La fe produce “otra inflamación mayor de otro amor mejor” Domingo 21º TO (23.08.2020): ¿Quién es Jesús para mí?

“Ir a ti”, “Hijo del Dios vivo”, es una gracia

Comentario: “Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?” (Mt 16, 13-20)

Llega Jesús a la región de “Cesarea de Filipo”, al norte de Galilea, cerca del nacimiento del Jordán. Esta ciudad la reconstruyó el tetrarca Filipo en honor de César-Augusto. Mucha gente, ante el rechazo de los sectores más cultos y piadosos -fariseos y escribas-, se aparta de Jesús. El mismo Jesús teme represalias. Pone tierra por medio, y se retira a estas regiones del norte a repensar su ministerio. Es lógico que pulse la opinión de la gente y el grado de adhesión de los discípulos.

¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?”. La respuesta recoge los rumores populares: en los ambientes de la corte de Herodes (14,2), tras la experiencia del Bautista, dicen que es Juan redivivo. Otros hablan de Elías, esperado para consagrar al Mesías (Mal 3, 23-24; Eclo 48,10)y preparar el Reino de Dios. El mismo Jesús, para explicar la figura de Juan el Bautista, alude a Elías como el profeta “que tenía que venir”  (Mt 11, 14). Bajando del monte de la transfiguración, les dice que “Elías ya ha venido, y no lo reconocieron... Entonces entendieron los discípulos que se refería a Juan el Bautista(Mt 17,10-13).Una tercera opinión le cree Jeremías: por la semejanza en acusar al templo de “cueva de bandidos” (Jer 7,11), en amar al pueblo, orar y sufrir por él (2Mac 15,14). Y por fin algunos le creen un profeta sin más, por decir lo que Dios diría en la situación actual.

Y vosotros, ¿ quién decís que soy yo?”. Pedro, en nombre de los Doce, contesta: “Tú eres el Mesías, el Hijo del Dios vivo”.Jesús reconoce “bienaventurado” a Pedro porque ha aceptado la revelación del Padre. La fe en la divinidad de Jesús es un regalo, una gracia. Pedro, como todo creyente, ha sido agraciado con la fe en el Dios vivo, el Padre de Jesús. Por esta fe, se reconoce a Pedro que “es piedra” viva que entra a formar parte de la Iglesia, la ciudad nueva. “El poder del infierno (lit.: las puertas del Hades –región de los muertos, la muerte) no la derrotará”: es un modo de expresar la victoria sobre la muerte, “el que cree en mí no morirá para siempre” (Jn 11, 25-27).

Te daré las llaves del reino de los cielos... Lo que ates... y lo que desates...”. Son dos metáforas de la actividad creyente: admitir o rechazar en la Iglesia a quienes aceptan o no a Jesús y su reino, e interpretar la Ley desde el Evangelio. El poder omnímodo que los Papas, desde Gregorio VII, se atribuyeron no procede del Evangelio. “Que él sólo puede llevar las insignias imperiales. Que todos los príncipes deben de besar los pies solamente del Papa. Que le es lícito deponer a los emperadores. Que no sea juzgado por nadie”... son excesos que no proceden del Espíritu de Jesús. El poder de las llaves y el atar y desatar está referido al evangelio, y sólo tiene sentido cuando refleja el Espíritu de Jesús. Los católicos han aplicado estas funciones casi en exclusiva al Papa y a su Colegio apostólico. El Papa ha sido declarado fundamento de la Iglesia, mayordomo o supervisor de la misma, y único intérprete de la Ley según la mente de Jesús. La tradición protestante interpreta estas palabras de Jesús como un reconocimiento de la actitud de fe. Creer en Jesús como Mesías e Hijo de Dios es la “roca” sobre la que se asienta la Iglesia, la puerta para entrar en ella, y la capacidad para interpretar la Ley según la mentalidad de Jesús. Debe brillar en los responsables de las comunidades.

Oración: ¿Quién es Jesús para mí?(Mt 16, 13-20)

Has llegado, Señor, a un enfrentamiento con los dirigentes:

los sectores más religiosos y cultos no aceptan tu pretensión;

tu fe en el Padre Dios les resulta blasfema;

poner el amor por encima de la  Ley es intolerable;

tu libertad ante las instituciones les parece muy peligrosa;

no respetar el ayuno ni la leyes de impureza te hace incompatible con Dios.

Mucha gente sencilla no comprende e intenta alejarse:

tu misión parece abocada al fracaso;

te retiras con los discípulos a Cesarea de Filipo;

intentas revisar tu ministerio con la comunidad más cercana.

“¿Quién dice la gente que es el Hijo del Hombre?”:

como buen misionero quieres saber el calado de tu mensaje;

te inquieta la interpretación de tu actividad;

te preocupa la confusión de tu identidad y pretensión.

Los discípulos, sin edulcorar la realidad, recogen la realidad:

- en los ambientes de la corte de Herodes eres Juan Bautista:

despreciado por las autoridades judías;

encarcelado y asesinado por el poder político;

creen que pretendes reivindicar su figura.

- otros hablan de Elías, profeta de fuego, testigo de la fe de Israel:

perseguido en tiempos de corrupción religiosa;

esperado para preparar el día del Señor y consagrar a su Mesías; 

tú le habías identificado con Elías “el que tenía que venir” (Mt 11,14);

bajando del monte de la transfiguración, habías dicho que

Elías ya ha venido y no lo reconocieron...;

los discípulos entendieron que te referías a Juan Bautista” (Mt 17,10-13).

