"¿Qué mejor manera de anunciar a Jesucristo que realizarlo más con las obras que con las palabras?" La astucia de un reptil (Cáritas y primer anuncio)
La estrecha concepción del Primer Anuncio hace pensar que se trata solo de una acción social, más propia de una ONG que de Cáritas. Se minusvalora así la fe y la tarea evangelizadora de la comunidad parroquial: ¿Qué mejor manera de anunciar a Jesucristo que realizarlo más con las obras que con las palabras? ¿Qué mejor anuncio de Cristo que hacerlo convencidos de que vestir al desnudo es más evangélico y eficaz que machaconas homilías dogmáticas o indescifrables catequesis doctrinales?
"Es, la caridad (amor-amando), el mayor anuncio del Evangelio. Es el encuentro con el Verbo Encarnado (Jesucristo) y la misericordia de Dios Padre la razón de ser y la finalidad primera y última de la Iglesia. Y es este el anuncio que nuestro mundo necesita: “que el mundo conozca que tú me enviaste, y que los amas a ellos como también a mí me has amado” (Juan 17-23)
Un criadero de serpientes, fue donde finalmente se instaló el Espacio con corazón, un recurso de Cáritas, en el barrio marítimo del Grao de Castellón. Lleva apenas dos años de funcionamiento gestionado por un grupo de voluntarias de la parroquia de san Pedro. Un “espacio” para la promoción de empleo y la recuperación del textil. A él acuden quienes necesitan ropa y carecen de ingresos y también quienes, a un simbólico precio deciden usar ropa de segunda mano. Ropa depositada en los contenedores de Cáritas, recuperada y ofertada con todas las garantías de calidad e higiene. Un recurso actualizado (antes antiguo “ropero” parroquial), de una comunidad eclesial en salida que contribuye a la creación de empleo, la sensibilización y el cuidado del Planeta, limitando el consumo abusivo del textil y los complementos.
La estrecha concepción del Primer Anuncio hace pensar que se trata solo de una acción social, más propia de una ONG que de Cáritas. Se minusvalora así la fe y la tarea evangelizadora de la comunidad parroquial: ¿Qué mejor manera de anunciar a Jesucristo que realizarlo más con las obras que con las palabras? ¿Qué mejor anuncio de Cristo que hacerlo convencidos de que vestir al desnudo es más evangélico y eficaz que machaconas homilías dogmáticas o indescifrables catequesis doctrinales? ¿Qué mejor primer anuncio que el protagonizado por voluntarias laicas, en su condición de bautizadas y animadas por la fe y la Doctrina Social de la Iglesia? Repetir una y otra vez: ¡Dios te ama!, ¡Cristo murió por ti! sin amar primero, sin servir primero a los pobres, los oprimidos y los excluidos de la tierra, se asemeja más a unos “platillos que aturden” que a una verdadera comunicación de la fe porque “si falta el amor” (Corintios 13, 1-7) no hay anuncio de Evangelio, ni nada que se le parezca.
Son iluminadoras también estas otras palabras de Cristo: “Atención, pues, a cómo escucháis… Mi madre y mis hermanos son los que escuchan la Palabra de Dios y la cumplen” (Lucas, 8, 19-21;11, 27-28). No creo estar exagerando al afirmar que todo anuncio del Evangelio (el primero, el segundo… y el último), deberá estar precedido siempre por el servicio a los pobres y por la defensa de sus derechos. En eso consiste buscar primero el Reino de Dios y su justicia, como el mismo Jesús nos invita, y lo demás vendrá por añadidura(Mateo 6, 24).
Palabra y vida, son compañeras de camino para anunciar no “ideas”, sino a Jesucristo. El anuncio remite siempre a “las manos” de sus pregoneros: lo podemos hacer con manos maquilladas de purpurina para nuestra promoción (personal o colectiva), o con manos manchadas y encallecidas, a “pie de obra”. Ni Jesús fue un charlatán ni deberían serlo sus seguidores. Cáritas y la acción social de la Iglesia son, en sí mismas, anuncio humilde, integral y holístico; y son también sacramento (signo visible y eficaz) del Verbo Encarnado.
"Cáritas, sus proyectos 'en favor' de los más 'desfavorecidos' son una tarea de la esencialidad y, por consiguiente, debería ser prioritaria entre la acción pastoral de diócesis y parroquias"
En la celebración de la Eucaristía pedimos solemnemente por la Iglesia: “llévala a su perfección por la caridad” (Plegaría II). Cáritas, sus proyectos “en favor” de los más “desfavorecidos” son una tarea de la esencialidad y, por consiguiente, debería ser prioritaria entre la acción pastoral de diócesis y parroquias. Tareas en las que la presencia y el acompañamiento de los sacerdotes es igualmente esencial y prioritaria. Lamentablemente no siempre es así. Son numerosos los creyentes que, el laicado en su voluntariado y militancia, sufren una y otra vez de la ausencia, la despreocupación y el escaso conocimiento de las realidades sociales por parte de los sacerdotes. En la acción de Cáritas, la Iglesia se encuentra, al mismo tiempo con la misericordia de Dios y con los grandes desafíos de la humanidad: hambre, pobreza, migración, refugiados, soledad, víctimas de la guerra y la violencia machista… “Los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo” (estas son las primeras palabras de la Constitución Pastoral Gaudium et Spes, Concilio Vaticano II, 1). El laicado y el voluntariado de Cáritas, sus profesionales y quienes les acompañan desde el ministerio sacerdotal o la vida consagrada, saben bien que estas palabras son auténticas únicamente cuando se pronuncian con las manos y el corazón. Los pobres lo saben mejor.
