Supongo que a lo largo de nuestra corta o larga vida hemos pasado y disfrutado de momentos maravillosos y no tan buenos, donde parece que todos los problemas surgen a la vez. Es en esas coyunturas donde nos damos cuenta de quienes son los que llamamos amigos de verdad y quienes los tratábamos como tal sin serlo. Esto último es lo que más nos duele, porque no vemos motivo aparente en determinados comportamientos de las personas y creo que no hay nada peor que no encontrar un por qué ante algunas aptitudes o situaciones, es entonces cuando nos invade la quietud, las preguntas y el sin sentido…
Aprender a ser fuertes, no es aparentar que podemos con todo sin necesidad de nadie, tampoco es revestirnos de orgullo creyéndonos inmunes a todo. ¡No podemos ser así! El ser humano es frágil por naturaleza y ¡menos mal que lo es! Porque si el orgullo de muchas personas forma parte habitual de sus vidas, ¡maginemos si además, nunca les llegase esa fragilidad!...
Muchas veces esas situaciones de dificultad son más reales de lo que podemos imaginar, y es en ellas donde tenemos que ser capaces de caminar aún heridos o de amar, aún vacios.
Seguro que todos hemos pasado por ello y tenemos más de una experiencia en nuestras vidas que compartir o recordar…