Cincuenta años de la ordenación episcopal de Joan Martí Alanis El obispo de "la verdad"
El 31 de enero se cumplen el cincuentenario de la ordenación como obispo de Urgell de monseñor Joan Martí Alanis, en la catedral de Santa María de Urgell.
Aunque su pontificado quedará marcado por su contribución como copríncipe episcopal a la modernización de Andorra con la creación de una Constitución para aquel país, el pastor de Urgell destacó por su sensibilidad comunicativa, determinante en la configuración del tratamiento periodístico del catolicismo español que afloró en los últimos años del siglo xx.
| Xavier Pete
Joan Martí Alanis (1928-2009) tenía don de palabra. Basta con observar sus intervenciones públicas para darse cuenta de la facilidad de crear un discurso cálido, amable y capaz de conectar con independencia de la lengua usada. Con un castellano que tenía rastros de un catalán de pura cepa, en la que había conocido una fraseología rica en matices, a su predisposición lingüística se sumó una intención de abrir la Iglesia a la sociedad por medio de diferentes instrumentos.
Cuando llegó a la Seu d’Urgell, llevaba en la mano el billete posconciliar, que se sumó a la habilidad comunicativa. El nuevo obispo de Urgell tuvo una aguda sensibilidad para desarrollar las herramientas tecnológicas que habían evolucionado desde su paso por la docencia primaria y secundaria (creó revistas escolares en los colegios religiosos que dirigió) y no se abstuvo de impulsarlas en beneficio del Evangelio. Unas herramientas que, para el papa Juan Pablo II (1920-2005), eran completamente necesarias para difundir el mensaje cristiano "en el tercer milenio".
La comunicación y sus capacidades para interrelacionar pensamientos y posturas en todo el globo se convirtieron en el eje central de su pontificado. Como representante del catolicismo pirenaico, trabajó esta rama para favorecer principalmente la interacción de su Iglesia con toda la comunidad de feligreses que acogió, y plasmó esta acción con la creación de la revista Església d’Urgell en 1972, "pionera en el uso del catalán en plena dictadura franquista", según la periodista Cristina Orduña, y de la emisora Ràdio Principat en 1988. Ambos eran conductos informativos de ámbito supracomarcal que permitieron abrir los muros, aunque metafóricamente, de todo cuanto afectaba a la Iglesia de la Catalunya de un lado y otro de los Pirineos, a pesar de un crecimiento de las desafecciones religiosas entre la sociedad de Occidente, un incremento notable del multiculturalismo y la pérdida de vocaciones sacerdotales en el Alto Urgell.
Apariciones en la prensa
Sin embargo, Joan Martí Alanis fue nulo para la informática, el uso del correo electrónico y otros instrumentos que empezaron a implantarse a finales del siglo pasado junto con la irrupción de Internet, del que, en 2003, desconfiaba: "Podría universalizar los conocimientos, pero tiene un efecto multiplicador de la vulgaridad". A pesar de este déficit generacional, notó la influencia que le proporcionó el título de obispo diocesano, en algunos momentos actuando de bisagra entre la tradición y los cambios sociales que emergieron antes de terminar el milenio; por ello, eran habituales sus apariciones en la prensa catalana y andorrana, tal como ha afirmado Francesc Romeu:
"Era un gran intelectual, un hombre de muy buena y sólida formación. Le recuerdo participando en las tertulias de Ràdio Estel, los jueves por la mañana; habíamos coincidido alguna vez y reconozco que no resultaba fácil discutir con él. Siempre tenía una muy buena argumentación y era conocedor de muchos datos, más allá de los que se suelen encontrar en los periódicos. Recordemos también sus artículos, muy bien razonados, publicados en los periódicos La Vanguardia, Avui y el Diari d’Andorra".
Conoció la profesión de los periodistas, captó sus intríngulis y la interpretó tanto como quiso, incluso haciendo que cambiaran de parecer quienes le entrevistaban con preguntas con según qué intenciones; lo hacía, por ejemplo, preguntando socráticamente, incluso formulando nuevas cuestiones, las preguntas de sus interlocutores. "Y todo lo hacía con elegancia y savoir faire", escribió el párroco Jaume Aymar.
