"Generaciones y generaciones de educadores salesianos han hecho de esta tradición una forma de vida" Don Bosco y la experiencia originaria
"Hombre profundamente hombre de su tiempo fue, al mismo tiempo, profundamente hombre de Dios. Su legado es inmenso y su proyecto creativamente audaz"
"Es un revolucionario social firmando los primeros contratos de trabajo para defender los derechos de sus jóvenes y haciendo palanca en el sistema para que emerja una realidad mejor"
"Su propuesta educativa no se forja en torno a un esquema concebido en un despacho alejado de la realidad, sino que crece y madura muy pegada a la vida y a la maltrecha historia de los muchachos"
"Su propuesta educativa no se forja en torno a un esquema concebido en un despacho alejado de la realidad, sino que crece y madura muy pegada a la vida y a la maltrecha historia de los muchachos"
| José Miguel Núñez, sdb
Estamos ante un hombre genial. No era necesario que os lo descubriéramos. Pero más nos acercamos a él, más nos cautiva su persona y su obra. Hombre profundamente hombre de su tiempo fue, al mismo tiempo, profundamente hombre de Dios. Su legado es inmenso y su proyecto creativamente audaz. Fue arrollador en cuanto se propuso, magnánimo en sus realizaciones y con una humildad propia de quien sabe de sí mismo, de sus límites y vive con la confianza puesta solo en Dios. Su día a día, sus peripecias cotidianas, son un reflejo apasionante de una obra maestra de Espíritu en la docilidad de una persona de corazón grande y bueno.
Don Bosco es un santo en lo pequeño y en las grandes empresas. Lo es en medio de sus muchachos, capo dei birichini, y soñando con fronteras al otro lado del mundo. Su figura es enorme como fundador de grandes institutos religiosos y se engrandece aún más en su preocupación por pagar la deuda del panadero a final de mes cuando no tiene un céntimo en el bolsillo. Es un revolucionario social firmando los primeros contratos de trabajo para defender los derechos de sus jóvenes y haciendo palanca en el sistema para que emerja una realidad mejor. Es maestro espiritual acompañando a Savio Domenico y ganando el corazón del capitán de la banda, Magone Michele, en la estación de Carmagnola. Es humilde maestro de taller en el Oratorio e interlocutor personal del Santo Padre para asuntos de relevancia eclesial.
SUEÑA CON DON BOSCO. Feliz día para toda la FAMILIA SALESIANA @MJ_revista#UnSueñoparaTi@SalesianosSMX@SalesianosSSM@SalesianosEs@SalesianasEs@infoANS_ES@salesianoscoopepic.twitter.com/4u5fVnugrV
— Agustín de la Torre (@agustindlatorre) January 31, 2025
Son contrastes, o no tanto, que hacen de Don Bosco una figura poliédrica y con una inmensa variedad de matices. Su propuesta educativa no se forja en torno a un esquema concebido en un despacho alejado de la realidad, sino que crece y madura muy pegada a la vida y a la maltrecha historia de los muchachos que el santo sacerdote acoge en su casa, salidos de las cárceles, venidos del campo a la ciudad huyendo de la hambruna, huérfanos y abandonados, chicos de la calle sin oficio ni beneficio.
En su contacto con ellos, mirando con ojos penetrantes la realidad, pensando creativamente cómo auxiliarles, concibiendo proyectos aparentemente inalcanzables, desafiando la tozudez del realismo y los pocos medios es como Juan Bosco se forja como educador-pastor. Impulsa una propuesta que se va perfilando poco a poco, brotando de la praxis, haciéndose consciente y esencial hasta cuajar, años más tarde, en expresiones que perdurarán en el tiempo porque geniales e intuitivas: no basta amar, es necesario que se sientan amados; educar es una empresa de corazones y el dueño de los corazones es solo Dios; la familiaridad engendra afecto y el afecto la confianza que es la que abre los corazones.
Hemos recibido una hermosa herencia. Generaciones y generaciones de educadores salesianos han hecho de esta tradición una forma de vida. Creemos que, a pesar de los estereotipos, las intuiciones educativas de Don Bosco siguen teniendo una frescura que las hacen atractivas y sugerentes para el acompañamiento de jóvenes, especialmente los más necesitados y en contextos de mayor vulnerabilidad. Estamos convencidos de la actualidad y la viabilidad de una propuesta sustentada en la praxis histórica salesiana; expresada, sobre todo, en el acompañamiento de jóvenes heridos y en claro riesgo de exclusión social. Un modo de educar forjado en la periferia del Turín del XIX que sigue siendo válido hoy para jóvenes pobres y abandonados (como le gustaba decir a Don Bosco) del siglo XXI.
El sistema preventivo no es el precipitado de un inocuo tratado educativo. Está concebido al calor del fuego de muchas noches de invierno en el hogar de la vida de los muchachos de Valdocco. Por eso no se deja atrapar en estereotipos ni es fácilmente abarcable con fórmulas preconcebidas. Porque el fuego calienta en la noche y la palabra cálida defiende de la intemperie. Y el fuego y la palabra son el sistema preventivo. Por eso el santo de Turín no pudo escribir más de tres páginas cuando le solicitaron que plasmara su experiencia educativa para las próximas generaciones. Y no pudo, no solo porque Don Bosco nunca fue un teórico, sino porque el sistema preventivo es la experiencia de las brasas en la oscuridad, del abrigo en el descampado, del abrazo en la intemperie, de la palabra al oído en el momento adecuado o del pan partido a la mitad con quien no tiene que comer. Y eso es difícil expresarlo en un tratado educativo sin perder la mística.
En tiempos como los nuestros de metáfora y abismo, de miedos e incertidumbres, de viento recio y frío en la vida de tantos niños, adolescentes y jóvenes, el sistema preventivo sigue siendo actual. Y lo es porque sabe de poesía, de épica y de puerto que cobija de las tempestades en las que naufragan muchas vidas. Nuestra experiencia es justamente esta: ante la mar dura, en el cansancio de tanta brazada exhausta, los jóvenes que la marea arrastra encuentran una última playa, un último puerto en el que cobijarse de tanta tormenta. La acogida y la calma de un hogar, la mirada bondadosa y transparente del educador que no juzga y que abraza sin condenar, las oportunidades cuando ya parecía todo perdido, el sendero recorrido en libertad cuando las heridas cicatrizan... son el mejor antídoto ante la desesperanza y la resignación.
Intuyó bien Don Bosco. Sabía lo que decía cuando escribía al gobernador de la ciudad que en Valdocco “se devolvía a los jóvenes la dignidad de ser personas” cuando la vida les había robado todo. Doscientos años después de aquel sueño profético que el santo tuvo a la edad de nueve años en el que la Divina Providencia le señalaba el camino, bien podemos decir que la eclosión carismática de Valdocco sigue inspirando a miles de hombre y mujeres continuadores de su misión. Hoy como ayer, el espíritu de Don Bosco sigue haciendo resonar la Buena Noticia liberadora de Jesucristo en todas las periferias del mundo, en todos los descampados donde haya jóvenes a la intemperie. Allí, en el arrabal, es donde queremos seguir narrando a Don Bosco a las nuevas generaciones.
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