Seguir al reptil
El criadero de serpientes convertido en Espacio con Corazón, me traslada, teológica y pastoralmente, al relato mitológico de la Creación (Génesis 1 y 2). La astucia de aquella serpiente en el paraíso perdido sugiere algunas ideas interesantes que podríamos recuperar para una espiritualidad valiente y sencilla a la vez. “Mirad, yo os envío como ovejas en medio de lobos, por tanto, sed astutos como las serpientes y sencillos como las palomas” (Mateo 10, 16-33).
Estamos obligados a cultivar intensamente una astucia espiritual que, desde la sencillez y la comunión, nos conduzca a apostar por la renovación profunda de la Iglesia, hoy fragmentada y con horizontes inciertos, entre otras razones por el clericalismo endémico de sus estructuras.
"El reptil logró convencer a Eva y a Adán: finalmente ambos comieron la famosa manzana. La decepción fue enorme, no solo no llegaron a ser como Dios, sino que comenzaron a caminar errantes olvidando el ser que eran y el que estaban llamados a desarrollar sin límites: criaturas libres, enamoradas, felices; sujetos llamados a empoderarse, sin dejar de ser aprendices de todo"
Comer del árbol de la vida para llegar a ser como Dios, parecía una tentación interesante. El reptil logró convencer a Eva y a Adán: finalmente ambos comieron la famosa manzana. La decepción fue enorme, no solo no llegaron a ser como Dios, sino que comenzaron a caminar errantes olvidando el ser que eran y el que estaban llamados a desarrollar sin límites: criaturas libres, enamoradas, felices; sujetos llamados a empoderarse, sin dejar de ser aprendices de todo. La serpiente les confundió: les llevó a avergonzarse de sí mismos, de sus cuerpos y de su fragilidad; suscitó en ellos la necesidad de “vestirse”. La decisión de seguir al “reptil” (vivir a ras de tierra), oscureció su mente: la convivencia entre ellos, con sus hijos y con Dios quedó rápidamente marcada por la rivalidad y la violencia. El autor y amigo de la vida que paseaba antes, “con ellos por el jardín”, pasó a ser Alguien a quien temer y de quien ocultarse. Inteligente manera de alejarles de lo que eran para, llevarles maniatados “con el estómago lleno y el corazón de piedra”, por la senda de la ambición y el disimulo.
Consumir la “manzana” no era el camino
Ambición de poder y orgullo son viejas tentaciones que siguen vigentes. Vivir como reptiles, o gallinas de corral consumiendo sin parar, aislados detrás de una “valla”, y sin mirar al cielo, parece ser también el horizonte de muchos.
La serpiente fue astuta, demasiado. Consiguió hacerles pensar “en otra vida”, en otro Universo lleno de fantasías, sin limitaciones ni sufrimiento. La serpiente mintió: lo que supuestamente iba a darles la posibilidad de crecer, como los seres más capacitados y bellos de la tierra, no sería “consumir” (ni una ni mil manzanas). Su horizonte evolutivo era otro muy distinto: acoger, gestionar y entregar. La clave para alcanzar la plenitud no estaba en “comerse la vida”, sino en formar parte de ella y tratar de empoderarse como protagonistas privilegiados de la historia, ofreciendo la vida, sin temor a perderla. Vivir la vida es respirar y acariciar el viento, zambullirse en todas las aguas, dejarse invadir por el perfume multicolor de todas las plantas, saborear el fruto de todos los árboles, escuchar el canto de uno y de millones de pájaros. Vivir la vida es abrazarlo todo sin retener nada, es, también “llenarse”, sin acumular, ni ensuciar la tierra.
El mito del reptil bíblico y el paraísoperdido es una narración magistral para expresar algo que las palabras “razonables” no alcanzan a explicar. Seríamos astutos como la serpiente, sencillos y muy inteligentes, si en lugar de quedarnos con Adán y Eva viéramos en ellos un fiel retratado de nuestros errores, engaños o temores, tanto de la comunidad eclesial como de la sociedad. Mentir, imponer, esconder, temer, manipular… son verbos que deberíamos dejar de declinar en presente: ¡hoy conocemos bien su profunda toxicidad y cuán deshumanizadores pueden llegar a ser! Verbos que envenenan la dignidad humana hasta convertirla en una caricatura de lo que puede llegar a ser.
Humanidad nueva y Primer Anuncio
La Sagrada Escritura, finalmente abandonó el mito y el engaño del reptil. En ella Jesús de Nazaret (nuevo Adán/Eva) toma el relevo en la búsqueda de “ser como Dios” y manifiesta otra mirada de la Creación y del camino hacia la Plenitud: todo su ser, todas sus obras y todas sus palabras son una invitación (sin imposiciones ni proselitismos) a ser colaboradores, entusiasmados y enamorados de un proyecto universal: “que sean uno como tu Padre y yo somos uno” (Juan 17, 21-23). Proyecto que debe liderar la Iglesia si quiere seguir Anunciando a Jesús como su referencia original y fuente de vida plena. Un proyecto que obliga a abandonar cualquier otro proyecto, programación o decreto que suponga jerarquía entre iguales y poder frente a servicio. Hacia este horizonte deberá encaminarse también el Sínodo en sus conclusiones finales, si no quiere defraudar -una vez más- con refritos o afirmaciones solemnes y contribuir al descredito de unos y a la desilusión de la mayoría.
Es, la caridad (amor-amando), el mayor anuncio del Evangelio. Es el encuentro con el Verbo Encarnado (Jesucristo) y la misericordia de Dios Padre la razón de ser y la finalidad primera y última de la Iglesia. Y es este el anuncio que nuestro mundo necesita: “que el mundo conozca que tú me enviaste, y que los amas a ellos como también a mí me has amado” (Juan 17-23).
Etiquetas