"Si creemos en Dios, hemos creído en el amor, y el amor se convierte en la regla que rige nuestras vidas" Mirar y acoger sin prejuicios: Una reflexión en torno a la 'Fiducia supplicans'

Bendiciones homosexuales
Bendiciones homosexuales

"Desistimos a mirar más allá, tal vez porque los horizontes se revelan infinitos y nuestra finitud se ha acostumbrado a la intrascendencia"

"En algunos contextos eclesiales la incomprensión, la desconfianza, la desinformación inclusive y la aventurada iniciativa de opinar sin conocer (¡y sin leer!), ha desdibujado la declaración Fiducia supplicans"

"No está por demás decir que el aggiornamento al que nos lanzó Juan XXIII por los cauces del Concilio es vigente en todo momento y ante cualquier situación, o circunstancia, que requieran de la Iglesia una palabra nueva, fresca y evangélica"

"Por encima de la fundamentación doctrinal, siempre válida, el Dicasterio nos recuerda que es necesario dejarnos iluminar ante todo por la voz de la Sagrada Escritura"

"Al atardecer seremos examinado en el amor (S. Juan de la Cruz) y que el único juicio será: ¿Cuánto amaste y qué hiciste por tu hermano? (D. Stevens, SJ)"

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En ocasiones, los prejuicios, las resistencias y la intolerancia a ciertas realidades humanas, sobre todo aquellas que contrastan nuestros parámetros por su peculiaridad, se convierten en el filtro por donde atraviesan nuestros juicios y opiniones; anteponemos dichas actitudes como defensa ante lo inadvertido y que parece estar fuera de lo “establecido”, sin darnos la oportunidad de escuchar o dejarnos interpelar – desde ellas -, para luego aportar, libremente, una objeción concienzuda y racionalmente digna.

También, nos dejamos llevar por las primeras reacciones externas que, exaltadas por el moralismo que las anima, o por el oportunismo mediático que las entroniza, desvirtúan los contenidos, sacan de contexto las ideas y resaltan únicamente aquello que alimenta su espíritu reaccionario.

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Fiducia supplicans

Experimentamos una gran dificultad para movernos, al menos un poco, del sitio donde nos encontramos y que nos acomoda, o nos mantiene bajo resguardo de todo peligro… Desistimos a mirar más allá, tal vez porque los horizontes se revelan infinitos y nuestra finitud se ha acostumbrado a la intrascendencia.

Nos aterra aceptar lo distinto y, por eso, lo descalificamos arbitrariamente y, por demás, lo encriptamos bajo conceptos que lo condenan a la muerte: inaceptable, inmoral, incorrecto, inhumano, imperdonable… Parece que es más fácil estructurar un juicio inquisitorial que echar una mirada a esas realidades desde un corazón misericordioso.

En fin, este preámbulo es para decir que en algunos contextos eclesiales la incomprensión, la desconfianza, la desinformación inclusive y la aventurada iniciativa de opinar sin conocer (¡y sin leer!), ha desdibujado la declaración Fiducia supplicans, que el Dicasterio para la Doctrina de la fe publicó el pasado 18 de diciembre, con el fin de ofrecer, simple y sencillamente, algunos lineamientos pastorales sobre el sentido de las bendiciones, dando, ciertamente, un paso más en lo ya declarado en 2021 (Responsum ad dubium).

Las últimas declaraciones (2023) no contradicen las anteriores (2021), por el contrario, las llevan, podríamos decir, a otro nivel de reflexión teológica y de praxis pastoral. Dejándose interpelar por la realidad, discierne, re-flexiona y re-propone el modo de dar respuesta a una necesidad latente, ineludible, y anima a moverse, al menos un poco, de la estructura ritual.

No está por demás decir que el aggiornamento al que nos lanzó Juan XXIII por los cauces del Concilio es vigente en todo momento y ante cualquier situación, o circunstancia, que requieran de la Iglesia una palabra nueva, fresca y evangélica. ¿Es de sabios cambiar de opinión? ¡Sí! Porque la sabiduría no es aprehensible subjetivamente; porque nace del Espíritu y el Espíritu siempre es innovador, como el viento que sopla donde quiere; por eso, es importante escuchar sus rumores, aunque no sepamos de dónde vienen ni comprendamos a dónde van. Así sucede con los que han nacido del Espíritu y se dejan mover por él (cf. Jn 3,8).

Leer, también, con el corazón
Leer, también, con el corazón Ang Soe Min

ILUMINAR

Una declaración tiene la finalidad, entre otras cosas, de orientar, aclarar, dar respuesta, puntualizar temas de toda índole dentro del ámbito eclesial (morales, doctrinales, pastorales, teológicos, sociales, etc.). Expone de manera breve y clara, además de profunda, aspectos o problemáticas que, por su importancia y/o urgencia contextual, requieren de un opinión pertinente y profesional (teológicamente hablando); de una iluminación y fundamentación doctrinal que permitan una mejor comprensión, mitigar dudas o, en algunos casos, actualizar.

Este es, técnicamente, el sustento de la declaración Fiducia supplicans: responde a cuestiones doctrinales que deben ser revisadas, discernidas e iluminadas; mantener firmeza y claridad en cuestiones de la doctrina tradicional del matrimonio; contribuye con nuevas aportaciones al significado de las bendiciones para ampliar y enriquecer su comprensión; se presenta como instrumento al servicio del Papa y como homenaje al pueblo que confía profundamente en la misericordia de Dios. (cf. Presentación)

Pero más allá de la puntualidad técnica (si así se nos permite distinguirla), se abre una dimensión con una profunda riqueza espiritual y evangélica, que aflora sin duda de la misma expresión fiducia supplicans. Una confianza suplicante (n. 1) que no podría ser tal si no surge animada por la fe en un Dios generoso y misericordioso, un Dios en quien podemos confiar.

