'Iglesias en fronteras' aborda el sacramentalismo en la triple frontera amazónica La REPAM, una tentativa de construir una Iglesia que supera fronteras
Busca dejarse evangelizar, más que imponer el Evangelio, acompañando las luchas sociales y derechos de los pueblos
Luis Miguel Modino, corresponsal de RD en América Latina y Caribe
La Iglesia está más allá de las fronteras, su trabajo supera los límites que la historia ha ido estableciendo en una tentativa de separar pueblos, inclusive hermanos. Cuentan que en una reunión donde participaban pueblos indígenas, un tikuna dijo que él era brasileño, su hermano, que vivía río arriba, era colombiano, y su padre, que vivía al otro lado del río, era peruano, pero que, en realidad, ellos eran tikunas, un pueblo de unos 40.000 habitantes que tradicionalmente ha ocupado un amplio territorio en lo que los portugueses y españoles decidieron que serían tres países diferentes.
La Red Eclesial Pan Amazónica - REPAM, nació con el objetivo de superar fronteras y llevar a cabo un trabajo en común en los nueve países de la Pan Amazonía. Uno de los ejes que forman parte de la REPAM es el de Iglesias en fronteras, que se ha reunido en Tabatinga, donde se juntan Brasil, Colombia y Perú, de 11 a 13 de febrero, con unos 50 representantes de todas las regiones de frontera de la Amazonía, para llevar a cabo un trabajo de escucha de cara al Sínodo para la Amazonía y buscar una propuesta de trabajo que dé continuidad al camino recorrido hasta ahora, partiendo de los desafíos reconocidos por los participantes, que en cada frontera son diferentes, pero que siempre se refieren a problemáticas comunes.
Entre esos desafíos aparece el clericalismo y sacramentalismo, que impide un trabajo continuo en las comunidades, que ven a la Iglesia como algo lejano. Es urgente una mayor formación para las comunidades, un proceso que es necesario acompañar. En ese sentido, los participantes del encuentro insisten en que hay que formar a los líderes indígenas y campesinos para que puedan defender sus derechos, constantemente amenazados por los gobiernos y grandes empresas.
La Amazonía sufre dolores comunes, especialmente en las regiones de frontera, donde se agudiza el abandono de los estados, la minería legal e ilegal, las madereras, la destrucción ambiental, la migración forzada, falta de políticas públicas y de calidad de vida, violencia, trata, pérdida de identidad cultural, división de pueblos indígenas, cultivo de coca para el narcotráfico, corrupción institucionalizada e Iglesias cristianas fundamentalistas, lo que ha ido generando heridas históricas difíciles de superar.
Ante esta realidad, la presencia de la Iglesia en la Pan Amazonía genera esperanzas, pues como señalaba una de las indígenas participantes, "el río no nos separa, nos une", un símil que debe asumir la Iglesia, que va dando pasos en ese sentido, como ha puesto de manifiesto la celebración de este encuentro, que ha dado la oportunidad de convivencia de diferentes pueblos y culturas, generando una capacidad de resistencia colectiva. La Iglesia es presencia misionera, servidora a través de Cáritas, promotora de educación, incentivadora de otro mundo posible, portadora de fe y alegría.
Es signo de esperanza el fortalecimiento de las organizaciones sociales, que se manifiesta en las movilizaciones indígenas, la educación indígena diferenciada o el hecho de que en Brasil haya sido elegida en las últimas elecciones la primera diputada indígena. Junto con eso, se ha incrementado la lucha en la defensa y exigibilidad de los derechos humanos, el fortalecimiento de las culturas, el cuidado con los migrantes y víctimas de la trata, el incremento de reservas naturales y el trabajo en red, que ha sido retomado a partir de la creación de la REPAM.
Los participantes reconocen que existen situaciones que han sido fortalecidas por la presencia de la Iglesia en la región, que ha respondido en las comunidades a los dolores, apoyando a los indígenas, campesinos y migrantes. También se están dando pasos en el trabajo transfronterizo. Al mismo tiempo, se reconoce la dependencia de misioneros de fuera de la región, por lo que se sugiere la ordenación de presbíteros casados, la creación de escuelas de formación para laicos misioneros y de planos que ayuden a conocer, respetar y acompañar a los pueblos indígenas.
Todo esto pone de manifiesto, como se ha recogido en el encuentro, la necesidad de establecer diálogos entre las Iglesias fronterizas, que dinamice las estructuras y rompa e integre fronteras eclesiales, respetar la cultura y costumbres de los pueblos indígenas, dejarse evangelizar, más que imponer el Evangelio, promoviendo un diálogo intercultural, acompañando las luchas sociales y derechos de los pueblos, dejar atrás lo que se sabe para aprender y acompañar desde lo cotidiano, haciendo del Evangelio una experiencia de vida.
Por ello, es necesario profundizar el trabajo en red, unirse para defender todas las formas de vida, acoger, ser una Iglesia hospitalaria, que dialoga y escucha, formar a los misioneros en temas socio ambientales y de interculturalidad, generando un encuentro de culturas. Una Iglesia que denuncie las amenazas, migrante, itinerante, con rostro amable, que cuide de la naturaleza, atractiva, con diálogo interreligioso, que acompañe a los pueblos en sus luchas e incida en políticas públicas, aliándose con otros, que construya una eclesiología propia y una teología indígena y amazónica.
Como fue puesto de manifiesto por los participantes del encuentro, es urgente reconocer el papel de liderazgo y protagonismo de la mujer, el diaconado permanente, el sacerdocio de casados, la participación activa de los laicos a través de la diversidad de ministerios, sanar las heridas y reconciliarse con la vida e historia de la Amazonía, una vida religiosa que promueva la intercongregacionalidad, rompa esquemas y fronteras, trabaje en red, profética, oyente, guardiana de la vida y derechos de los pueblos e itinerante.
En ese sentido, la vida religiosa presente en el encuentro sugería que la Conferencia Caribeña y Latinoamericana de Religiosas y Religiosos - CLAR, elabore un proyecto común para la Amazonía, promoviendo una formación de los religiosos con identidad amazónica para seguir siendo signo de esperanza.
Todo ello se ha de concretar en un rostro amazónico de la Iglesia que trabaja en las fronteras, en salida, cercana a los marginados y alejados, que defienda la vida en todas sus formas, promueva las voces y acciones de los pueblos, respetando las culturas y con disposición para aprender con la vida y cultura de los pueblos, de donde deben nacer las celebraciones.