La hora sde Rosa -17-V-2018

“Por los alrededores del año 600 de la era fordiana ¿quieresaber qué puede ocurrir? En cuanto a los restantes rasgos de ese mundo más feliz y más estable –los equivalentes al soma, la hipnopedia y el sistema científico de castas- probablemente no se hallen más que a tres o cuatro generaciones de distancia. Ya hay algunas ciudades americanas en que el número de divorcios iguala al número de bodas. Dentro de pocos años, sin duda alguna, las licencias para matrimonios se expenderán como las licencias para perros, con validez sólo para un período de 12 meses, y sin ningunas lrey que impida cambiar de perro o tener más de un perro a la vez. A medida que la libertad política y económica disminuye, la sexual tiende, en comparación a aumentar. Y el dictador (a menos que necesite carne de cañón y familias con que colonizar territorios deciertos o conquistados) hará bien en favorecer esta libertad. En colaboración con la libertad de soñar despiertos bajo la influencia de los narcóticosd, del cine o de la radio , las libertad sexual ayudará a reconciliar a los súbditos con la servidumbre que es su destino” (Del Prólogo a la 2ª edición de Un mundo feoliz, de Aldous Huxley).

Quien leyere atentamente este Prólogo, adicionado por Huxley a su Brave New World – Un mundo feliz, editado por primera vez años antes, podrá ver en el mismo varios añadidos a la profecía y atisbar entre sus líneas ajustes de aceleración.
El ser humano, según la teoría del escritor inglés, se perfila echado de pies y manos en brazos de unas tecnologías de fantasía, pero sin alma ni principios, elevadas -porque sí- a categoría de fines, y todo él movilizado por ansias tan desmesuradas como locas de “doparse” para su final “asalto al cielo” –un cielo, por cierto, previamente vaciado de Dios-. Quien lea, he de insistir en ello, con una pizca de atención ese Prólogo ha de advertir sin gran esfuerezo que los plazos de la profecía se acortan y que lo que en la obra original son 600 años de la era fordiana pocos años más tarde ya son pòco más de cien años de la misma era tecnológica; es decir, hablando en plata, que vamos aceleradamente hacia una deshumanización sin porecedentes, como ciegos e hipnotizados por esa idea de “un mundo feliz” tan utópico como imposible.
Para comenzar y a los efectos de esta reflexión concreta, realzo la frase de dicho Prólogo que plasmo al comenzar: “Ya hay algunas ciudades americanas en que el número de divorcios iguala al número de bodas. Dentro de pocos años, sin duda alguna, las licencias para matrimonios se expenderán como las licencias para perros, con validez sólo para un período de 12 meses, y sin ningunas lrey que impida cambiar de perro o tener más de un perro a la vez”
Con Rosa -pedagoga, logopeda y sobre todo amiga y arúspide-, desde hace unos cuantos meses, tengo pendiente una deuda. Le pedí una tarde del último verano –y ya está el próximo en ciernes- que me tentara con cinco temas que a ella le parecieran importantes en la hora presente e interesantes por su “bravura”, espinosa o dialéctica. Cuestiones de “aguas bravas” –quedamos-, de esas que encienden polémica y no son de pacífica posesión. Le mandé a su tiempo mis mreflexiones y puntos de vista sobre algunos, como que Dios no es un invento de nadie, ni de curas ni de chamanes o hechicerios, o si las creencias en que estamos o nos movemos, son ficciones, ilusiones, mentiras o engaños a nosotros mismos para sentirnos mejor, y no sería saludable depurarlas de cuando en cuando y, llegado el caso, algunas al menos, dejarlas de lado.
Veo que aún quedan pendientes dos de de los temas de Rosa. El de la indisolubilidad de los matrimonios que la Iglesia sigue defendiendo como patrimonio de humanidad y la cuestión de si hay o no “milagros”. Y como me da un poco de rebozo verme con ella y su marido –abogado y según parece atizador de la cuestión- en Ponferrada dentro de unos días, no lo difiero más y dedico a “la hora de Rosa” estas reflexiones.
Esta cuestión de la indisolubilidad del matrimonio (en el ideario jurídico-moral de la Iglesia Católica) –muy compleja y, sobre todo, muy debatida y polémica desde los secularismos de los ss. XVII y XVIII especialmente todo- pudiera resumirse en algunos interrogantes; más o menos de esta guisa. ¿Es raciona,l o irracional tal vez, que un ser humano pueda comprometerse a algo de por vida? Concretando más ¿hay razones de peso para que un matrimonio pueda dejar de serlo por el sólo arbitrio de quienes lo contrajeron? En definitiva, humanamente, ¿son posibles decisiones irrevocables de vida?
Recuerdo que, hace ya muchos años, tuve en Leòn, en la sede del Colegio de Médicos, una charla con este mismo título y cuestión: ¿se pueden reputar asequibles a la condición humana decisiones irrevocables de vida? O puede comprometerse un hombre a no cambiar el rumbo que elije consciente y libremente?.

No cabe duda, y sé muy bien, que el tema es peliagudo y que la polémica está servida con solo enunciarlo.
Entonces adobé el relato con un parangón de carne y hueso. Santiago Carrillo, comunista conocido, nunca -que yo sepa- alteró su compromiso con las ideas y con el partido comunista, ni siquiera lo hizo en la Transición aunque –por altura de miras- en aquel momento crucial cediera compos de circunstancia. Se mantuvo fiel de por vida a sus ideas, a porincipios y a sus decisiones.
Y dije que no es irracional; al contrario, que puede ser muy racional y correcto, que un hombre o mujer se comprometan de por vida a algo, aunque con dos condiciones: que sea en la línea de la propia vocación (es decir, del punto de partida de unos potenciales, capacidades y disponibilidades dadas por la naturaleza a una condición humana concreta), y que el compromiso lo sea consciente y libremente adoptado, de tal modo que ese hombre o mujer se pueda calificar de “dueño de sus propios actos”.
Defiendo, pues, que con estas condiciones no repugnan a las condición humana determinadas decisiones irrevocables de vida. Incluso veo algunas de ellas por entero consonantes con las propias esencias de “lo humano”.

