El cuatro de junio es declarado por la ONU desde 1982, como el día internacional de las niñas, niños y adolescentes palestinos y libaneses, víctimas inocentes de la agresión de Israel. Paradoja dolorosa: "La tierra prometida que mana leche y miel, manando sangre y lágrimas."

Escribiendo esta reflexión me acuerdo de una de las canciones de Victor Jara: "Si tuviera un martillo...Si tuviera una campana...Si tuviera una canción..." Hoy, cuando la ONU nos invita a tomar conciencia sobre esta angustiosa realidad, me pregunto si esta es una campanada más que suena, para alertarnos como humanidad y, que lastimosamente, se puede quedar en un mero tañido al viento como tantas otras. Pero, recapacito y paso por el corazón, que está en nuestras manos, seguir tocando esa campana, para que puedan surgir acciones de paz y de justicia.

Hoy, reflexionando sobre esta fecha especial, contemplo con dolor no sólo a los niños, niñas y adolescentes palestinos y libaneses; veo también, a las víctimas inocentes de Israel, de Rusia, de Ucrania...de muchos países de África y de América... que en vez de deleitarse con leche y miel, gustan el sabor salado de las lágrimas. Ante este panorama, las mujeres tenemos un papel preponderante: Ser signos de esperanza, compasión y consolación, para que la Vida no se apague y la inocencia florezca.

Para que los niños, las niñas y adolescentes de este mundo hermoso, en vez de huir del miedo y de la muerte, puedan correr y saltar de alegría. Oremos y actuemos, para que no nos cancemos de seguir golpeando el martillo de la justicia, tocando la campana de alerta y cantando una canción de paz.