El obispo de Lleida afronta el segundo año desde que presentó su renuncia al Papa Salvador Giménez: "Quisiera que mi sucesor fuera catalán, joven y que colaborara con toda la diócesis"

Salvador Giménez, obispo de Lleida
Salvador Giménez, obispo de Lleida Flama

"Durante estos nueve años en Lleida, he creído que, como obispo, no puedo contribuir a dividir a la sociedad y, por eso, para mí es más importante la unidad de los católicos que el enfrentamiento producido por otros motivos"

"Quisiera, en cualquier caso, que fuera alguien catalán, joven y que colaborara en todo lo que se le pidiera, sin meterse en temas espinosos. Así es como procuro y he procurado encontrarme siempre yo en Lleida, donde llegué para poder sentirme como un miembro más de toda su comunidad de católicos y católica"

Desde el balcón de su despacho, en el Palacio Episcopal de Lleida, el obispo Salvador Giménez (Muro de Alcoy, Alicante, 1948) observa un jardín interior y, a pocos metros, el movimiento de vehículos que frecuentan una de las vías más transitadas de la capital del Segrià, entre la rambla de Aragón y la calle del Obispo, donde se encuentra el edificio.

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Desde aquí, el prelado ha visto pasar los últimos nueve años de su vida, el último del cual ha sido tras cumplir 75 años y poner su cargo a disposición del papa Francisco. Lo hizo, como establece el derecho canónico, por medio de una carta que, de momento, no ha tenido respuesta, si bien el también presidente del Secretariado Interdiocesano de Medios de comunicación social (SIMCOS) y de Cáritas en Lleida tiene en mente la ubicación de su próximo destino, ya como obispo emérito.

Salvador Giménez Valls
Salvador Giménez Valls Flama

Cuando el Papa decida que usted pueda dar un paso atrás, volverá a su tierra natal. Lo hará observando, sin embargo, que ha habido comunidades religiosas que en los últimos tiempos también han tenido que hacer las maletas, como las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl.

Así es. Tienen falta de vocaciones, como nos ocurre en todas las comunidades, y, en Lleida, hace unos meses que también han tenido que irse. Por eso, hoy [refiriéndose al pasado 27 de septiembre, cuando se hizo la entrevista] celebramos el día de San Vicente de Paúl sin las últimas religiosas que teníamos en la ciudad. A esto se ha sumado que los últimos sacerdotes claretianos que teníamos también hayan tenido que dejar a Lleida.

En un último momento, quedaban tan sólo tres miembros de la comunidad claretiana.

Sí. Uno es mayor, el otro, relativamente joven y, finalmente, otro tercero que es, también, de edad muy avanzada. Un sacerdote de la diócesis, Víctor Martínez, ya se está ocupando desde hace muy pocos días de relevarlos y llevar a cabo las tareas pastorales en la parroquia de San Antonio María Claret del barrio de Balàfia, pero con otro estilo, puesto que, cuando somos sacerdotes, cada uno marca su psicología y sus cualidades.

Me quedaré en una parroquia a confesar y celebrar misa. Creo que allí podré hacerlo mejor que yéndome a Muro de Alcoy, mi pueblo de nacimiento

¿Qué hará en Valencia cuando sea obispo emérito?

Me quedaré en una parroquia a confesar y celebrar misa. Creo que allí podré hacerlo mejor que yéndome a Muro de Alcoy, mi pueblo de nacimiento.

Ha ordenado, como obispo auxiliar de Valencia (2005-2009), a unos siete sacerdotes; como obispo de Menorca (2009-2015), a tres y, como obispo de Lleida, a un par: el Josep Solé y el mexicano Joshua Enrique Carrillo. ¿Le hubiera gustado ordenar a más sacerdotes?

Sí. La falta de curas y, por tanto, de ordenaciones, es una realidad a la que debemos irnos acostumbrando. Así como hace medio siglo nosotros ayudamos, como misioneros, a muchos países de África y América del Sur, ahora, desgraciadamente, aquellos países deben ayudarnos a no dejar nuestras comunidades sin rectores. Por tanto, como se ha visto últimamente aquí, debemos recurrir a traer sacerdotes de Colombia, de Chile o de donde sea. En este sentido, la respuesta del pueblo ha sido relativamente buena, y en gran medida porque hay una buena predisposición, por parte de los nuevos curas, a integrarse y aprender el catalán.

