Raimon Panikkar y la complejidad de la Realidad
Durante mucho tiempo, calificar algo de complejo servía para designar una dificultad de comprensión o de realización; al mismo tiempo, cumplía un papel de explicación de lo que no se podía explicar de otro modo. Pero la complejidad se convirtió desde hace décadas en objeto de estudio y de investigación sistemática; sobre todo en física, química y biología; y, lo que es más importante, en una explicación bastante satisfactoria de lo que la Realidad es.
Ilya Prigogine, premio Nóbel y uno de los principales científicos de la complejidad, dice que el mundo no sigue estrictamente el modelo de un reloj con una mecánica que lo hace funcionar de manera previsible y determinada -como pensaba Descartes-, sino que la realidad es una “mezcla” de desorden y orden; los procesos de la realidad dependen de un enorme conjunto de circunstancias inciertas, que determinan que cualquier pequeña variación en un punto del planeta, genere un efecto considerable en el otro extremo de la tierra. El llamado paradigma de la complejidad es una verdadera revolución copernicana en las ciencias (física, química y biología), pero también en el pensamiento y los sistemas sociales y económicos (La nueva alianza. Metamorfosis de la ciencia). Y Edgar Morin, padre del pensamiento complejo, llegó a decir: “El universo entero es un cocktail de orden, desorden y organización” (Introducción al pensamiento complejo).
Panikkar no utiliza la palabra complejidad a lo largo de toda su obra; pero tiene, como esta teoría actual, un discurso cualitativo-complejo, no cuantitativo-reduccionista-mecanicista, como pensaban Descartes, Newton o Leibnitz.
Frente a la afirmación de estos de que no hay nada en el todo que no esté en las partes; la ciencia y la filosofía de la complejidad afirman que el todo es más que la mera suma de las partes. Por eso, dice Prigogine que necesitamos “abandonar el concepto newtoniano de que una teoría científica debería ser universal, determinista, objetiva en cuanto que no contiene referencias al observador, y completa, en cuanto que consigue el nivel fundamental de descripción que escapa las zarpas del tiempo”; la ciencia clásica enfatizaba la permanencia, la moderna habla más bien de cambio, evolución y relación; por eso “ha muerto el diablillo omnisciente”, dice el gran científico.
Hasta el siglo XIX y casi comienzos del XX, la mayoría de las ciencias tenían por modo de conocimiento la especialización y la abstracción (la reducción de un todo al conocimiento de las partes que lo componen); se basaban en la suposición de que la realidad de todo lo que existe estaba marcada por el determinismo y la aplicación de la lógica mecánica. Pero primero la vieja termodinámica, luego la actualización de esta, y después la mecánica cuántica, demostraron el fracaso de ese orden mecanicista cartesiano y la necesidad de otro orden nuevo, más acorde con lo que la Realidad es realmente: relación y complejidad.
En esta concepción de la realidad son fundamentales los principios de la termodinámica, sobre todo el de la entropía. Estos principios vienen a decir que en el mundo en que vivimos, la energía es constante y la entropía (segundo principio) aumenta a cada instante; nada permanece igual. La disipación de la energía no se puede detener, ni mucho menos revertir; la naturaleza es un gigantesco depósito de energía, pero no podemos disponer de ella sin condiciones. El principio de entropía es el motor de la evolución: sobrevivimos en un mundo en el que aumenta el desgaste en cada avance.
Por eso, dos grandes científicos como Einstein y Eddington llegaran a decir que la segunda ley de la termodinámica, es “la ley principal de toda la ciencia” (Einstein), y que se trata de la “ley metafísica suprema de todo el Universo” (Eddington). Y Bergson, filósofo espiritualista y crítico con el positivismo, pero profundo conocedor de la teoría de la relatividad y las nuevas teorías físicas actuales, llegó a decir: “La segunda ley de la termodinámica es la más metafísica de las leyes de la física” (La evolución creadora).