La diócesis de Urgell permitió que Martí Alanis diera el salto a la Conferencia Episcopal Española, donde ocupó algunos cargos de representación interna. Los más importantes fueron el de presidente de la Comisión de Medios de Comunicación Social (1987-1993) y del Consejo Pontificio para las Comunicaciones Sociales (1989-1998). Con estos cargos bajo el brazo, incluso estuvo a punto de ser escogido secretario general, pero no consiguió los votos necesarios: obtuvo 27, muy por debajo de los 42 que recibió el cardenal Agustín García-Gasco Vicente en las elecciones internas celebradas en 1998. También orientó los medios católicos catalanes desde la Conferencia Episcopal Tarraconense.
Quien conoció muy bien la relación de Martí Alanis con las altas esferas del catolicismo español fue el sacerdote Joan Pujol Balcells, quien fue director del secretariado de la comisión mientras fue presidida por el obispo tarraconense. "Empezamos con la instalación del primer fax y de los primeros ordenadores en la Conferencia Episcopal, excepto de los que ya había en el departamento de sociología y estadística". Además, añadiría Pujol: "El aparato permitía que nos comunicáramos, el uno en Madrid y el otro en la Seu d’Urgell, cosa que fue una novedad en la Conferencia Episcopal. Y que en pocos años se fue instaurando en todos los obispados".
Una verdad pedagógica
Un año después de que Joan Martí Alanis tomase el relevo de la presidencia de la comisión eclesial al arzobispo Antonio Montero Moreno, el semanario Catalunya Cristiana publicó una portada en la que recogía una frase utilizada por el mismo Martí Alanis el 15 de mayo de 1988, en un escrito pastoral, difundido durante la vigésimo segunda Jornada Mundial de los Medios de Comunicación. Pedía a la feligresía catalana que fuera benévola "con aquellos medios que juegan sucio para ganar dinero y hacer que cuelen sus ideas propias", pero que también defendiera el uso de la "verdad" para erradicar los agravios que sufría la Iglesia catalana, como los que procedían de publicaciones que perjudicaban su imagen.
¿Qué "verdad" reclamaba Martí Alanis a los periodistas que hablaban de la Iglesia de su tiempo, pero también a quienes formaban parte de ella? Para entenderle mejor, quizás deberemos pensar en un tipo de "verdad" superior a la que se puede vender a bajo coste en cualquier situación comunicativa normal, y observarla, por ejemplo, como la eterna y universal que defendió san Agustín de Hipona. En cualquier caso, conviene acercarse a una "verdad", un concepto casi imposible de definir, que ha llevado a la reflexión a miles de humanos, desde los habitantes de la Grecia clásica hasta los de la Catalunya actual, y que, en manos de Martí Alanis, tomó la forma de un intento de desbrozar algunos caminos que no ayudaban a crear puentes de diálogo social. La suya fue una "verdad" pedagógica, completa y compuesta por una mirada sensible con las posibilidades sociales de la Iglesia. "Hoy en día el mundo se ha hecho más pequeño —dijo en una ocasión— y aprovechamos las oportunidades que nos da la comunicación interdiocesana, que son muchas".
La suya fue una "verdad" pedagógica, completa y compuesta por una mirada sensible con las posibilidades sociales de la Iglesia
Las palabras de Martí Alanis parecen más actuales que nunca si tenemos en cuenta que, en pleno siglo XXI, aún se usan estas proposiciones desde la Iglesia católica cuando se quieren impulsar nuevos modelos para adaptarse a los tiempos que corren. Pero, cuando en muchos países de Occidente escaseaban los medios procedentes within the walls, el obispo de Urgell superó el umbral de la reflexión previa a las soluciones de gran alcance, donde siguen encontrándose muchos miembros del alto clero, y decidió pasar a la acción. Y lo hizo convirtiéndose en un obispo que aparecía en los medios más de lo habitual. Así, por ejemplo, reclamó a la cadena COPE que siguiera un código deontológico cuando tratase según qué temas relacionados con la curia.
"En una sociedad liberal como la nuestra, el tratamiento que se da a las noticias es desde la libertad y muchas veces desde la crítica. En la Iglesia no estábamos muy acostumbrados a esto. Y también hay en algún medio alguna dosis de anticlericalismo y anti-Iglesia. Lo que me duele es la falta de profesionalidad con que se tratan a veces cosas de la Iglesia en los medios de comunicación social. Las empresas dedican a este menester personas que no son las más adecuadas. Y no critico ahora sus ideas, sino que lamento su escasa preparación. Las críticas hemos de saber aceptarlas. Y hay que distinguir ente medios y medios, pues hay muchas diferencias".
