26.1.25. Discurso de Nazaret, programa "eclesial" de Jesús ( Lc 4, 14-21, Dom 3 TO)
En el contexto de la toma de posesión y discurso inaugural del Presidente USA en el Capitolio, la liturgia nos pide hoy que escuchemos el Programa de Investidura de Jesús en Nazaret. Los contrastes con obvios. A Jesús quisieron matarle por su discurso, conforme a una "tradición" de linchamiento, vinculada en USA con Ch. Lynch. Esta vez logró escapar. La siguiente le amarraron al madero y le crucificaron. Buen domingo a todos.
| Xabier Pikaza
Lucas sitúa el comienzo del mensaje y misión de Jesús en Nazaret de Galilea, su patria, retomando y transformando el anuncio que Isaías aplicaba a los oprimidos de Israel. Parecen preguntarle ¿quién eres?, y el responde «¡Dios me ha enviado.... Es como si el mundo fuera una cárcel y él hubiera venido a romperla:
- Entró en la sinagoga, tomó el libro... y encontró el pasaje donde está escrito
- El Espíritu del Señor esta sobre mi;
- por eso me ha ungido para evangelizar a los pobres;
- me ha enviado para ofrecer libertad a los presos y vista a los ciegos;
- para enviar en libertad a los oprimidos y proclamar el año de gracia del Señor.
- Enrolló el volumen y dijo: Hoy se ha cumplido esta Escritura (cf. Lc 4, 16-21).
Jesús se presenta como Ungido de Dios (=Mesías), con palabras de Is 61, 1-3, pero introduciendo en ellas una novedad muy significativa: ha venido para "enviar en libertad a los oprimidos" (cf. Is 58, 6), pero no el año de venganza de Dios, completando y precisando de esa forma el tema de 61, 1-3. El texto puede dividirse así:
(a) Principio:«El Espíritu del Señor está sobre mi» (Lc 4, 18 a). No está poseído por Satán, espíritu impuro (como decían los escribas de Mc 3, 22 al acusarle), sino que está lleno del Espíritu Santo, como dice el texto paralelo de Mt 12, 28: «Si expulso a los demonios con (la fuerza de) el Espíritu de Dios, es que el reino de Dios ha llegado a vosotros». Este es para Lucas el punto de partida de la obra mesiánica. Jesús ha recibido el Espíritu de Santidad (cf. Mc 1, 10) y puede presentarse como "ungido”: le llena Dios y le libera para ser liberador; le llena con su Espíritu, de forma que pueda actuar como mesías.
(b) Ampliación. «Por eso me ha ungido..., por eso me ha enviado»(Lc 4, 18-19). El Espíritu suscita y consagra a Jesús, para que proclame y realice su acción liberadora. En ese fondo se entienden las dos mitades del pasaje: – Dios le ha ungido para evangelizar a los pobres; – le ha enviado para proclamar la libertad etc. Todo el texto tiene un sentido mesiánico. Se ha venido diciendo, de forma errada, que la Biblia israelita promete y ofrece sólo bienes materiales, mientras que Jesús concede a los cristianos los bienes interiores del Espíritu. En contra de eso, aquí vemos que Jesús ofrece libertad real y completa
Jesús es Cristo, Ungido de Dios, no porque concede simples bienes interiores, sino porque declara cumplidas, en su vida y persona, las promesas de la antigua profecía que se expresan en la liberación de los oprimidos y, en especial, de los encarcelados. Su redención no es materialista ni espiritualista, sino humana en sentido integral, cumpliendo de esa forma la esperanza de los pobres, encarcelados, ciegos, oprimidos... Así estaban los hombres, condenados en el mundo, como en cárcel, oprimidos por el hambre y falta de libertad, sin ojos para ver, sin fiesta para celebrar y Jesús ha venido a ofrecerles los dones del Reino. De esa forma es evangelio para los marginados. Aquellos a quienes ayudaba eran israelitas oprimidos, pero el texto ira mostrando que esa ayuda y evangelio de libertad se abre a todos los oprimidos y necesitados:
Me ha ungido para anunciar la buena noticia a los pobres. Jesús es Ungido por excelencia (=Mesías, Cristo): Dios le ha regalado su Espíritu para que exprese su don y presencia en el mundo, evangelizando a los pobres o necesitados, hambrientos de pan o carentes de otros bienes importantes. Evangelizar significa ofrecer vida, camino de esperanza.