Las grandes figuras de la Complejidad en las Ciencias fueron Eddington (la flecha del tiempo), Heisenberg (principio de indeterminación o principio de incerteza) y sobre todo Prigogine (teoría de las estructuras disipativas), que significa expresamente el nacimiento de la complejidad. En Filosofía Whitehead (filosofía del proceso), Deleuze (filosofía de la diferencia), y sobre todo Morin (pensamiento complejo), que escribe “Me reconocí en la aspiración a la totalidad, que no es la búsqueda de un imposible saber total y absoluto… sino la incitación a conectar las verdades dispersas y las verdades antagónicas” (Mis demonios). Panikkar conoció la obra de estos científicos y filósofos (fue el primer divulgador en España del principio de indeterminación de Heisenberg) y tuvo relación con gran parte de ellos. Hablaré con más detenimiento en otro post de la relación entre el pensamiento de Panikkar y el de Morin (cf. mi trabajo “La teoría de la complejidad y su relación con el pensamiento científico de Raimon Panikkar”, Complessitá, Messina 2012).
The Rhythm of Being (New York 2010, ed. catala en Fragmenta El ritme de l’ésser. Les Gifford lectures) es el testamento filosófico-teológico-científico de Raimon Panikkar. El libro recoge sus conferencias en las prestigiosas “The Gifford Lectures” de Edinburgo, en las que participaron destacados físicos (Bohr, Eddington, Heisenberg…), filósofos (W.James, Bergson, Ricoeur, Marcel...) y teólogos (Barth, Tillich, Moltmann...). La tesis que Panikkar repite una y otra vez en The Rhythm of Being es que el ritmo cósmico es la condición universal del ser, expresión de la armonía del universo:
“La vida es ritmo… La vida es danza… Esta danza coral es la combinación de armonía y ritmo… participamos en el Ritmo porque el ritmo es otro nombre del Ser” (p.37).
“Ritmo es más que la interconexión de todas las cosas e todos los acontecimientos; es la intraconexión de todo en todo” (p.45).
“La tentativa holística de aproximación a la realidad no tiene nada que ver con el método reduccionista. El Todo no es la suma total de las sustancias en si mismas” (p.17).
La perspectiva holística de la realidad, en la que todo está interrelacionado, y una concepción de la materia y el universo opuesta a la reduccionista-cartesiana-mecanicista, marca todo el pensamiento de Panikkar. Repite constantemente en su obra su oposición a la tendencia moderna de compartimentar todo, separando las piezas del puzzle; porque esto hace imposible la experiencia del ritmo y armonía del Universo y del Ser. Esto lo hace muy próximo a la concepción del mundo que marca la teoría de la complejidad, aunque Panikkar no utilice nunca específicamente esa expresión.
“La física cuántica impugna una concepción del mundo que ha funcionado durante siglos como orientación general para los científicos: la regla de inspiración cartesiana según la cual un sistema físico puede –y debe– ser siempre analizado en sus partes”, escribe el físico y filósofo de la ciencia B. d’Espagnat (Veiled Reality. An Analysis of Present-day). Del mismo modo, para Panikkar: “El todo no es la suma de las partes” (La plenitud del hombre. Una cristofanía). Para él, como para la perspectiva cuántica y compleja, está clara la imposibilidad de aplicar a la realidad el método cartesiano de descomponer el problema complejo en pequeños problemas más fáciles de resolver, para luego recomponer la totalidad sucesivamente como suma de las soluciones parciales.
Si Heisenberg escribió: “No es ciertamente posible hacer una neta distinción entre materia animada e inanimada” (Fisica y filosofia), para Panikkar la vida está en continuidad con la naturaleza: “Toda entidad natural es una célula viviente, parte de un todo y es reflejo del todo al mismo tiempo… como el Espíritu, también la materia es viviente” (Ecosofía. Para una espiritualidad de la tierra). La materia inerte, como la vida vegetal y animal, participa como los seres humanos de la realidad cosmoteándrica; es decir, de la dimensión trinitaria de la realidad, que tiene tres polos constitutivos: Dios-Hombre-Mundo; Divinidad-Consciencia-Cosmos.
En fin, el Nóbel de Física de 1992 Georges Charpak escribe: “¡La materia es libre!”; “la libertad, o la multitud de posibilidades que nos representa la forma radical, está hondamente inmersa en el corazón mismo de la mecánica cuántica y sus leyes” (Siate saggi, diventate profeti). De modo semejante, Panikkar piensa que “la realidad es una novedad constante”, está en proceso constante; e incluso “también la materia tiene un grado de libertad” (La puerta estrecha del conocimiento). La libertad de la materia no es ciertamente la de los humanos, la de la conciencia humana, pero en cuanto inmersa en la realidad cosmoteándrica, participa de la misma dimensión de la libertad.
