Se masca marzo: quizás sus hermanos no están sabiendo despedirle, aunque sí deseando que se vaya Puente de plata para Omella
"En su intervención en el Nueva Economía Fórum brillaban sobre todo las ausencias hasta el punto de hacer casi entrañable la presencia, a su derecha, del Defensor del Pueblo, con esa especie de complicidad que se suele generar entre incomprendidos que saben que están haciendo lo que corresponde"
"Plenarias hubo en tiempo áulicos del cardenal Rouco en el que éste, desde la presidencia, atisbando por encima de la montura de las gafas, pasaba revista mientras los obispos, invitados y personal de Añastro buscaban su acomodo en todos los sentidos"
"No hubo manos que le señalasen a Omella que por allí estaban para escuchar su intervención y, salvando al P. Ángel, Jesús Avezuela, su introductor, y poco más, ni quiera en la mesa que tenía enfrente -la suya, con amplia presencia eclesial- se desbordaba entusiasmo"
"No hubo manos que le señalasen a Omella que por allí estaban para escuchar su intervención y, salvando al P. Ángel, Jesús Avezuela, su introductor, y poco más, ni quiera en la mesa que tenía enfrente -la suya, con amplia presencia eclesial- se desbordaba entusiasmo"
“Unos son más de Omella, otros son menos… No importa”, señalaba el presidente del Episcopado español a modo de balance de sus casi cuatro años al frente de la Conferencia Episcopal Española. Y lo hacía sin atisbo de resquemor, otra diferencia con algunos de sus hermanos, de los cuales aseguró en su intervención en el Nueva Economía Fórum que “nos queremos, nos queremos”.
En ese acto brillaban sobre todo las ausencias hasta el punto de hacer casi entrañable la presencia, a su derecha, del Defensor del Pueblo, con esa especie de complicidad que se suele generar entre incomprendidos que saben que están haciendo lo que corresponde.
Porque Omella hizo lo que tocaba el día en que Ángel Gabilondo fue a Añastro a presentarle el informe sobre los abusos y por poco poco lo tienen que meter por la puerta de servicio para no tropezarse con las uñas de los miembros de la Ejecutiva que vomitaban sobre sus datos; y el Defensor, que fue fraile antes que militante, cegó de inmediato la vía de la extrapolación de datos abierta por El País, detalle que no olvidó volver a agradecerle en público el cardenal de Barcelona.
Plenarias hubo en tiempo áulicos del cardenal Rouco en el que éste, desde la presidencia, atisbando por encima de la montura de las gafas, pasaba revista mientras los obispos, invitados y personal de Añastro buscaban su acomodo en todos los sentidos.
La mano alzada del fontanero
No siempre era así, porque el cardenal gallego solía llegar el último, consciente del valor que eso tiene según el dicho. Pero ese día, el de la revista de fuerzas, y prácticamente a la altura de la puerta del hemiciclo, por encima de las cabezas mitradas se agitó reclamatoria la mano de un destacado fontanero de Añastro, acostumbrado precisamente a todo lo contrario, a esconderla después de hecha la tropelía. “¿Qué haces?”, le preguntó ingenuamente otro figurante del establishment de la CEE. “Es para que vea que he venido…”, le dijo a mi lado.
"Se querrán mucho, como dice Omella, pero el desencuentro entre ambos es palmario desde la Plenaria Extraordinaria de los abusos"
No hubo manos que le señalasen a Omella que por allí estaban para escuchar su intervención y, salvando al P. Ángel y a Jesús Avezuela, su introductor, ni quiera en la mesa que tenía enfrente -la suya, con amplia presencia eclesial- se desbordaba entusiasmo, con un César García Magán representando la cuota institucional ineludible. Se querrán mucho, como dice Omella, pero el desencuentro entre ambos es palmario desde la Plenaria Extraordinaria de los abusos.
Omella está sabiendo (y deseando) irse, aunque quizás sus hermanos no están sabiendo despedirle, aunque sí deseando que se vaya. No le perturba el ánimo. Ni la determinación. Jugó a lo que sabe –“consensuar y que intervengan todos”-, que es a la sinodalidad de toda la vida, antes de que la disecaran los de las manos alzadas, que interpretan como signo de debilidad. Le ponen un puente de plata. Aunque no vayan a despedirle. Cierto es que tampoco la bienvenida fue estruendosa. Se masca marzo.