Cristo Rey: una religión para vertebrados
Jesús dice a Pilatos que su realeza no es de este mundo, ya que, si lo fuera, sus hombres hubieran luchado para que no fuera entregado a las autoridades judías. Según Mateo, si fuera de este mundo el Padre (como Carlomagno) le hubiera enviado más de doce legiones de ángeles.
Pero Jesucristo reina desde la cruz, como proclaman los cristos majestad románicos: un crucificado con corona real en vez de la de espinas.
Es rey, pero no como los de este mundo, ni como los del Antiguo Testamento. Los gobernantes de este mundo actúan sobre sus súbditos desde el exterior, por la coacción de las leyes, los tribunales y la policía.
En el Antiguo Testamento Yahvé era el Dios de los ejércitos, los ejércitos celestiales y también los terrenos, y gobernaba a su pueblo desde el exterior, por medio de la Ley, de los reyes y de los profetas. En cambio en el Nuevo Testamento Jesucristo gobierna a sus fieles desde dentro, moviendo los corazones. Es la nueva alianza anunciada por Jeremías 31,33: "La alianza que yo pactaré con la casa de Israel después de aquellos días será ésta: pondré mi ley en su interior, la escribiré en su corazón"; y por Ezequiel 36,26: "Os daré un corazón nuevo y pondré un espíritu nuevo dentro de vosotros".
La religión de Jesús es una religión del corazón. Tendrá que traducirse en unos comportamientos nuevos, que surgirán de un corazón nuevo, movido por el Espíritu Santo. Como decía san Pablo "Todos los que están guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios" (Rm 5,5; 8,14). Y también: "Vivo, pero ya o soy yo quien vive. Es Cristo quien vive en mí" (Gal 2, 20).
Se ha comparado el paso de la antigua alianza a la nueva con lo que sucedió con la evolución de las especies. Los animales más primitivos eran invertebrados y necesitaban la protección de una cáscara exterior rígida, pero cuando aparece la columna vertebral interior, desparece la coraza externa. Los vertebrados no necesitan caparazón. La Iglesia ha tenido a menudo la tentación de retomar la antigua alianza y emprender guerras santas. Desacreditadas modernamente las cruzadas, la tentación moderna es buscar la protección exterior de los soberanos de este mundo para que les sean una cáscara protectora, como si fuera invertebrada.
El espléndido prefacio de esta fiesta proclama un reino de justicia, de amor y de paz, o sea la religión del corazón evangélica, y los textos del oficio hablan de la soberanía de Cristo sobre toda la creación, pero cuando en 1925 Pío XI instituyó la solemnidad de Cristo Rey pensaba en la repercusión del evangelio en la sociedad contemporánea. Era tres años después de la marcha sobre Roma de Mussolini, que inauguró el régimen fascista. Después de la primera guerra mundial había entrado en crisis la democracia parlamentaria, amenazada des de la derecha por el fascismo y desde la izquierda por el comunismo.
En el Antiguo Testamento hubo hombres llenos del amor de Dios y movidos interiormente por su Espíritu, como Abrahán, Moisés, David, Elías y demás profetas, pero el régimen general era el de la coacción exterior. Inversamente, en el Nuevo Testamento, en la Iglesia, aunque el régimen general sea el amor y la fuerza interior del Espíritu, necesitamos el apoyo de un mínimo de estructuras, instituciones, leyes y autoridades.
Por nuestra debilidad tendremos siempre necesidad del sostén exterior de la autoridad eclesiástica y de las normas, aunque la fuerza principal de nuestra vida cristiana viene del Espíritu que se nos ha dado y que siempre hemos de pedir que sigamos recibiéndolo para dejarnos llevar por Él. Pero de nada te sirve proclamar que Cristo es rey de todo el universo y desear que impere en la sociedad si no dejas que rija tu vida personal.