Virgen María, queremos estar contigo. Sabemos que tú estás siempre con nosotros. Gracias. Un beso. Sábado Santo
Día de silencio
Sábado Santo
“María, por su parte, conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón.” (Lc 2,19) “Su madre conservaba todo esto en su corazón” (Lc 2,51).
Tiempo de silencio
El Sábado Santo cabe volver los ojos hacia la Madre de Jesús, la que permanece de pie y en silencio. Sorprende la composición del evangelista san Lucas, quien nos presenta la misma actitud de María como reacción a lo que le decían los pastores en la hora del nacimiento de Jesús, después de los hechos sucedidos en Jerusalén, cuando el niño Jesús se quedó en el templo: guardar y meditar en su corazón. La Iglesia guarda silencio, hoy no hay liturgia, todo está vacío, desnudo, solo, como en espasmo ante el Misterio de la muerte y sepultura del Señor, y el dolor de su madre, a la vez que la serena confianza en que la muerte es puerta de vida. “Es bueno esperar en silencio | la salvación del Señor” (Lm 3,25).
Jesucristo, el silencio y el vacío de Dios
La belleza nace del vacío de Cristo en la cruz, de su costado abierto, que aguarda la respuesta transfiguradora. Ante la entrega total de Jesús, por un amor concreto a la voluntad de su Padre, que revela el amor de Dios a toda la humanidad, el silencio es la respuesta de aquellos que asistieron al momento histórico de la muerte del Señor: “Toda la muchedumbre que había concurrido a este espectáculo, al ver las cosas que habían ocurrido, se volvía dándose golpes de pecho” (Lc 23,48).
Propuesta: Acompañar a María
Santa María, madre nuestra, al contemplarte al pie de la Cruz, vemos que no estás sola. Junto a ti están algunas mujeres y el discípulo amado. Además, tu hijo Jesús antes de morir, le dejó al discípulo preferido el encargo de acogerte como a su propia madre.
Al leer el Evangelio, nos damos cuenta de que nunca estuviste sola, tu esposo san José estuvo siempre junto a ti en los momentos difíciles, al dar a luz a tu Hijo, en la huida a Egipto, en el retorno a Nazaret, y en la subida al templo, cuando Jesús cumplió dice años.
Jesús estuvo contigo en casa durante treinta años, y te dio el respaldo social de ser mujer protegida con su presencia. Cuando Él comenzó su misión, empujado por ti en Caná de Galilea, tú le acompañabas. Te vemos en la boda de Caná, y escuchando entre la gente las enseñanzas de tu Hijo.
En el momento supremo, la cercanía de las mujeres que siguieron a Jesús como discípulas suyas, fueron tus amigas fieles, quienes te acompañaron en los momentos más recios. Después de la Ascensión de Jesús a los cielos, sabemos que estabas entre los apóstoles y algunas mujeres en el Cenáculo orando. María, tú nunca has estado sola. Por eso hoy queremos seguir siendo tu acompañamiento.
Mas, cuando venimos a ofrecerte nuestro cariño, descubrimos que eres tú la que nunca más nos quieres y nunca nos dejas solos. Tú ejerces la misión entrañable que te encargó tu Hijo en la cruz, de ser nuestra madre.
Virgen María, queremos estar contigo. Sabemos que tú estás siempre con nosotros. Gracias. Un beso.