¡Conviértenos al Amor que “no lleva cuentas del mal”! Domingo 24º TO (13.09.2020): En la Iglesia debe brillar el perdón gratuito

Las “formas A, B y C” de la Penitencia deberían ser igualmente libres

Comentario: “hasta setenta veces siete” (Mt 18, 21-35)

El “discurso comunitario” (Mt 18) termina con la proposición de perdonar siempre y con la parábola del siervo cruel, contradictorio, que pide entrañas de perdón a los demás y él no las tiene. Qué menos que la reciprocidad: “todo lo que deseáis que los demás hagan con vosotros, hacedlo vosotros con ellos” (Mt 7,12). “Tratad a los demás como queréis que ellos os traten” (Lc 6,31). Es ética humana elemental.

Jesús, lleno del amor divino, invita a ir más allá:

- “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen” (Lc 23,34).

- ”Sed buenos, comprensivos, perdonándoos unos a otros como Dios os perdonó en Cristo” (Ef 4,32). 

- “Como elegidos de Dios, santos y amados, revestíos de compasión entrañable, bondad, humildad, mansedumbre, paciencia. Sobrellevaos mutuamente y perdonaos cuando alguno tenga quejas contra otro. El Señor os ha perdonado: haced vosotros lo mismo” Col 3,12-13).

- Esteban “cayendo de rodillas y clamando con voz potente, dijo: «Señor, no les tengas en cuenta este pecado». Y, con estas palabras, murió” (He 7,60) .

- “También Cristo padeció por vosotros, dejándoos un ejemplo para que sigáis sus huellas... Él no devolvía el insulto cuando lo insultaban; sufriendo no profería amenazas; sino que se entregaba al que juzga rectamente” (1Pe 2,21-23);

- “El amor no lleva cuentas del mal... Todo lo excusa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta” (1Cor 13,4-7).

En la Iglesia debe brillar el perdón desinteresado. Ella ha recibido de Jesús dicha orientación. A la pregunta de Pedro sobre los límites del perdón, Jesús responde que no hay límites. La práctica eclesial del perdón debería reflejar el Amor gratuito. Las Formas “A” (privada total), “B” (pública en parte) y “C” (pública con confesión y absolución generales) deberían ser todas ofrecidas en tiempo determinado para que los fieles pudieran elegir la que mejor consideren para sus vidas. La “forma C” es sin duda la más expresiva del Amor divino, desinteresado y gratuito.

La parábola intenta iluminar el perdón cristiano, el ilimitado. Tiene dos escenas. En la primera sobresale la enorme deuda del empleado regio. Diez mil era el número más alto, y el talento la medida dineraria más elevada. En la segunda escena, la deuda entre los empleados son cien denarios. Equivale al jornal de tres meses del asalariado de más baja categoría. Para un funcionario alto es una deuda insignificante.

La comparación entre ambas escenas está en la pregunta: “¿No debías tú también tener compasión de tu compañero, como yo tuve compasión de ti?”. Humanismo puro. Humanismo que se estira hasta el humanismo divino, manifestado en Cristo. Desde la experiencia del perdón del Padre tiene sentido el perdón ilimitado al hermano. Esta es la condición del perdón de Dios: “Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, también os perdonará vuestro Padre celestial, pero si no perdonáis a los hombres, tampoco vuestro Padre perdonará vuestras ofensas” (Mt 6, 14-15).

Oración: “hasta setenta veces siete” (Mt 18, 21-35)

Tu Reino, Jesús, es el reino del amor sin límites:

sentimos la vida como un regalo del Amor, Padre y Madre;

creemos que el Misterio radical es el “Amor”;

nuestro Dios “hace salir el sol sobre buenos y malos”,

manda la lluvia sobre justos e injustos” (Mt 5,45);

nuestro Dios “no envió a su Hijo al mundo para juzgar al mundo,

sino para que el mundo se salve por él” (Jn 4,17);

el modelo de nuestra conducta es el amor del Padre:

sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto” (Mt 5,48.

Hoy, una parábola retrata el amor del Padre:

se compadeció el señor de aquel criado,

y lo dejó marchar, perdonándole la deuda” (v. 27).

Y nuestro desamor:

pero él se negó y fue y lo metió en la cárcel

hasta que pagara lo que debía” (v. 30).

