Viaje por las catedrales españolas (IV) Segovia: la 'dama' de las catedrales
El primer templo segoviano es un verdadero museo, lo que en gran parte se explica por las riquezas que acumulaba la Iglesia, cuyos representantes percibían todos los años la décima parte de la producción agrícola-ganadera de tan rica diócesis
Si el poeta y catedrático de Francés del Instituto de Segovia, don Antonio Machado, hubiera podido efectuar en los años 1919-1932, sus desplazamientos en el AVE - Alta Velocidad- desde Madrid a la ciudad del Eresma, seguramente que se nos hubieran quedado inéditos estos versos suyos:
“Lejos, Madrid se otea/, Y la locomotora /resuella, silva, humea/ y su riel metálico devora/, ya sobre el ancho campo que ver./ Mariposa montés , negra y dorada/ al azul de la abierta ventanilla/, ha asomado un momento, y remozada/, una encina de flor verdiamarilla /. Y pasan chopo y chopo en larga hilera/ los almendros del huerto junto al río. /Lejos quedó la amarga primavera / de la alta casa en Guadarrama frío…”
Y, ya en Segovia, trajeados nosotros para visitar su catedral – “La dama de las catedrales” en el glorioso elenco universal de edificaciones tan santas y artísticas-, le prestamos atención a la siguiente leyenda:
Era judía y se llamaba Esther. Reunida en conciliábulo, la aljama de Segovia, decidió despeñarla desde lo más alto de las Peñas Grajeras a consecuencia de mantener relaciones con un caballero cristiano. En torno al lugar, se convocaron hebreos, cristianos y moriscos. Esther, momentos antes de ser despeñada, se encomendó a la Virgen de la que solía hablarle el caballero cristiano. Precisamente desde Peñas Grajeras se podía contemplar la silueta de la catedral vieja en la que se veneraba la imagen de la Virgen :”¡.Virgen María, tú que ayudas a los cristianos, ten piedad de esta judía..¡” La tradición asegura que, cuando los judíos intentaron recoger el cadáver de Esther, se la encontraron de rodillas dándole gracias a la Virgen y sin haber sufrido daño alguno. Bautizada en la catedral, con el nombre de María del Salto, consagró su vida al servicio del culto y en la iglesia primera de Segovia está enterrada…
La catedral actual fue construida con planos de Juan Gil de Hontañón, quien por aquel tiempo también dirigía las obras de la catedral nueva de Salamanca. La primera piedra fue colocada el día 8 de junio de 1525 y en su construcción colaboraron activamente todos los gremios y todas las cofradías “echando piedras”, como así era llamada tan santa y edificadora tarea. Se inauguró el año 1558. Mide 105 metros de largo, 50 de ancho y 33 de alto en la nave central. Destacan las torrecillas, los arbotantes esbeltos y la poderosa torre de 90 metros de altura, que forma parte de la fachada principal. El conjunto catedralicio segoviano es uno de los últimos erigidos en España de estilo gótico tardío…
El Altar Mayor, labrado en mármoles, jaspes y bronce dorado, fue costeado por el rey Carlos III, que encomendó la construcción a su arquitecto Sabatini, en 1708. Es singularmente importante la imagen gótica del siglo XIV, de Nuestra Señora de la Paz, con vestido enteramente cubierto de plata, donado por Enrique IV de Castilla. La sillería gótica de fines del siglo XV, procede de la catedral antigua.
El trascoro neoclásico es obra de Ventura Rodríguez y en él se venera el arca de plata con los restos-reliquias de san Frutos. En la capilla de san Blas se halla la imagen de un Cristo Yacente, de Gregorio Fernández. En la de santa Bárbara está la pila bautismal gótica procedente del antiguo templo. En la del Santísimo y en un retablo de cerámica de Daniel Zuloaga, se venera el Cristo de la Agonía, de Manuel Pereira, que es una de las imágenes más perfectas de toda la escuela barroca española. José de Churriguera trazó la capilla del Sagrario. Ramón Bayeu pintó la del Rosario. La del Santo Entierro, o de la Piedad, contiene el soberbio retablo de Juan de Juni, fechado en 1571.
