El sábado se hizo para el hombre Depresión, suicidio y sacerdocio
¿Quién cuida a os sacerdotes?
Estoy verdaderamente conmocionado por las informaciones que llegan acerca de la situación de algunos sacerdotes afectados por la depresión y, lo que aún peor, con la posibilidad real del suicidio. El número de suicidios entre los sacerdotes ha aumentado considerablemente en los últimos tiempos.
Tal vez en estos días estoy excesivamente susceptible porque he sabido de dos amigos míos, sacerdotes, que acaban de abandonar el ministerio sacerdotal. Imagino la situación de presión y de sufrimiento que han debido atravesar para llegar a esa decisión. Dos sacerdotes valientes, muy bien formados, cultos y comprometidos sin ambigüedades con sus misiones encomendadas y con sus principios. Me pregunto qué puede estar pasando y cuáles son las causas para que se llegue a esta situación.
Y la causa primera que quiero subrayar es la soledad. Hay soledades abrazadas por decisión propia y esa soledad es creativa y fecunda y hay otra soledad impuesta por las circunstancias que uno no desea pero de la que no es fácil librarse. Este tiempo de las comunicaciones es, precisamente el tiempo de la incomunicación y la soledad. Tan grave es esta realidad en la sociedad de hoy que el gobierno británico, por ejemplo, ha creado el Ministerio de la Soledad. Hasta ese punto es importante.
Los sacerdotes son, antes que nada personas humanas y, aunque es verdad que tienen recursos espirituales muy poderosos para llevar su soledad con elegancia, oración, meditación, amigos... no es menos cierto que no dejan de ser hombres muy humanos cuando, después de un día agotador, cierran su puerta y se retiran a sus aposentos para descansar. En ese momento solo Dios se hace compañero de camino. Y, no pocas veces, Dios se hace muy silencioso.
Otra causa es el cansancio. Conozco a muchos sacerdotes que con la escasez de vocaciones tienen que hacerse cargo de muchas parroquias, hasta que llegue el momento de que los laicos asuman muchas de las responsabilidades que hoy realizan los sacerdotes. Tal vez sea una de las consecuencias que nos traiga la sinodalidad: Menos clericalismo y más participación del pueblo de Dios. ¡O quién sabe si la supresión del celibato obligatorio! Nos acostumbraríamos pronto a ver sacerdotes casados, que atienden a su familia y además a su parroquia.
Otra causa de todo esto podría ser la baja realización personal. Resulta estremecedor la realidad de suicidios entre sacerdotes, que tanto han aumentado en Francia y Brasil, sobre todo, en los últimos años. En Brasil hay una media de 15 sacerdotes que se suicidan al año. 17 en el año 2018 y 10 en 2021. El activismo y el exceso de responsabilidad, propio del llamado celo pastoral, suele acabar en cuadros depresivos detrás de los cuales pueden asomarse actitudes suicidas. Muchos sacerdotes cuidando de mucha gente, sobre todo vulnerable, pero descuidándose a sí mismos y sintiendo que nadie los cuida a ellos. Sólo una suficiente realización personal puede ser garantía de una vida satisfecha y saludable y no siempre los sacerdotes se sienten realmente satisfechos, ni con su misión ni con el grado de aceptación que perciben a su alrededor. No estamos en el mejor momento de valoración de la iglesia, de los sacerdotes ni de la fe en su conjunto. He conocido a sacerdotes refugiados en el alcohol como un escape a su falta de realización personal, con baja autoestima y muy cansados en sus tareas pastorales y sin perspectivas de relevo inmediato.
Creo que hay dos posibles soluciones a esta triste realidad que nos ocupa, si no pueden solucionarla, al menos pueden matizarla: O los sacerdotes optan por vivir en grupos pastorales, (Algo para lo que no están preparados por su formación muy independiente) o dejamos de ver, de una vez por todas, como algo extraño que los sacerdotes puedan formar una familia donde vivir afectivamente integrados y acompañados, o, al menos, que algo sea opcional. Incluso se me ocurre que podían experimentarse nuevas comunidades, donde compartieran la vida los sacerdotes y familias cristianas más comprometidas para acompañarse y compartir la vida y la fe. Si Gaudium et Spes en su número 26 defiende el derecho de facilitar todo aquello que contribuya a una vida digna para el hombre, vestido, alimento, derecho a la libre elección de estado, a fundar una familia, al trabajo, a la buena fama, a la educación, a la libertad, a la protección de la vida privada…
Me pregunto por qué eso no se puede aplicar eso mismo también a los sacerdotes como personas que son. Añade en el mismo número que todo debe subordinarse al bien de la persona ya que el orden real debe someterse al bien de la persona porque el sábado se hizo para el hombre y no el hombre para el sábado.
Creo que no perderíamos nada y podíamos ganar mucho si nos propusiéramos mirar las cosas desde otra perspectiva. Yo creo que algún día el Espíritu Santo romperá nuestros esquemas y nos abrirá los ojos a una nueva realidad más humana que ahora nos cuesta entender y por eso decimos que está cerrada. Si Fue capaz de romper las puertas donde estaban reunidos los discípulos en Jerusalén, ¿no va a poder romper nuestros esquemas mentales y nuestras causas cerradas? Tiempo al tiempo.
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