Por encima de la fundamentación doctrinal, siempre válida, el Dicasterio nos recuerda que es necesario dejarnos iluminar ante todo por la voz de la Sagrada Escritura (n. 14), que descubre ante nosotros el rostro de ese Dios que nos amó primero (1Jn 4,10); un Dios que se deja conmover ante los gritos desesperados de su pueblo y baja a liberarlo de sus esclavitudes. (cf. Ex 3,7-8)

Regalo de la Divina Misericordia
Regalo de la Divina Misericordia

Siempre cercano, no deja resquicio alguno a la desesperanza y confirma la certeza de que en todo momento escuchará las súplicas de su pueblo (cf. Dt 4,7). La Sagrada Escritura nos ofrece muchos testimonios de cómo el hombre, creyente o no, alza la voz pidiendo perdón y auxilio, confiando en la infinita misericordia del Señor: Ten piedad de mí, oh Dios, por tu bondad, por tu inmensa compasión borra mi culpa, lava del todo mi delito y limpia mi pecado (Sal 50); Desde lo hondo a ti clamo, Señor, Dueño mío, escucha mi voz. Estén tus oídos atentos a la voz de mi súplica (Sal 130); el ciego gritó: ¡Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí! (Lc 18,38); Al entrar en un pueblo, le salieron al encuentro diez leprosos, que se pararon a cierta distancia y alzando la voz, dijeron: Jesús, Maestro, ten piedad de nosotros (Lc 17,12-13); Al entrar en Cafarnaúm, un centurión se le acercó y le suplicó: Señor, mi muchacho está postrado en casa, paralítico, y sufre terriblemente (Mt 8,5-6); Una mujer que tenía a su hija poseída por un espíritu inmundo se enteró de su llegada, acudió y se postró a sus pies. La mujer era pagana, natural de la Fenicia siria. Le pedía que expulsase de su hija al demonio. (Mc 7,25-26)

Del modo que sea y no importando las circunstancias ni la condición de la persona, a cada súplica corresponde una respuesta amorosa y liberadora; una bendición que se traduce en acciones concretas: queda curado; que se cumpla lo que pides; levántate, mira, habla, camina… tus pecados te son perdonados. Es la bendición descendente que Jesús vierte sobre los otros como gesto de gracia, protección y bondad. (cf. n. 18)

En sintonía con estos criterios, la Declaración afirma:

En su misterio de amor, a través de Cristo, Dios comunica a su Iglesia el poder de bendecir. Concedida por Dios al ser humano y otorgada por estos al prójimo, la bendición se transforma en inclusión, solidaridad y pacificación. Es un mensaje positivo de consuelo, atención y aliento. La bendición expresa el abrazo misericordioso de Dios y la maternidad de la Iglesia que invita al fiel a tener los mismos sentimientos de Dios hacia sus propios hermanos y hermanas. (n. 19)

Tener los mismos sentimientos de Dios equivale a asumir el imperativo con el que Jesús cierra esa propuesta radical y retadora de amar a los adversarios, a los que contravienen las normas: sean perfectos/santos/compasivos/misericordiosos como es perfecto/santo/compasivo/misericordioso el Padre de ustedes que está en el cielo. (Mt 5,43-48; Lc 6,27-36)

Si creemos en Dios, hemos creído en el amor, y el amor se convierte en la regla que rige nuestras vidas.

¡Deus caritas est! Hemos creído en el amor de Dios: así puede expresar el cristiano la opción fundamental de su vida. No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva. (Benedicto XVI, DCE 1)

Banderas arcoíris en Roma
Banderas arcoíris en Roma Serena R. Lentini

ACTUAR

Bendecir: decir algo bueno y desear el bien. Este es el enfoque que subyace en la Declaración y que podríamos complementar con una enseñanza muy concreta y práctica del apóstol Pedro:

Vivan todos unidos, tengan un mismo sentir, sean compasivos, fraternales, misericordiosos, humildes; no devuelvan mal por mal ni injuria por injuria, al contrario bendigan, ya que ustedes mismos han sido llamados a heredar una bendición. (1Pe 3,8-9)

¿Qué implicaciones tiene para nosotros bendecir parejas en situaciones irregulares y parejas del mismo sexo? Como primera cosa, un proceso de conversión en primera persona (no la conversión que yo pretendo del otro, sino la que yo no he sido capaz de implementar en mi vida): mirar distinto, pensar distinto, para amar con profundidad y compasión. Como segunda cosa, un movimiento necesario: pasar del rito a la libertad (sin menoscabo del primero), conscientes de que, en ocasiones, Dios nos pide más misericordia que ritualismos; más conocimiento de su voluntad que condenas en nombre suyo. (cf. Os 6,6; Mt 9,13). Como tercera cosa, tener claridad, y humildad también, de que no estamos para legitimar nada, sino para ser mediadores de la bendición de Dios para el mundo. (n. 44)

Por último (cuarta cosa), sabernos llamados y tomar postura ante las bienaventuranzas que, de manera puntual, nos recuerdan que al atardecer seremos examinado en el amor (S. Juan de la Cruz) y que el único juicio será: ¿Cuánto amaste y qué hiciste por tu hermano? (D. Stevens, SJ)

El que no tenga pecado, tire la primera piedra (Jn 8,7)

Bendiciones a parejas homosexuales en Alemania
Bendiciones a parejas homosexuales en Alemania Omnes

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