- Me ha enviado para proclamar la libertad a los prisioneros (=cautivos, presos), es decir, a los hombres y mujeres a quienes la violencia de la historia ha esclavizado. Prisioneros son los derrotados, aquellos que han caído bajo el poderío de los fuertes. Prisioneros de una violencia universal son todos y en especial los últimos del mundo, vencidos y esclavos, expulsados y encadenados de la historia, víctimas de la guerra, encarcelados por la justicia.
- (Me ha enviado) para proclamar (=ofrecer) vista a los ciegos... Ciegos son los pobres y presos, aquellos a quienes la violencia del sistema ha reprimido. Sólo libera de verdad a los demás quien les enseña a descubrir las cosas y entenderlas, de manera que se valgan y piensen por sí mismos. Por eso, en el centro de este texto (Lc 4, 18-19) hallamos la experiencia de Jesús que ofrece a los ciegos un tipo de visión más alta, que les permite conocerse y expresarse como humanos.
- (Me ha enviado) para "enviar" en libertad a los oprimidos. Lo que antes era anuncio (proclamar la libertad a los encarcelados) aparece ahora como gesto ya realizado: Jesús ha venido para "enviar en libertad". Leído el texto de manera literal, deberíamos suponer que Jesús quiere romper los muros de las cárceles, abriendo de par en par sus puertas. Dios le ha enviado para lograr que los oprimidos puedan marchar en libertad, iniciando el acto final de transformación, que precede a la concordia universal.
- (Me ha enviado) para proclamar el año de gracia (=aceptable) del Señor. Así culmina la unción de Jesús y se completan los momentos anteriores de su obra. La plenitud humana (apertura de los ojos, libertad de la vida) se expresa como fiesta jubilar: año de gracia, tiempo de gozo que, conforme a la tradición de Israel, se vuelve celebración de fraternidad, perdón de las deudas, liberación de los esclavos, reparto de las tierras. Este era el año en que se abrían las cárceles y todo comenzaba de nuevo, repartiéndose los bienes de la tierra (cf. Lev 25).
Jesús puede afirmar que eso se cumple en el hoy del tiempo mesiánico iniciado por su vida y mensaje (Lc 4, 21). Así se cumple la libertad mesiánica, como anuncio profético (con la esperanza israelita de Isaías 58 y 61) y como verbo performativo (que realiza aquello que proclama). Esta no es una palabra aislada, un mensaje teórico de tipo espiritualista, sino la voz creadora de Jesús que incluye en su "yo" liberador y jubilar a todos sus discípulos mesiánicos. Esa palabra introduce a los cristianos en la mejor tradición jubilar del judaísmo, haciéndoles portadores de un mensaje y camino de liberación, que se expresa por ellos, pero les desborda, haciéndoles testigos y promotores de un mensaje universal de libertad.
Controversia y crisis (Lc 4, 28-29).
Los momentos anteriores del programa mesiánico de liberación se encuentran implicados, ofreciendo amor y curación a judíos y extranjeros, como seguirá suponiendo Jesús, cuando interpreta proféticamente sus palabras, desde la tradición del mensaje y milagros de Elías y Eliseo. Pues bien, en vez de alegrarse por ello, sus paisanos de Nazaret le expulsan de la sinagoga y quieren asesinarle, conforme a una ley de linchamiento colectivo (cf. Lc 4, 20-29). No pueden aceptar que Dios cure (trasforme) por igual a nacionales y extranjeros: no quieren libertad, ni evangelio para aquellos que no lo merecen (encarcelados y extraños).
