La esperanza: una luz que transfigura los caminos.
| Ana Bou
Como cada año desde 1997, el día 2 de febrero, fiesta de la Presentación del Señor, la Iglesia celebra la jornada Mundial de la Vida Consagrada, y cuyo lema este año es: Peregrinos y sembradores de esperanza”
Tengo la sensación de que en demasiadas ocasiones, la Vida Religiosa pasa un poco como de “puntillas”. Hombres y mujeres que cada día se esfuerzan por ser levadura, por ser semilla y presencia en lugares donde solo ellos son capaces de llegar, sin dudar en dar hasta la última gota de sangre si es necesario. Viviendo el Evangelio desde las necesidades de la Iglesia y el mundo.
Creo que estoy en condiciones, por mi cercanía a ellos, que quienes lo viven y sienten así, son personas con algo especial y cuyo estilo de vida, está marcado por la cercanía, la acogida y ternura a quienes más lo necesitan. A aquellos que la sociedad margina porque “no producen”, ahí están ellos, acogiendo y curando no solo el cuerpo, sino el corazón, el alma, heridas muchas veces, difíciles de sanar.
Muchos siguen viviendo en lugares de conflicto conscientes de que quizá no haya un mañana, y aun así, no dudan en seguir sembrando esperanza…
Desde la laicidad, pero siempre me he sentido muy vinculada a la Vida Religiosa. Si hay alguien que me ha marcado y enseñado a sentirme así, ha sido Alejandro Fernández Barrajón, presidente de Confer, desde el 2005 hasta el 2009, y no es la primera vez que lo he mencionado, porque sé que le debo mucho. El desde su ser, cercanía conmigo, carisma y vida, me hizo descubrir cómo había personas dispuestas a dar la vida por los demás siguiendo el ejemplo de Jesús, con una implicación fuera de lo normal. Pero como mencioné al comienzo, es una pena que la Vida religiosa pase de puntillas en demasiadas ocasiones, porque tenemos mucho que agradecerle.
Nunca han olvidado que seguir a Jesús no es algo que se haga en un momento determinado con unos votos, sino que es una elección que hay que hacer y renovar cada día, en cada momento y quien no sea capaz de vivirlo así, acaba marchitándose y perdiendo sus raíces.
Gracias hermanos y hermanas por vuestro “SI”, por vuestro ejemplo sin dudar en acudir a ese grito de auxilio.
Ojalá que nunca perdamos la gracias de seguir descubriendo a un Dios vivo, encarnado en un pueblo sufriente, donde la vida, la esperanza y el futuro son Él.