- una tercera opinión te identifica con Jeremías:

por acusar de convertir el templo en “cueva de bandidos” (Lc 19,46);

por gritar en soledad un amor entrañable al pueblo;

por orar y sufrir en medio de la indiferencia y oscuridad.

- Por fin, algunos te creen un profeta sin más:

alguien que anima la esperanza mesiánica;

soñador de un mundo mejor, fruto del Espíritu divino;

una persona que dice lo que Dios quiere en ese momento;

la gente supera así a los dirigentes, 

que “veían claro que estabas endemoniado” (Jn 8, 52),

porque sólo les importa la Ley, el Templo y su sacerdocio.

Y vosotros, ¿ quién decís que soy yo?:

Pedro, en nombre de la comunidad, afirma algo inaudito:

Tú eres el Mesías, el Hijo del Dios vivo”.

Hoy, como ayer, esta afirmación supera nuestroconocimiento:

ni la ciencia, ni la historia, ni la filosofía... se atreven a tanto.

Por eso le dices: “¡Bienaventurado tú, Simón, hijo de Jonás!,

porque eso no te lo ha revelado ni la carne ni la sangre,

sino mi Padre que está en los cielos”.

“Ir a ti”, “Hijo del Dios vivo”, es una iluminación:

el amor del Padre “ilumina los ojos de nuestro corazón

para comprender la esperanza..., la riqueza de gloria...,

la grandeza de su poder en favor de nosotros, los creyentes...” (Ef 1,18-19);

el Espíritu que viene de Dios nos hace conocer sus dones;

nosotros tenemos la mente de Cristo” (1Cor 2,12.16). 

nadie puede venir a mí si no lo atrae el Padre que me ha enviado”;

nadie puede venir a mí si el Padreno se lo concede” (Jn 6,44.65).

La fe en tu ser “Hijo de Dios” es fundamento de nuestra vida:

como María, como Pedro, somos dichosos al creer en Ti; 

esta fe es la roca sobre la que se asienta nuestra vida;

esta fe nos fortalece en tu seguimiento;

esta fe cuida y supervisa la Iglesia, guiada por el Espíritu;

esta fe interpreta tu amor en toda circunstancia; 

esta fe “vence todos los apetitos y niega los gustos de todas las cosas,

con cuyo amor y afición se suele inflamar la voluntad para gozar de ellos”; 

esta fe es “otra inflamación mayor de otro amor mejor, que es el del Esposo”;

esta fe nos hace “estar inflamados de amor y con ansias” 

(San Juan de la Cruz: 1Subida del Monte Carmelo, cap. 14, 2).

Cristo Jesús, Hijo del Dios vivo, Hijo del Amor:

para mí, eres mi amigo y hermano;

te creo vivo, resucitado, hecho espíritu de amor;

vives en mi espíritu, en mi inteligencia, en mi sentimiento;

tu vida me hacer crecer la confianza en el Amor de la Vida;

me haces “excusar, creer, esperar, soportar” (1Cor 13,7);

me abres creativamente a favor de los más débiles;

te escucho en “el sentido de los fieles”, clamor del Espíritu.

Preces de Fieles (D. 21º TO 23.08.2020): “Ir a ti”, “Hijo del Dios vivo”, es una gracia

Con san Juan de la Cruz podemos decir que nuestra vida es “una noche oscura con ansias de amores inflamada”. La fe es noche porque vive en medio de tinieblas: odios, enfermedades, ansias insatisfechas... Pero la fe es “otra inflamación mayor de otro amor mejor”, el amor divino. Pidamos crecer en este Amor, diciendo: “Tú eres el Mesías, el Hijo delAmor”. 

Por nuestro mundo:

- que comprenda que todos tenemos derecho a vivir en paz;

- que viva y ayude a vivir a todos;

Roguemos al Señor: “Tú eres el Mesías, el Hijo del Amor”.

Por las religiones:

- que colaboren en hacer un mundo más humano;

- que ofrezcan su sentido de la vida en respeto y libertad.

Roguemos al Señor: “Tú eres el Mesías, el Hijo del Amor”.

Por nuestra Iglesia:

- que imite a Jesús, dedicado a cuidar la vida;

- que sea siempre factor de vida y de paz.

Roguemos al Señor: “Tú eres el Mesías, el Hijo del Amor”.

Por las intenciones del Papa (agosto 2020):

- que valoremos a “todas las personas que trabajan y viven del mar”;

- que “los marineros, los pescadores y sus familias” vivan dignamente.

Roguemos al Señor: “Tú eres el Mesías, el Hijo del Amor”.

Por los más débiles:

- que sientan la fortaleza del Amor que les hace vivir;

- que se den a respetar en su dignidad de personas.

Roguemos al Señor: “Tú eres el Mesías, el Hijo del Amor”.

Por esta celebración:

- que nos ayude creer mucho en Jesús, profeta de Dios;

- que imitemos su vida de ayuda desinteresada a todos.

Roguemos al Señor: “Tú eres el Mesías, el Hijo del Amor”.

Queremos, Señor, acompañar la vida con tu amor. Creemos que Tú estás siempre con nosotros, con todos los seres humanos. Esta es nuestra fe: tú eres el Mesías, el enviado del Dios vivo, del Dios Amor, que vives por los siglos de los siglos.

Amén.

Jaén, 23 de agosto de 2020

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