Leído así, el conjunto del pasaje (Lc 4, 16-30) cobra una inquietante y esperanzada actualidad. También a nosotros nos turba y extraña ese universalismo: queremos libertad, pero sólo para algunos paisanos de mi pueblo o mi grupo; queremos prosperidad, pero sólo para los que pertenecen a los del propo grupo. Así añadimos que cárceles y castigos siguen siendo necesarias para los de otros grupos sociales, raciales, culturales... Pues bien, en contra de eso, este pasaje afirma que, para ser verdadera, la libertad ha de ser universal, en igualdad para todos. Desde aquí ha de entenderse la continuación del pasaje.
- Todos daban testimonio sobre él,
- maravillados por las palabras de gracia que salían de su boca y decían:
- ¿No es éste el hijo de José? (Lc 4, 22)
Los nazarenos parecen admirarse por las palabras de gracia que Jesús ha proclamado, pero pronto descubrimos que esa admiración esconde una condena. Ciertamente, los oyentes de la sinagoga quieren palabras de gracia (logoi tês kharitos), pero sólo para ellos, no para los de fuera. Los oyentes nazarenos saben que las palabras de gracia de para todos son amenazadoras para ellos, pues les hacen perder sus privilegios particulares. Por eso preguntan de forma acusadora: «¿No es éste el hijo de José?
Saben que es hijo de José (en plano legal, nacional). Por eso, su pregunta no es para que respondamos «sí, éste es el hijo de José» y de esa manera ratifiquemos su origen familiar, sino para le distingamos de José, que a los ojos de los nazarenos había sido un luchador nacional, un partidario de la separación entre los buenos israelitas y los malos extranjeros.
- Los oyentes nazarenos acusan a Jesús de citar mal a Isaías, incluyendo sólo las palabras de gracia “para todo” y suprimiendo las de condena para los enemigos. Desde ese fondo se entiende refrán: «Un profeta no es bien recibido en su tierra» (Lc 4, 24). Én contra de eso, Jesús se presenta como profeta de gracia para todos, judíos y gentiles, cambiando así la profecía antigua de Isaias 61, pasando por alto (suprimiendo) las palabras de condena contra los enemigos.
-El texto de Isaías 61, 2 nos situaba en un contexto de jubileo: perdonar las deudas y liberar a los presos y cautivos. Pero los oyentes de Nazaret pensaban que ese perdón y liberación debía aplicarse sólo a los israelita, no a los de fuera, de manera que el perdón para unos debía completarse y ratificarse con la condena y opresión para otros, Como proclamaba Isaías 61, 1-2:
- El Espíritu del Señor está sobre mí. |
- me ha ungido. | Me ha enviado para publicar la buena noticia a los pobres…,
- curar los corazones desgarrados, | anuncia la amnistía a los cautivos…
- 2para proclamar un año de gracia del Señor,
- | un día de venganza de nuestro Dios…
Liberación de los amigos y venganza (condena) contra los enemigo formaban la cara y cruz de una misma sentencia antitética. Pues bien, Jesús rompe esa antítesis, esa oposición (evangelio para unos, opresión para otros. Así entendida, desde su original de Primer Testamento, ésta es una profecía de gracia y condena, en la línea de “amarás a tus amigos y odiarás a tus enemigos” (Lc 6, 27-35; Mt 5, 38-38). Desde esa perspectiva de doble sanción (Año de Gracia, Día de Venganza), este pasaje de Is 61 sigue dividiendo a los hombres, pues Dios les deja en manos de su juicio, como en el caso de los frutos del árbol del conocimiento del bien y el mal de Gen 2-3, marcado por la lucha entre buenos y malos.
De un modo consecuente, en su mensaje programático en su pueblo, este Jesús, nazoreo de Nazaret, ha venido a superar (condenar) el mesianismo particular de los habitantes de su patria. No es una pequeña variación, sino una transformación del primer testamento (lo mismo que Dan 7, 14. 27 en Mc 10, 45). Eso significa que cesan los antiguos privilegios de los nazarenos ("buenos" judíos); las normas de la ley sacral de perdón para bien de algunos y de castigo para otros se acaban. Esta “corrección” de Jesús se inscriben dentro de la lógica del Sermón de la Montaña que supera la oposición entre amigos (a quienes debe amarse) y enemigos (a quienes se combate o rechaza)[1].
