pedir permisos, pero sí para sentir el calor que se necesita de las personas con las que convives o con las que compartes. El desánimo puede irrumpir fácilmente en nuestras vidas y con tan sólo la compresión y empuje del otro podemos hacer grandes cosas… pero ha de existir ese otro que ayuda y complementa cuando estamos decaídos.
Vivamos como Él nos enseñó, desde la pobreza de nuestra vida, desde la sinceridad, y seamos puntales fuertes para los otros, para aquellos que nos necesitan, por pequeña que parezca la misión no la abandonemos porque siempre es grande para alguien. Seamos hermanos y no juzguemos, vivamos la fraternidad desde el corazón.