Les quiero hablar desde el corazón de nuestra vocación, afirmó el p. Sosa. “Vocación significa llamada. Dios nos llama a todos y a todas. Nos habla al corazón. Nos habla a través de nuestros hermanos y a través de los hechos duros de la vida. Hace 30 años nos conmovió las entrañas la noticia del asesinato, en el campus de la UCA, de Ignacio Ellacuría y Segundo Montes, Ignacio Martín Baró y Amando López, Juan Ramón Moreno y Joaquín López y López; Julia Elba Ramos y su hija de apenas 16 años, Celina”.
La noticia al amanecer
Fue el propio papá de Celina, Don Obdulio, el primero en ver lo que había ocurrido. Lleno de dolor y estupor corrió a dar la noticia al P. José María Tojeira, entonces provincial de Centro América y juntos llegaron al montículo que corona el terreno de la Universidad Centro Americana, para encontrarse con los cuerpos de los jesuitas destrozados y tendidos sobre la grama, a la puerta de su casa y, los cuerpos abrazados de su esposa e hija en la salita de visita.
La muerte, aunque martirial, siempre es una barbarie
La vida es sagrada y la muerte, aun martirial, bajo la mirada humana es siempre una barbarie. Aunque en la Compañía de Jesús y en la Iglesia los celebremos como mártires, no es posible olvidar que les fue arrebatada la vida, que su muerte fue un crimen inhumano.
Estos seis compañeros jesuitas fueron asesinados por su compromiso con la fe y la justicia, por denunciar el mal y creer en el futuro plenamente humano y cristiano, trabajando día a día para lograrlo. Una lucha contra el mal que ha llevado en estos últimos treinta años a ofrendar su vida a decenas de compañeros jesuitas a lo largo y ancho de este mundo. Por seguir a Jesús, ellos optaron caminar al lado de los que luchan contra las injusticias cometidas contra pueblos enteros.
Una realidad que lamentablemente, sigue dejando víctimas en El Salvador y en América Latina, en el Oriente Medio, en comunidades de África y en Asia y también en América del Norte y en Europa.
Es la misma fe y sus exigencias de humanización las que quieren ser aniquiladas cuando se asesina a sus servidores; es la misma esperanza, la esperanza de pueblos enteros que anhelan una vida mejor la que quiere ser anulada cuando se asesina a quienes quieren hacerla realidad y trabajan por ella.