"Los pobres terminan siendo siempre los más perjudicados y los que pagan los costos de la catástrofe" Monseñor Chomali: "Los que pueden quedarse en casa son aquellos que tienen acceso al dinero"
"Chile es un país donde la xenofobia está a flor de piel y surge con fuerza en los momentos en que más necesitamos estar unidos"
"Muchas personas trabajan toda una vida y terminan solas, abandonadas e indefensas"
"Hay familias que si, al menos, un miembro de la familia no sale a trabajar, sencillamente no comen"
"Hay familias que si, al menos, un miembro de la familia no sale a trabajar, sencillamente no comen"
| Fernando Chomali, arzobispo de Concepción
El Covid-19 nos está dejando no sólo enfermos y muertes, sino también muchas lecciones que si no las aprendemos ahora, no las aprenderemos nunca.
La primera es que en Chile cualquiera se siente con derecho a opinar –movidos sólo por la emotividad- y tomar medidas sin tener los conocimientos suficientes para ello. La salud pública y la epidemiología son especialidades muy complejas, a nivel de postgrado, que capacitan para tomar medidas sanitarias viendo el todo, que siempre es más que las partes.
La segunda es que los pobres terminan siendo siempre los más perjudicados y los que pagan los costos de la catástrofe. En efecto, quienes pueden quedarse en casa, lo que es, a todas luces, deseable, son aquellos que tienen acceso al dinero que les permite comer, hacer trámites en línea, conectarse remotamente con los demás, estudiar y trabajar desde su casa. Hay familias que si, al menos, un miembro de la familia no sale a trabajar, sencillamente no comen; tienen poco acceso a equipos computacionales y poco acceso a internet. Un computador por persona en las casas más pobres es un ideal aún no logrado. Esas personas, lamentablemente, serán tentadas por prestamistas de los que dependerán por largo tiempo y terminarán más pobres.
La tercera es que Chile es un país donde la xenofobia está a flor de piel y surge con fuerza en los momentos en que más necesitamos estar unidos. Los migrantes, sobre todo los haitianos son personas gravemente ofendidas y estigmatizadas. Ello será difícil revertir. La pandemia pudo haber sido una oportunidad para que nos reconociéramos todos en la “misma barca” y que nos salvamos juntos con el aporte de cada cual, independiente del país de origen, del color de la piel, de su situación social. ¡Qué lejos estamos de aquello! y, ¡qué dolor causa!
La cuarta es que los ancianos han sido brutalmente golpeados por la pandemia. Son cada vez más, aquellos que fruto de las políticas públicas -de decenas de años- demográficas, sociales, previsionales y económicas, los han ido llevando a lugares, o vivir en condiciones, que no siempre cumplen con los requisitos mínimos, para pasar una pandemia con las medidas de seguridad que corresponde. En Chile muchas personas trabajan toda una vida y terminan solas, abandonadas e indefensas.
La quinta es en relación a las personas que viven en situación de calle. Sus historias personales exigen una atención muy especial. Ellos han perdido familia, trabajo y lugar donde cobijarse, pero no han perdido la dignidad de ser humano. Al verlos pulular por las calles da la impresión que son “extraños morales” en su propio país. Ello nos debe cuestionar profundamente porque nadie está libre de terminar en esa situación.
La sexta son las personas que están en la cárcel. Ellos son ciudadanos que han perdido la libertad por los delitos cometidos, pero no han perdido el derecho a estar en un lugar seguro, a tener la posibilidad de las medidas de seguridad que corresponden en estas circunstancias y a tener tratamientos médicos adecuados cuando corresponda. Los enfermos no tienen nombre, ni apellido, ni condición social, todos han de ser tratados de igual manera en virtud de su patología. Creo que Gendarmería de Chile merece, en virtud de la vulnerabilidad de las personas por las cuales responden, un nuevo trato en la sociedad chilena. Hacen un gran esfuerzo, a veces sobrehumano.
Por último, las personas con algún tipo de discapacidad, -a las que todo se les hace más difícil en la vida- requieren una atención especial de las políticas públicas para que vivan con la dignidad que merecen y no queden a la deriva cuando los tiempos son aciagos y donde cada uno comienza a “sacar agua para su molino”, olvidándose del resto.