¿Qué haría yo? Mi respuesta a Dios
Hemos de estar totalmente abiertos a Dios: en nuestros discernimientos, en nuestra vida diaria, cuando vamos con mucho trabajo y cuando estamos más tranquilos…
| Gemma Morató / Hna. Conchi García
En el silencio de la noche podemos encontrarnos a nosotros mismos… en la oscuridad podemos ver más de lo que nos imaginamos. Samuel escuchó una voz y aunque no sabía de dónde venía, de lo que estaba seguro es de querer dar respuesta a esa llamada. El joven se levantaba y actuaba desde su realidad, desde lo que él conocía, que era lo material, lo que podía ver y tocar, por eso fue a Elí. Gracias a las indicaciones de éste pudo comprender que Dios lo estaba llamando.
A veces para entender los designios de Dios necesitamos a los otros… no caminamos solos, por eso, cuando se hace oscuro, cuando no vemos nada hemos de contar con los demás, que son pequeñas luces en nuestro camino. Dios nos pone delante a personas para que nos ayuden. Elí le da un consejo, a través del cual se aprecia generosidad porque de alguna manera Dios está acercándose para decir que el joven es del Señor y que ha de estar para ser instrumento. El maestro sólo muestra el camino que tendrá que recorren el joven.
La respuesta de Samuel podría ser perfectamente la nuestra propia, pero la realidad es que cada uno de nosotros ha de dar su propia respuesta, ¿qué haría yo?
Para ello hemos de estar totalmente abiertos a Dios: en nuestros discernimientos, en nuestra vida diaria, cuando vamos con mucho trabajo y cuando estamos más tranquilos… hemos de dedicarle tiempo, sólo así, podremos ponernos en actitud de escucha. Para dar respuesta primero hemos de saber a qué y a quién, por ello, no dejemos pasar la llamada de Dios a nuestra vida, cultivemos esa capacidad de escucha y actuemos según los designios de Dios.