Hablando de lengua, y siendo usted valenciano, ¿cree que el valenciano en la liturgia en la archidiócesis de Valencia podrá pasar a otra fase que no sea la del desprecio?

Es un tema muy vidrioso y de difícil resolución. Como sucede con todos los problemas serios, éste requiere tiempo y madurez en las tomas de contacto que se puedan ir estableciendo. La responsabilidad está en manos de todos, es decir, en las de los sacerdotes y en la de los obispos que no se acaban de convencer de la utilidad que tiene el uso de las dos lenguas en sus iglesias. Lo que existe ahora es una división provocada por la diferente concepción de la aplicación de la lengua valenciana.

Se convertirá en obispo emérito teniendo, en su trayectoria, la cuestión del litigio con la diócesis de Barbastro-Monzón en relación a los bienes eclesiásticos de la Franja. ¿Qué sabor de boca le queda?

Sólo por haber tenido que pasar por los tribunales a declarar ante los jueces y por vivir rodeados de acusaciones constantes por robar estas piezas (de unas parroquias que habían formado parte de la diócesis de Lleida), lo he vivido mal, ciertamente. La gestión de todo este asunto no ha sido uno de los aspectos más agradecidos a mí en toda mi carrera eclesiástica.

Se ha declarado a menudo un apasionado del patrimonio catalán, ¿no?

Sí, y, por eso, pienso que lo que ocurre aquí con Catalonia Sacra es que debería ser más conocida por toda la sociedad. Así es como a mí me gustaría que fuese. Se ha hecho un trabajo, con poca gente, muy valioso para todas las diócesis, y se ha demostrado que hay mucha gente preocupada por recuperar y mostrar a todo el mundo el arte religioso, ampliando el radio de acción para que cada vez sean más las personas que colaboren.

¿Qué espera de los trabajos que puedan acabar acordándose por parte de la Conferencia Episcopal Española (CEE) en cuanto al plan de reparación a las víctimas de abusos sexual en el seno de la Iglesia?

Iremos consiguiendo, poco a poco, un acercamiento real a todas las víctimas habidas. A mí me queda la preocupación de que se diga que la única institución que, habiendo sido escenario de estas situaciones, sea la Iglesia, algo que nos deja a todos los que formamos parte de ella como unos delincuentes, algunos por encubrir y unos otros por haber sido los causantes. Es importante castigar cualquier hecho delictivo, pero no se puede penalizar a toda la Iglesia ni se puede pensar que, en nuestra sociedad, todo goza de transparencia excepto la Iglesia; esto es lo que más me duele.

Es importante castigar cualquier hecho delictivo, pero no se puede penalizar a toda la Iglesia ni se puede pensar que, en nuestra sociedad, todo goza de transparencia excepto la Iglesia; esto es lo que más me duele

En referencia a la elección de Salvador Illa como presidente de la Generalitat, que el arzobispo Joan Planellas definió como "un signo de normalidad democrática", ¿cuál es su opinión al respecto?

Puedo opinar poco al respecto porque conozco muy tangencialmente la política catalana. Lo que diré es que, durante estos nueve años en Lleida, he creído que, como obispo, no puedo contribuir a dividir a la sociedad y, por eso, para mí es más importante la unidad de los católicos que el enfrentamiento producido por otros motivos. Hace unos años vivíamos con mayores tensiones, pero hoy parece que la situación es más tranquila. En cualquier caso, nuestra tarea como pastores es la de primar el bien común y hacer nuestra tarea en el Pueblo de Dios.

¿Quisiera que su sucesor fuera alguien conocido por usted?

Quisiera, en cualquier caso, que fuera alguien catalán, joven y que colaborara en todo lo que se le pidiera, sin meterse en temas espinosos. Así es como procuro y he procurado encontrarme siempre yo en Lleida, donde llegué para poder sentirme como un miembro más de toda su comunidad de católicos y católicas.

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