Entre estas dos opciones hay una misma plegaria:

ten paciencia conmigo y te lo pagaré todo” (vv. 26.29) .

Ayúdanos, Cristo Jesús, a vivir el perdón:

¿Podemos exigir para perdonar más que la plegaria:

ten paciencia conmigo”?

Es cierto que no es fácil “tener paciencia”:

con quien nos agrede una y otra vez;

con quien nos margina porque no compartir sus ideas;

con quien solo en apariencia nos acepta;

con quien informa injustamente de nosotros;

con quien nos condena al ostracismo y al silencio.

Haznos, Jesús, conocer el corazón paciente del Padre:

para regalar amor sin interés de ninguna clase;

para suplicar a los demás que “tengan paciencia con nosotros”;

para aceptar la “deuda de amor” con el Padre y los hermanos.

Hoy vivimos en deshumanidad constante:

la codicia de tener cada vez más no tiene límites;

la economía mundial está orientada a la ganancia;

la brecha entre ricos y pobres aumenta cada día;

el hambre, la enfermedad, el analfabetismo,

la mortalidad infantil, el hacinamiento de los pobres...

siguen vigentes en nuestro mundo.

Para ti, Jesús, los bienes deben estar al servicio de todos:

condenas la acumulación de riqueza (Lc 16,19-31);

seguirte supone compartir los bienes (Lc 19,  1-10; Mc 10,17-27; Mt 25,31-46); 

piensas y practicas la multiplicación de los panes (Mc 6,35-4-4);

tus primeros seguidores tenían clara tu inspiración:

Los creyentes vivían todos unidos y tenían todo en común” He 2,44);

El grupo de los creyentes tenía un solo corazón y una sola alma:

nadie llamaba suyo propio nada de lo que tenía,

pues lo poseían todo en común” (He 4,32).

Perdona, Señor, nuestro egoísmo sin límites.

Conviértenos al Amor que “no lleva cuentas del mal;

no se alegra de la injusticia, sino que goza con la verdad.

Todo lo excusa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta” (1Cor 13,5-7).

Preces de Fieles: (D. 24º TO (13.09.2020): En la Iglesia brilla el perdón gratuito

La convivencia es siempre problemática. Pide paciencia, ayuda mutua, buenas intenciones, comprensión... Cosas que no siempre ocurren. Todos estamos lastimados por algún comportamiento negativo. Pidamos hoy perdonar y comprender como Jesús nos perdona y comprende, diciendo: “Perdona, Señor, nuestro egoísmo sin límites”.

Por nuestra Iglesia:

- que brille en ella el perdón gratuito, sin humillación ni castigo;

- que “no imponga más cargas que las indispensables” (He 15,28).

Roguemos al Señor: “Perdona, Señor, nuestro egoísmo sin límites”.

Por la paz en los pueblos:

- que sean capaces de dialogar y buscar el bien común;

- que se busque la igualdad en las necesidades básicas.

Roguemos al Señor: “Perdona, Señor, nuestro egoísmo sin límites”.

Por las intenciones del Papa (septiembre 2020):

- que “se respeten y no sean saqueados los recursos del planeta”;

-que “los recursos del planeta se compartan de manera justa y respetuosa”.

Roguemos al Señor: “Perdona, Señor, nuestro egoísmo sin límites”.

Por nuestros políticos:

- que no mientan y trabajen por el bien común;

- que sean ejemplares en su vida privada y pública.

Roguemos al Señor: “Perdona, Señor, nuestro egoísmo sin límites”.

Por los enfermos, sin techo, parados, presos...:

- que nos hagamos encontradizos y les acompañemos;

- que sientan el aliento de Jesús en nuestra ayuda.

Roguemos al Señor: “Perdona, Señor, nuestro egoísmo sin límites”.

Por esta celebración:

- que sea reconciliadora entre nosotros y con el Señor;

- que nos una en la vida real, en el respeto y ayuda a todos.

Roguemos al Señor: “Perdona, Señor, nuestro egoísmo sin límites”.

Perdona, Señor, nuestro egoísmo sin límites. Conviértenos al Amor que “no lleva cuentas del mal; no se alegra de la injusticia, sino que goza con la verdad. Todo lo excusa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta” (1Cor 13,5-7). Que perdonemos como tú, Cristo, que vives por los siglos de los siglos.

Amén.

Jaén, 13 septiembre 2020

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