Su claustro y su museo merecen una más detallada visita, para poder contemplar tablas de Berruguete o de Alfonso Sánchez Coello, piezas riquísimas de platería, la gran Custodia procesional, tapices bruselenses y documentos del archivo catedralicio, que conserva numerosos códices miniados e incunables, así como las actas del Sínodo de Águilafuente, uno de los primeros libros impresos en España.
El primer templo segoviano es un verdadero museo, lo que en gran parte se explica por las riquezas que acumulaba la Iglesia, cuyos representantes percibían todos los años la décima parte de la producción agrícola-ganadera de tan rica diócesis. Por cierto que en el Sínodo celebrado en Águilafuente el año 1472, presidido por el potentado obispo Juan Arias Dávila, “se prohíbe a los clérigos intervenir en asuntos de política y de guerra”.
En el organigrama catedralicio, procede mentar el edificio del Palacio Episcopal, de piedra de granito, posiblemente también obra pensada para menesteres civiles de Rodrigo Gil de Hontañón, construido en el siglo XVI, y que perteneció a la Iglesia diocesana para residencia de su obispo en el siglo XVIII. En idéntico organigrama catedralicio segoviano es cita obligada “La Claustra”, “Canongías” o “Barrio de los Canónigos”, de la antigua catedral de Santa María, quienes ya desde el siglo XII dispusieron de viviendas propias en la zona comprendida entre la iglesia de san Andrés y el Alcázar, delimitada a ambos lados por la muralla. Su puerta es románica y alguno de sus cronistas llegó a ser y llamarse don Francisco de Quevedo y Villegas, poeta y escritor universal y “pícaro” reconocido, pero a tiempo parcial.
Dejamos a un lado las leyendas y las tradiciones –unas buenas y otras peores- compendiadas en tal barrio, en sus alrededores y, en general, en templos, plazas, miradores, palacios, sepuolcros y fiestas, monumentos como el acueducto con sus 20,400 sillares, y 166 arcos de dos pisos y una altura máxima de 28,1º metros,“obra del demonio”, y de la limpia y generosa mano del maestro Azorín, nos despedimos, por ahora, de la “Dama de las Catedrales”, con este emocionado recuerdo del prosista viajero tan ilustre:
“La catedral es una y varia a través de los siglos; aparece distinta en las diversas horas del día; se nos muestra con distintos aspectos en las varias estaciones. En los días de espesas nevadas, los nítidos copos cubren los pináculos, arbotantes, gárgolas, cresterías, florones; se levanta la catedral, entonces, blanca sobre la ciudad blanca. En los días de lluvia, cuanto los canales de las casas hacen un ruido del agua. En las noches de luna, desde las lejanas lomas que rodean la ciudad, divisamos la torre de la catedral destacándose en cielo diáfano y claro. Muchos días de verano, en las horas abrasadoras del mediodía, hemos venido con un libro a los claustros silenciosos que rodean el patio del patio con su ciprés y sus rosales…”
De todas y santas maneras, pertrechados con multitud de recuerdos de los que “La dama de las catedrales”- es eje y justificación, además de una buena parte del libro de “Las Moradas” del “ que en su monasterio escribiera santa Teresa, y del seráfico puñado de versos y cantares que rezara san Juan de la Cruz en su convento de los Carmelitas Descalzos en el que hoy se halla su sepulcro, no sería justo olvidarse de que en la plaza de san Nicolás, con iglesia del siglo XII, refieren las crónicas que “solían “darse cita las nobles familias segovianas, que eran muchas y acaudaladas, al obtener grandes beneficios económicos en las expediciones de pillajes organizados, a modo de “santa cruzada”, por tierra de moros, sobre todo por las de Andalucía y Extremadura”, detallándose que en uno de ellos “volvieron victoriosos a su patria, con un botín de 50,000 ovejas y multitud de cabezas de ganado vacuno”. La catedral, los templos, los obispos, los canónigos, los monasterios de monjas y monjes, el clero en general y los nobles y sus palacios…resultaban ser insaciables…