"La mitad de las diócesis le han invitado a visitar nuestro país" ¿Francisco a España? Una invitación perniciosa
¿Y a qué España vendría el papa Francisco? ¿A la constitucional, en su pluralidad de versiones desde el independentismo más veraz o voraz, a la del pasotismo y “sea lo que Dios quiera” o a la que todavía recuerda y canta aquello de “¡Por Dios, por la Patria y el Rey¡”?
Saciar –satisfacer - vanidades, por muy episcopales que sean, tampoco es tarea propia del papa Francisco...
Al ritmo tan soberana y exacerbadamente creciente que llevan las peticiones al papa para que visite sus diócesis respectivas de España, con sensatez y cordura hay que llegar a la conclusión de que tendrá que dejar Roma, al menos en el próximo año, y empadronarse en alguno de los lugares que les están siendo ofrecidos. Conste que las invitaciones están cursadas con rigor tanto pastoral como diplomático, “desde el corazón”, con la exposición de las correspondientes razones, “por el bien de la Iglesia y de España entera”.A título de ejemplo, se recuerdan las invitaciones a Burgos, a Santiago y su Año Santo, a Guadalupe y al suyo, a Ávila, y a otras diócesis más, a cuyos obispos les han faltado imaginación y fuerzas para hacer ya pública tal noticia en los medios de comunicación social, locales y nacionales.
Reflexionar sobre el hecho puede ser, y será, tarea cristina, a la vez que evangelizadora, siempre y cuando la sensatez, el sentido común, el papa y el mismo Espíritu Santo no sean desterrados de cualquier proyecto y posibilidad de “puesta a punto” y, en su día, de realización. Pedir por pedir, aunque sea lo imposible es –deberá ser- ajeno a la condición de persona: El papa es padre y pastor –también es Jefe de Estado-, y los intereses y necesidades de los demás, no les son ajenos. Los obispos, al igual que los Nuncios, son –deben ser- sus mensajeros e informadores, por lo que el papa está “viniendo” siempre a España, con sus homilías, cartas, exhortaciones, encíclicas, entrevistas, beatificaciones y canonizaciones, recepciones, ejemplos de vida y gestiones personales. Nada, o muy poco, le es ajeno de cuanto acontece y de cuanto precisa España. Nuestros problemas son también suyos…
Aparte de otras cuestiones, y como primera y principal en la programación de cualquier visita pontificia, ¿quién subvencionará los gastos inherentes a ella? El caso de la visita “familiar” de Benedicto XVI a Valencia, es –fue- prototipo y espejo de la mayoría de estas visitas, aunque el protocolo y los intereses políticos y partidistas se desbordaran hasta extremos judiciales autonómicos y estatales, en perjuicio de todos y más de los de la Iglesia.
De una manera o de otra, siempre con caridad y misericordia, conocimiento y capacidad de discernimiento, el papa Francisco ha dado a entender que, hoy por hoy,- y tal vez por mañana- aún no tiene “in mente” intención alguna de venir personalmente a España. Sus razones tendrá. Siendo así, ¿por qué insistir en que venga? ¿A quién beneficiaría su venida? ¿Acaso personalmente al obispo?¿A sus diocesanos? ¿A la idea del ecumenismo? ¿Al Estado, hoy por la gracia de Dios, ya ex nacinal-católico, o a punto de serlo?
¿Cómo el papa, y los redactores de los discursos que pronunciaría, harían uso veraz de los evangelios, impartiendo la doctrina con aplicación a leyes concretas, comportamientos - lo mismo civiles que eclesiásticos- de sus promotores y ejecutores, para que, sin quitarles un acento, una coma o el punto y aparte, sus planteamientos resulten de verdad religiosos, por encima de todo y al margen de interpretaciones “heterodoxas”?
Por curiosidad, y por algo más. ¿Quiénes serían los que batieran con mayor fervor, palmas de satisfacción, de alegría, de plácemes y de conformidad con la figura del papa Francisco? ¿Habrían de ser los “cristianos de toda la vida”, los agnósticos, los “ateos” y los “comunistas”, teniendo en cuenta los colores del partido político y de la bandera que cobija a unos y a otros?
¿Y a qué España vendría el papa Francisco? ¿A la constitucional, en su pluralidad de versiones desde el independentismo más veraz o voraz, a la del pasotismo y “sea lo que Dios quiera” o a la que todavía recuerda y canta aquello de “¡Por Dios, por la Patria y el Rey¡”? ¿Es posible que alguien, avecindado en la España actual, dude de que en el propio Gobierno no habrían de percibirse y manifestarse, al margen de protocolos humanos y divinos, signos de discordancias muy graves, la mayoría de ellas todavía “clericalizadas” o “clericalizables”?
Más que suficientes y graves problemas se concitan hoy en la Iglesia y en el pueblo que peregrina en la misma, para que una hipotética visita del papa contribuya a despertar y activar los batallones de “coronavirus” siempre al acecho de asaltar las fronteras propias, aún con nuestra ayuda.
Lo de las concentraciones masivas, “totus tuus”, el bosque de mitras episcopales y parte de las indulgencias “jubilares”, no son de por sí razones “franciscanas. La Iglesia- Iglesia es además, otra cosa. Y el Estado, también, al igual que lo es el pueblo-pueblo. El papa Francisco sabe de muy buena tinta, que parte notable del episcopado español, no es de su “cuerda”, aunque a veces citen sus textos, pero sistemáticamente con rezos adjuntos para que se convierta al catolicismo o busque el retiro lo antes posible…
Saciar –satisfacer - vanidades, por muy episcopales que sean, tampoco es tarea propia del papa Francisco…