Jesús ha roto ese esquema de elección y ventaja propia, ofreciendo perdón sin venganza, una libertad que desborda el nivel del buen sistema (de los nazarenos). Lógicamente, los partidarios (privilegiados) del sistema, representados aquí por los “buenos” nazarenos le condenan y quieren matarle porque rompe su seguridad, ofreciendo la curación y libertad a todos los (incluidos los enemigos seculares de Israel: fenicios y sirios).
Los colectivos religiosos, igual que los estados "legales", necesitan defender su identidad y para ello han expulsar a los extraños o encerrarlos en la cárcel. Lógicamente, junto al “año de gracia” (para ellos), necesitan un "día de venganza" (para los enemigos). Así ha sido y así será. Los defensores de un tipo de iglesia o nación impositiva, los partidarios de unas minorías rectoras empeñadas e defender su identidad, tendrán que seguir apelando a la venganza o cárcel del sistema. Pero Jesús insiste en lo dicho y continúa:
- Ningún profeta es bien recibido en su tierra.
- Muchas viudas había en Israel en los días de Elías...
- y a ninguna fue enviado Elías, sino a una viuda de Sarepta, en Sidón.
- Y muchos leprosos había en Israel en tiempos del profeta Eliseo,
- pero ninguno fue limpiado, sino Naamán el sirio».
- Y todos en la sinagoga se llenaron de ira y levantándose,
- le echaron fuera de la ciudad, y le llevaron hasta la cumbre
- para despeñarle… (Lc 4, 28-29).
Para defender su actitud, Jesús apela a dos figuras venerables (Elías y Eliseo), que eligieron y ayudaron a paganos. Es normal que los nazarenos (representantes de los buenos israelitas) se sientan defraudados, pues pierden sus ventajas anteriores. Quieren defender su privilegio; por eso se enfurecen e intentan lincharle.
-Jesús se funda en la tradición de los milagros proféticos que Elías y Eliseo realizaron con enfermos extranjeros, desbordando las fronteras de Israel (cf. 1 Rey 17, 1.7-9; 18, 1; 2 Rey 5, 1-14). De esa forma, las mismas escrituras sagradas le permiten superar el egoísmo grupal de sus oyentes.
-Los nazarenos, representantes de la “buena” ley nacional, apoyados por el orden de su religión), rechazan esa interpretación universalista de Isaías y deciden matar a Jesús, a través de un juicio popular que se expresa a través de una violencia unánime, que se ha manifestado muchas veces a lo largo de la historia[2]
Esta escena nos sitúa en el centro del evangelio de Lucas (y de todo el Nuevo Testamento). No es un gesto casual. Los nazarenos no quieren matar a Jesús por asesino o violador, por adúltero o idólatra (como manda la ley israelita), sino por algo más profundo: porque pone en riesgo la distinción y seguridad legal del pueblo, ofreciendo el evangelio a los de fuera (a los antes rechazados), sin distinguir a nacionales y extranjeros, silenciando así la “venganza” de Dios contra estos últimos. Por eso, sus mismos paisanos intentan matar a Jesús y lo hacen precisamente porque defienden la institución nacional, fundada en la distinción de legales e ilegales (de los que pueden vivir en libertad y de los encarcelados). Para ser verdadera, la profecía de gracia ha de extenderse a todos, por encima de los muros privilegiados de un tipo de nazarenos.
NOTAS
[1] J. Klausner, Jesús de Nazaret, Paidós, Barcelona 1991, ha mostrado la novedad de esta “anti-lógica” de Jesús.
[2]J. P. Meier, Un judío marginal. Nueva visión del Jesús histórico I-IV, Verbo Divino, Estella 1998-2005, ha mostrado las conexiones de la historia de Jesús y la tradición profética de Elías-Eliseo,