Enfado con el nuncio en Galicia... y la hipótesis del sobrino del cardenal La carambola de la que saldrá el nuevo arzobispo de Santiago de Compostela
La esperanza de renovación episcopal en Galicia, marcada por los obispos Jesús Fernández y Luis Ángel de las Heras, desarbolada en cuatro meses
Muchos fieles no comprenden estos traslados y se ha hecho ver el disgusto al nuncio Bernardito Auza
Para saber qué pastor abrirá la puerta santa en el Jacobeo de 2027 quizás habrá que ir a una diócesis donde se venera a San Froilán, y no es León, a donde se va el hasta ahora obispo de Mondoñedo-Ferrol
Para saber qué pastor abrirá la puerta santa en el Jacobeo de 2027 quizás habrá que ir a una diócesis donde se venera a San Froilán, y no es León, a donde se va el hasta ahora obispo de Mondoñedo-Ferrol
Un año después de iniciada su misión apostólica en España, hay quien ya cree que el nuncio Bernardito Auza debería considerar mejorar su labor diplomática con la Iglesia en Galicia, parte de la cual asiste entre atónica, perpleja y un punto enojada al desarbolamiento de las esperanzas de regeneración diocesana con los traslados, con cuatro meses de diferencia, del obispo auxiliar de Santiago de Compostela y del titular de Mondoñedo-Ferrol, Jesús Fernández y Luis Ángel de las Heras, respectivamente. ‘Manca unha pouquiña de finezza’, dicen con retranca galaico-romana en la tierra de Valle Inclán y Cunqueiro.
Como es costumbre secular en esa tierra, no han protestado, o lo hacen dando la espalda a lo que se entiende como otro ataque de clericalismo, probablemente con una información parcial que el nuncio no ha tenido tiempo o sabido contrastar, pues se encontró trabajo acumulado en su despacho de la calle Pío XII de Madrid. Pero lo cierto es que no ha sentado bien ni en organismos diocesanos ni en fieles comprometidos, que alaban el afán dinamizador en gentes y estructuras que lograron imprimir en poco tiempo ambos pastores.
Son esas mismas gentes que no acaban de entender lo que algunos presumen que se debe a una jugada de billar para mandar a las esquinas, por más llenas de historia que estén, dos bolas principales y dejar así la mesa despejada para una nueva partida de cara al próximo arzobispo de Santiago de Compostela, la razón última de unos cambios que han pillado por sorpresa a más de uno. También obispos. Y que no se han callado su indignación.
Desencanto en las diócesis
Cuando la palabra “sinodalidad” se descuelga de los labios con la misma profusión con la que en su día lo hacía el término “relativismo”, y aunque los disgustados no reivindican tomar parte directa en los nombramientos episcopales, la forma, abrupta e inesperada, sobre todo en el traslado del obispo de Mondoñedo-Ferrol, ha vuelto a generar desencanto en una diócesis necesitada de atención y cariño, como el que había encontrado en el religioso claretiano que la pastoreaba. Y temen que los hayan desvestido sin tener aún los ropajes para el próximo pastor.
Era sabido que su tiempo como auxiliar de Santiago había llegado a su fin en Compostela. Al menos en tal condición. El arzobispo le dejó hacer durante un rato pero al final el Pórtico de la Gloria se hacía pequeño para que pasaran los dos, y no por falta de faena precisamente. También Jesús Fernández era muy querido en la sede arzobispal. Y a muchos no les hubiese importado nada verle, tras la clausura del Año Compostelano de 2021, sucediendo a Julián Barrio. No sería ninguna barbaridad. El actual titular, Julián Barrio, sin ir más lejos, hizo ese mismo recorrido, de auxiliar compostelano (también en un Jacobeo), a arzobispo.
Sin embargo, Jesús Fernández nunca reconocería esa aspiración, porque en el fondo no era tal, ya saben, ir a donde la Iglesia le mande a uno y todo eso. Pero también por su humildad sin impostación, como dejó demostrado cuando su nombre sonó con fuerza hace dos años para la secretaría general del Episcopado, aunque estuviese sobradamente capacitado para ella. Porque signo de inteligencia es precisamente no dar sobradas muestras de que se tiene (su ausencia no engaña), pendiente por la que resbalan los más bragados intelectuales.
¿Por qué Astorga y no León?
Y de tener que irse, hombre, pues ahí quedó vacante León, la diócesis de origen que conoce como la palma de la mano y que ha ayudado a levantar desde la vicaría general. Pero, ay, está también Astorga, con una inmerecida y pesada losa en forma de gestión de abusos absolutamente inadmisible, y que le costó la vida al obispo Juan Antonio Menéndez, más por lo que le habían dejado bajo la alfombra de la residencia episcopal que por lo que los medios de comunicación barrieron, por más que vuelvan a matar al mensajero. Al final, Jesús Fernández hizo el petate, cargó su bicicleta y se fue a la histórica sede, donde la pastorea desde el pasado mes de julio. En Compostela siguen echándole de menos.
Y apenas repuestos de la salida del leonés, la indignación volvió a Galicia, esta vez al norte de la comunidad, a la sede que hermana el Atlántico con el Cantábrico y en la que bajo la epidermis cristiana aún palpita una cultura pagana que reverdece en tradiciones, de ahí la necesidad de sentir que forman parte de la Iglesia y de que la Iglesia les tiende la mano, a pesar de la lejanía y dispersión geográfica. En medio de todo ello arraigó pronto y bien ahora un castellano, que se puso inmediatamente a la escucha.
Otro claretiano para León
De probada valía, aquilatada como presidente de CONFER cuando la conferencia de religiosos y religiosas era mirada con abierta desconfianza desde la sede de la Conferencia Episcopal, el claretiano repartió ilusión y tarea mientras él mismo se arremangaba y se atrevía con el gallego, signo de querer ser y estar, no solo parecer. Seguramente le costará volver a aguantarse las lágrimas el sábado 12 de diciembre, tras su eucaristía de despedida, su particular “adiós ríos, adiós fontes”.
Un pastor “joven” a sus 57 años que va a León, que fue sede de otro claretiano recio, Fernando Sebastián, y de donde, como aquel, es probable que salga en unos años, pues es uno de los cinco pastores llamados a liderar la Iglesia española de la próxima década.
Se supone que, como Mario Iceta en Burgos, León será una sede de paso, aunque en otros casos la apuesta es más directa –la vía Omella– y ahí tienen a Carlos Escribano como arzobispo de Zaragoza a los 56. Como se sabía que de paso sería Mondoñedo para De las Heras, aunque no para ir a la que tiene como patrón a san Froilán, sino para pasar, se creyó ingenuamente, a Santiago de Compostela. ¿Por qué no? También él tiene 57 años y mucho que decir. Y sabe hacerlo.
¿Está la clave en Lugo?
Quizás haya que ir directamente a Lugo, donde nació el santo patrón de la nueva diócesis de Luis Ángel de las Heras, para saber qué arzobispo abrirá la puerta santa en el Jacobeo de 2027. El titular de esta sede, Alfonso Carrasco Rouco, de 64 años, tiene evidentes posibilidades y gente que le enciende velas, no solo porque en un par de años se convertirá en el obispo más veterano de Galicia cuando Luis Quinteiro Fiuza presente su renuncia. También porque su nuevo papel de hombre de diálogo y consenso, encargado de permear, si le dejan, los postulados del Pacto Educativo Global del papa Francisco en la montaraz Ley Celaá y en el Gobierno de coalición que cita a Bergoglio en el Congreso, le brinda presencia y prestancia. Y tener un tío cardenal tampoco hace mal en estos casos.