El joven filósofo italiano Paolo Calabrò publicó Le cose si toccano. Raimon Panikkar e le scienze moderne, en el que leemos en su Introducción:
“La materia es libre; el mundo tiene una consciencia; el pensamiento modifica lo pensado; el todo es más grande que la suma de las partes. La teoría de Raimon Panikkar puede parecer alejada de la tradición metafísica y científica de Occidente. Sin embargo, al ver las cosas más de cerca, se descubren intuiciones científicas, con las que la mecánica cuántica y la teoría del caos muestran una sorprendente afinidad con el pensamiento de Panikkar y una misma sensibilidad con los temas de la unidad y la continuidad de lo real. En la visión de Panikkar… la realidad es la trama de relaciones que liga cada cosa con la otra. No hay división; las cosas se tocan”.
Concluyendo, el discurso de Panikkar, aunque no utiliza la palabra complejidad, es complejo y no reduccionista. La interrelación de todo con todo marca la Realidad total, con su complejidad entre orden y desorden. Para Panikkar, la Realidad es compleja y aparentemente contradictoria, pero armónica: en ella, la dimensión conciencia-humana está íntimamente unida a la cósmica-material y a la espiritual-divina; las cosas temporales, las realidades humanas históricas y las entidades ideales y espirituales están también íntimamente unidas... Para Panikkar, pues, la Realidad es un todo armónico, en el que están unidas las dimensiones humana-cósmica-divina en el dinamismo y en el ritmo del Ser.
Ilya Prigogine, premio Nóbel y uno de los principales científicos de la complejidad, dice que el mundo no sigue estrictamente el modelo de un reloj con una mecánica que lo hace funcionar de manera previsible y determinada -como pensaba Descartes-, sino que la realidad es una “mezcla” de desorden y orden; los procesos de la realidad dependen de un enorme conjunto de circunstancias inciertas, que determinan que cualquier pequeña variación en un punto del planeta, genere un efecto considerable en el otro extremo de la tierra. El llamado paradigma de la complejidad es una verdadera revolución copernicana en las ciencias (física, química y biología), pero también en el pensamiento y los sistemas sociales y económicos (La nueva alianza. Metamorfosis de la ciencia). Y Edgar Morin, padre del pensamiento complejo, llegó a decir: “El universo entero es un cocktail de orden, desorden y organización” (Introducción al pensamiento complejo).
Panikkar no utiliza la palabra complejidad a lo largo de toda su obra; pero tiene, como esta teoría actual, un discurso cualitativo-complejo, no cuantitativo-reduccionista-mecanicista, como pensaban Descartes, Newton o Leibnitz.
Frente a la afirmación de estos de que no hay nada en el todo que no esté en las partes; la ciencia y la filosofía de la complejidad afirman que el todo es más que la mera suma de las partes. Por eso, dice Prigogine que necesitamos “abandonar el concepto newtoniano de que una teoría científica debería ser universal, determinista, objetiva en cuanto que no contiene referencias al observador, y completa, en cuanto que consigue el nivel fundamental de descripción que escapa las zarpas del tiempo”; la ciencia clásica enfatizaba la permanencia, la moderna habla más bien de cambio, evolución y relación; por eso “ha muerto el diablillo omnisciente”, dice el gran científico.
Hasta el siglo XIX y casi comienzos del XX, la mayoría de las ciencias tenían por modo de conocimiento la especialización y la abstracción (la reducción de un todo al conocimiento de las partes que lo componen); se basaban en la suposición de que la realidad de todo lo que existe estaba marcada por el determinismo y la aplicación de la lógica mecánica. Pero primero la vieja termodinámica, luego la actualización de esta, y después la mecánica cuántica, demostraron el fracaso de ese orden mecanicista cartesiano y la necesidad de otro orden nuevo, más acorde con lo que la Realidad es realmente: relación y complejidad.
Por eso, dos grandes científicos como Einstein y Eddington llegaran a decir que la segunda ley de la termodinámica, es “la ley principal de toda la ciencia” (Einstein), y que se trata de la “ley metafísica suprema de todo el Universo” (Eddington). Y Bergson, filósofo espiritualista y crítico con el positivismo, pero profundo conocedor de la teoría de la relatividad y las nuevas teorías físicas actuales, llegó a decir: “La segunda ley de la termodinámica es la más metafísica de las leyes de la física” (La evolución creadora).