Los años en que Martí Alanis se responsabilizó de los campos comunicativos de la Iglesia católica española estuvieron marcados por la creación, en 1991, del Gabinete de Información de la Iglesia en Catalunya, que "contribuye a mejorar los conocimientos entre los profesionales de los medios de comunicación encargados de informar sobre la realidad de la Iglesia"; por la organización de cursos específicos dirigidos a obispos y arzobispos, a superiores mayores de órdenes religiosas y a delegados diocesanos para mejorar su presencia en los medios de comunicación, de manera especial en la televisión, y por la creación del Servicio de información y documentación de la Iglesia, en 1992, "después de muchas peripecias y dificultades que llenarían todo un libro".
Toda la teoría filosófica que se condensó en los pensamientos sobre la comunicación eclesiástica de Martí Alanis durante y después de su paso por la Conferencia Episcopal Española queda bien resumida en la ponencia "La presencia de la Iglesia en los medios de comunicación", pronunciada durante la quinta edición de las Jornadas de Teología, celebradas en 2002 por el Centro Teológico de las Palmas de Gran Canaria. Fue meses antes de que Juan Pablo II aceptase su renuncia al gobierno pastoral de la diócesis de Urgell.
En ella, el obispo (casi emérito) y arzobispo ad personam (desde 2001) reconoció que la Iglesia sufría una crisis casi crónica desde un punto de vista comunicativo. La podía comparar a la de otros países que había visitado para conocer de primera mano los modus operandi de esta relación periodístico-religiosa, algunos en situaciones más complejas que la española. De hecho, en España el problema se generó por una falta de base religiosa en los medios de comunicación desde que se extendieron de norte a sur. Como transmisores de valores, elidían la ética religiosa y, para Martí Alanis, no hacían más que fecundar una cultura política, económica y financiera completamente laica y de deseos ilimitados, de la cual la Iglesia nunca ha podido estar a la altura.
En 2002, Joan Martí Alanis reconoció que la Iglesia sufría una crisis casi crónica desde un punto de vista comunicativo
Aunque con el cambio de milenio se garantizó en España una libertad democrática sin precedentes y, con ella, un crecimiento exponencial de los medios informativos locales y estatales, para Martí Alanis lo más común era encontrar algunas cabeceras que publicaran aspectos de la Iglesia a través de un tratamiento periodístico escorado, aunque creíble: "Se construyen sobre una documentación de base que parece sólida y su tratamiento se hace con buenas técnicas profesionales, pero el resultado es una erosión de la confianza en nuestra institución". Con afirmaciones como esta se puede llegar a pensar, en un primer orden de cosas, en los abusos a menores que salpicaban –y aun salpican, actualmente– a la Iglesia católica. Sobre esta cuestión, el obispo consiguió salir así del paso.
"Es verdad que el tema era y es repugnante y hay que aceptar la información abierta y la crítica, y poner todos los medios para corregir la situación en lo posible. Pero ello no justifica la manera con que la prensa se ensaña con la Iglesia. En América, mientras que algo más del 1% de los curas han caído en esta lacra, entre los profesores oscila entre el 5% y el 7% [...] y el 40% son los mismos padres o personas del círculo familiar. ¿No están estas dos categorías de personas igualmente obligados por su condición a respetar a los menores, como lo están los curas? ¿Por qué solo se ataca furiosamente a los últimos?".
De vuelta a la "verdad" proclamada por el obispo, a veces cubierta de espinas por los que la convirtieron en su principal instrumento de trabajo, Martí Alanis siempre la llevó cerca, incluso al acabar su magisterio. Pero la "verdad", en su concepto más virgen, prescinde de su pureza al entrar en el terreno del pensamiento y, quizás por ello, cargado de escepticismo, Martí Alanis aseveraba, en una de sus últimas entrevistas, que prefería no ser recordado después de morir. "Con frecuencia se manipula a la gente 'recordada' —afirmó—. En todo caso, que me recuerden tal como me han conocido: desde la verdad".