En relación con el matrimonio y la familia, dos datos estadísticos son de reciente cuño. España es el país de Europa más proclive hoy a las separaciones y los divorcios. España está cerca a la cola en cuanto a tasa de natalidad.
Quizá lo sea por aquello que Ortega Y Gasset anota al comenzar su ensayo, Democracia miorbosa: “Las cosas buenas que por el mundo acontecen obtienen en España solo un pálido reflejo. En cambio, las malas repercuten con increíble eficacia y adquieren entre nosotros mayor intensidad que en parte alguna”.

Hay ahora mismo –no cabe duda- movimientos muy pujantes de ideas para los cuales el matrimonio y la familia son instituciones periclitadas, que han de dejarse de lado para llamarse “modernos”, por anacrónicas y ajenas a los signos de los tiempos. Muchos piensan que es de “progreso” “juntarse” y no casarse, ni formar una familia al modo tradicional; que es mejor contribuir a lo que Huxley pronostica como factible y muy verosímil en su libro de premoniciones y profecía.

Tampoco estoy de acuerdo en que el matrimonio y la familia –los llamados matrimonio y familia tradicionales- estén o periclitados o muertos ya.
Chesterton –el fino, audaz, irónico y nada memo G. K Chesterton, converso del ateísmo al catoliciosmo no hace tanto- enfica y habla de estos dos temas tan vivos y vivaces con soberbia puntería y claridad, huyendo –con buena lógica- tanto de los que ven el matrimonio y la familia como instituciones del pasado, inservibles ya por tanto como de los que las adoran hasta con el óxido y la pátina circunstanciada de tiempos pasados, El matrimonio y la familioa no han muerto ni pueden morir; medios muertos, eso sí, renquedano a veces, víctimas –ellos también- de estatismos e inmovilidades increíbleas, esperan la mano que lqas ponga al día y las renuevem pero sin romper su esencia.
“La familia, por supuesto no ha muerto. Medio enterrada en el polvo de la frivolidad y en el barro de la insensatez y el egoismo, que parecen ser congénitos a la humanidad y que nunca dejan de acompañarla en su caminar, la familia, el matrimonio, languidecen en las sociedades tecnológicamente más avanzadas del globo. Y además, como todas las cosas grandes de verdad –las realidades que de verdad importan- la familia está siempre muriendo y siempre resucitando o, por lo menos, debería estarlo. ‘Semper refformanda’… Frente a ella parece alzarse también una fuerza del sino” (cfr. G. K. Chesterton, EL amor o la fuerza del snio, 3ª edic. Rialp Madrid, 1994, Introducción de A. de Silva, p. 19)
Por lo que se refiere específicamente al matrimonio, señala el pensador británico que no es tanto cuestión de “instituciones” como de “personas”; que no son malas las instituciones, ni anacrónicas, ni desacordes con los tiempos que vivimos –la del matrimonio concretamente-, sino que es la poca talla, el raquitismo de los hombres y mujeres llamados a contraerlo, lo que –la mayor parte de las veces y en momentos tan lacios y gaseosos como los actuales- deja mucho que desear..

No es que yo pretenda con estas reflexiones sacar a nadie de sus casillas. No se trata de eso. Sólo trato de decir lo que pienso en una cuestión de vida o muerte para el futuro del hombre. Cada cual piense como quiera; está en su derecho, siempre que se pongan razones y no emociones tan sólo o vísceras en el platillo de la balanza.
¿Puede usted casarse o cambiar de pareja cada año o cada mes incluso, si una ley se lo permite? Allá usted y allá la justicia de esa ley (porque hay leyes injustas salidas de parlamentos bien constituidos, como, por ejemplo, las hitlerianas racistas y antisemitas…
Pero como yo pienso –y estoy convencido de que una cosa es hablar y otra distinta tener razón en lo que se dice- digo lo que pienso a este respecto; al decirlo, procuro abonarlo con razones; y desoués me quedo tan tranquuilo a la puerta de mi tienda viendo pasar las aguas del río de la posmodernidad haciendo tabla rasa de todo o casi todo lo que hasta ahora fue serio, sólido y auténtico. Como si la “modernidad líquida” o “gaseosa” de Zigmunt Barman y de otros muchos sociólogos encerrara el destino y el futuro del hombre y ahora –sólo ahora- lo hubiésemos descifrado por fin.

No sé yo si a Rosa le habrán llenado o no mis razones. Es –insisto en reconocerlo- un tema polémico, hasta para quienes admitimos que –en las condiciones que he señalado ya- son posibles y hasta racionales pueden serlo, decisiones de por vida.
Pero si no estuviera de acuerdo en todo –muy posible tal vez- que no se apure; seguiremos hablando para mensurar un poco mejor las cosas, matizar algunas (siempre son posibles los matices en cuestiones como estas); y –acto seguido. a meternos en más “aguas bravas” cuando quiera. Es saludable deporte nadar contra la corriente y no dejarse mecer o acunar en un “dolce far niente” que tiene más de suicida que de cómodo y saludable.

SANTIAGO PANIZO ORALLO
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