The Rhythm of Being (New York 2010, ed. catala en Fragmenta El ritme de l’ésser. Les Gifford lectures) es el testamento filosófico-teológico-científico de Raimon Panikkar. El libro recoge sus conferencias en las prestigiosas “The Gifford Lectures” de Edinburgo, en las que participaron destacados físicos (Bohr, Eddington, Heisenberg…), filósofos (W.James, Bergson, Ricoeur, Marcel...) y teólogos (Barth, Tillich, Moltmann...). La tesis que Panikkar repite una y otra vez en The Rhythm of Being es que el ritmo cósmico es la condición universal del ser, expresión de la armonía del universo:
“Ritmo es más que la interconexión de todas las cosas e todos los acontecimientos; es la intraconexión de todo en todo” (p.45).
“La tentativa holística de aproximación a la realidad no tiene nada que ver con el método reduccionista. El Todo no es la suma total de las sustancias en si mismas” (p.17).
La perspectiva holística de la realidad, en la que todo está interrelacionado, y una concepción de la materia y el universo opuesta a la reduccionista-cartesiana-mecanicista, marca todo el pensamiento de Panikkar. Repite constantemente en su obra su oposición a la tendencia moderna de compartimentar todo, separando las piezas del puzzle; porque esto hace imposible la experiencia del ritmo y armonía del Universo y del Ser. Esto lo hace muy próximo a la concepción del mundo que marca la teoría de la complejidad, aunque Panikkar no utilice nunca específicamente esa expresión.
“La física cuántica impugna una concepción del mundo que ha funcionado durante siglos como orientación general para los científicos: la regla de inspiración cartesiana según la cual un sistema físico puede –y debe– ser siempre analizado en sus partes”, escribe el físico y filósofo de la ciencia B. d’Espagnat (Veiled Reality. An Analysis of Present-day). Del mismo modo, para Panikkar: “El todo no es la suma de las partes” (La plenitud del hombre. Una cristofanía). Para él, como para la perspectiva cuántica y compleja, está clara la imposibilidad de aplicar a la realidad el método cartesiano de descomponer el problema complejo en pequeños problemas más fáciles de resolver, para luego recomponer la totalidad sucesivamente como suma de las soluciones parciales.
Si Heisenberg escribió: “No es ciertamente posible hacer una neta distinción entre materia animada e inanimada” (Fisica y filosofia), para Panikkar la vida está en continuidad con la naturaleza: “Toda entidad natural es una célula viviente, parte de un todo y es reflejo del todo al mismo tiempo… como el Espíritu, también la materia es viviente” (Ecosofía. Para una espiritualidad de la tierra). La materia inerte, como la vida vegetal y animal, participa como los seres humanos de la realidad cosmoteándrica; es decir, de la dimensión trinitaria de la realidad, que tiene tres polos constitutivos: Dios-Hombre-Mundo; Divinidad-Consciencia-Cosmos.
El joven filósofo italiano Paolo Calabrò publicó Le cose si toccano. Raimon Panikkar e le scienze moderne, en el que leemos en su Introducción:
“La materia es libre; el mundo tiene una consciencia; el pensamiento modifica lo pensado; el todo es más grande que la suma de las partes. La teoría de Raimon Panikkar puede parecer alejada de la tradición metafísica y científica de Occidente. Sin embargo, al ver las cosas más de cerca, se descubren intuiciones científicas, con las que la mecánica cuántica y la teoría del caos muestran una sorprendente afinidad con el pensamiento de Panikkar y una misma sensibilidad con los temas de la unidad y la continuidad de lo real. En la visión de Panikkar… la realidad es la trama de relaciones que liga cada cosa con la otra. No hay división; las cosas se tocan”.
Concluyendo, el discurso de Panikkar, aunque no utiliza la palabra complejidad, es complejo y no reduccionista. La interrelación de todo con todo marca la Realidad total, con su complejidad entre orden y desorden. Para Panikkar, la Realidad es compleja y aparentemente contradictoria, pero armónica: en ella, la dimensión conciencia-humana está íntimamente unida a la cósmica-material y a la espiritual-divina; las cosas temporales, las realidades humanas históricas y las entidades ideales y espirituales están también íntimamente unidas... Para Panikkar, pues, la Realidad es un todo armónico, en el que están unidas las dimensiones humana-cósmica-divina en el dinamismo y en el ritmo del Ser.