Mujeres en el Concilio

Para la tercera sesión del Concilio, Pablo VI elevó el número de auditores laicos de 8 a 21 y, cosa más significativa, designó a algunas mujeres. En el período antepreparatorio se habían consultado, entre los religiosos, sólo a miembros de congregaciones clericales, y por tanto varones. Ninguna religiosa, y menos mujer seglar. En el período preparatorio no había ninguna mujer en las comisiones. Iniciado el Vaticano II, tampoco había ninguna mujer en las comisiones conciliares. A lo largo de todo el Concilio, ninguna mujer fue nombrada “perita” o experta.

Cosa más escandalosa aún: en las celebraciones de la eucaristía con que comenzaban las congregaciones generales, se distribuía la sagrada comunión a algunos de los presentes, pero tenían que ser varones. Refiere el periodista francés Henri Fesquet que, un año antes, la señora Montini, cuñada del Papa, no pudo recibir la comunión de manos de su cuñado, y lo mismo sucedió con la cuñada de un obispo vietnamita.

En una eucaristía del Concilio, los periodistas católicos habían sido invitados a recibir la comunión de manos del obispo celebrante, pero cuando la periodista Eva Fleischner se puso en la fila los ceremonieros la sacaron con malas maneras del grupo de sus colegas varones. Ante la enérgica protesta de los periodistas, y de otros, le presentaron excusas, pero cuando algo más tarde los periodistas fueron de nuevo invitados a comulgar en una eucaristía conciliar, se les advirtió expresamente que las mujeres quedaban excluidas. Gracias a una gestión personal de Suenens cerca de Pablo VI, en una ocaión posterior algunas mujeres pudieron recibir la comunión de manos del Papa.

Esto subraya la importancia del nombramiento de mujeres auditoras. Entre ellas, la española Pilar Bellosillo tendría un papel importante, en Roma mismo y después en la recepción del Concilio en España. Según la australiana Rosemary Goldie, Pablo VI ya había querido incluir algunas mujeres entre los primeros auditores laicos, pero fue disuadido por algunas personas de su entorno.

Además de aquella intervención personal ante Pablo VI a propósito de la comunión, Suenens había pedido el nombramiento de auditoras en una intervención en el aula: “Las mujeres – argumentó -, si no me equivoco, constituyen la mitad de la humanidad”. En cambio el patriarca ucraniano Slipyi citó a san Pablo: “Que las mujeres callen en la asamblea” (1 Cor 14,34).

Durante la segunda intersesión, el comité ejecutivo de la World Federation of Female Catholic Youth (Federación Mundial de la Juventud Católica Femenina) escribió al Papa pidiendo que nombrara auditoras femeninas. Les contestó el Secretario de Estado, Dell’Acqua, que “en el momento oportuno” se estudiaría la cuestión. Parece ser que la International Union of Catholic Women hizo la misma petición.

El obispo Bergonzini había pedido que un grupo de laicos de su diócesis, en el que había algunas señoras, pudieran participar en la eucaristía que él presidiría en el aula conciliar, pero Felici le contestó que “hasta ahora no se ha consentido nunca, por ningún motivo, la entrada de mujeres en el aula conciliar”. Pero el 8 de septiembre, poco antes de dar comienzo la tercera sesión, Pablo VI dijo a un grupo de religiosas de la diócesis de Albano:

Hemos dispuesto que algunas mujeres cualificadas y devotas asistan, como auditoras, a algunos ritos solemnes y a algunas congregaciones generales de la tercera sesión del Concilio Ecuménico Vaticano II; a aquellas congregaciones, queremos decir, en las que se discutan cuestiones que pueden interesar particularmente la vida de la mujer; tendremos así, por primera vez, quizá, presentes en un concilio ecuménico algunas, pocas – es evidente – pero significativas, casi simbólicas, representaciones femeninas; de vosotras, religiosas, en primer lugar; y después de las grandes organizaciones femeninas católicas, a fin de que la mujer sepa hasta qué punto la Iglesia las honra en la dignidad de su ser y de su misión humana y cristiana.


El 12 de septiembre Cicognani enviaba a Felici la lista de los auditores que el Papa había nombrado, en la que figuraban algunas religiosas y señoras seglares, a fin de que Felici, después de consultar al Santo Oficio y a la Congregación de Religiosos (no fuera que alguna estuviera fichada por antecedentes peligrosos), cursara las correspondientes invitaciones. Entre las auditoras estaba Cristina Estrada, superiora general de las Esclavas del Sagrado Corazón y Pilar Bellosillo, presidenta general de la Unión Mundial de las Organizaciones Femeninas Católicas.
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