Señal de que está cumpliendo su misión.

“Hermanos, no nos debe de extrañar cuando se habla de Iglesia perseguida.  Muchos se escandalizan y dicen que estamos exagerando, que no hay Iglesia perseguida, ¡Pero si es la nota histórica de la Iglesia! Siempre tiene que ser perseguida. Una doctrina que va contra las inmoralidades, que predica contra los abusos, que va siempre predicando el bien y atacando el mal, es una doctrina puesta por Cristo para santificar los corazones, para renovar las sociedades. Y, naturalmente, cuando en esa sociedad o en ese corazón hay pecado, hay egoísmo, hay podredumbres, hay envidia, hay avaricias, pues el pecado salta, como la culebra cuando tratan de apelmazarla, y persigue al que trata de perseguir el mal, el pecado. Por eso, cuando la Iglesia es perseguida es señal de que está cumpliendo su misión. (25 de noviembre de 1977).

En su tiempo, monseñor Romero entendió que los mensajes y las acciones en contra de la Iglesia eran «persecución» por causa del Evangelio.  Y añadió: «Cuando la Iglesia es perseguida, es señal de que está cumpliendo su misión». Nos recuerda que la doctrina de Cristo pretende «santificar los corazones y renovar las sociedades».

Es evidente que, en una sociedad polarizada y tan atada a la dinámica electoral, donde los partidos políticos buscan ganar poder político, cada palabra y cada acción de la Iglesia se entiende en su contexto político.  Habrá gente que interprete que un obispo se está alineando con el bando opuesto. Si puedo interpretar la palabra de un obispo a favor de mi bando, entonces encantado. No tiene nada que ver con la verdad, sino con muchos intereses mezquinos. 

En primer lugar, tenemos que aclarar que la palabra de un obispo, un sacerdote o una institución religiosa no es la palabra de «la Iglesia».  Pueden tener las mejores intenciones, pero no son «la Iglesia».  En tiempos de monseñor Romero estaba claro que la persecución no solo afectaba al arzobispo.  Se oponía a toda una corriente renovadora y liberadora de la Iglesia que tomaba en serio los mensajes de Medellín y Puebla.  La verdad histórica siempre acaba imponiéndose.  Así fue en la época de monseñor y así es hoy. 

Nos recuerda que la misión de la Iglesia es «predicar el bien y combatir el mal». Monseñor siempre denunciaba el mal dondequiera que lo encontrara, ya fuera en el gobierno, la oposición, los militares o la guerrilla. 

Por eso no faltaban momentos en que era acusado por ambos bandos.  Sin embargo, Monseñor predicaba también el bien, llamaba a hacer el bien y a analizar la realidad con espíritu crítico, sin caer en la ceguera de las ideologías o en la idolatría de la organización política.    Es una experiencia que merece la pena aprender. 

Sabemos que los medios de comunicación están al servicio de ciertos intereses que se alinean con posiciones políticas partidistas. Lo mismo sucede con las organizaciones sociales cuando acentúan en exceso el peso de «el pecado» en un lado, haciéndose ciegos y sordos ante «el pecado» en el otro o ante los tiempos anteriores.  Es parte de la estrategia política electoral echar la culpa al gobierno de turno por el pecado estructural (en la economía, en lo social, en la política, en el estado). Ese pecado estructural genera tanta pobreza y miseria, que es más visible a causa de la pandemia de hace unos años, de las consecuencias de las tormentas anuales, de la cantidad de gente que huye hacia el exterior, etc., y eso lleva años ocurriendo.

Los gobiernos llegan y se van, pero no se modifican las estructuras injustas.  Una antigua primera dama dijo que el Estado salvadoreño solo funciona gracias a la corrupción.   Cada gobierno hereda esa estructura corrupta.  Predicar el bien hoy exige hacer grandes esfuerzos por contextualizar históricamente los problemas actuales y llamar al pueblo a organizarse para tomar su futuro en sus manos.  Monseñor Romero defendió el derecho a la organización popular y llamó a los que no estaban organizados a no quedarse de mirones y criticones.  Esta llamada se hace muy actual en El Salvador, cuando nos damos cuenta de las decisiones gubernamentales para derogar la ley que prohíbe la minería.

En tiempos de clara persecución a la Iglesia, como se vive hoy en Nicaragua, se corre el riesgo de auto imponerse el silencio y predicar un mensaje en el aire para evitar más reacciones represivas por parte del Estado. La misma Iglesia pidió a sus parroquias que no publicaran la carta pastoral del papa Francisco a la Iglesia de Nicaragua[1] (inicio de diciembre de 2024). 

La persecución es una característica de la Iglesia fiel al Evangelio y no solo se manifiesta con cada crítica a personas o instituciones relacionadas con la Iglesia.  Existe el peligro de pensar que somos herederos de los mártires y que, por tanto, cada palabra nuestra es la verdad del Evangelio.  La Iglesia y las comunidades cristianas tenemos la responsabilidad de discernir comunitariamente, a la luz del Evangelio, cuál es la verdad histórica que se impone. 

Las iglesias de países donde no se persigue a la Iglesia tienen la responsabilidad de solidarizarse, pronunciarse al respecto, dar ánimos y transmitir esperanza.  Si una Iglesia local está siendo perseguida, todos deberíamos sentir y sufrir esa persecución.

Cita 3, capítulo III (Iglesia), en El Evangelio de Mons. Romero.

[1] https://www.puertasabiertas.org/es-ES/persecucion/lmp/. Nicaragua está en el lugar 30 de una lista de 50 países donde se persigue a la Iglesia.

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