Mi pueblo

MI PUEBLO

Hoy –en un Supra de Alsa, con salida de Madrid a las dos y media de la tarde- viajo a mi pueblo, para estarme allí hasta –más o menos- el 10 de junio, en que habré de volverme unos pocos días a la capital del Reino. Por eso, mis reflexiones hoy se mecen -más que al son o el compás de unos hechos o de unos pensamientos e ideas que me llegan de fuera- al de las sensaciones que me van tomando mirar los paisajes desde la ventanilla del autobús. También las sensaciones han de tener su pizca –o tal vez mas- de “mando en plaza” para el buen gobierno de las vidas; y más todavía si son positivas como las que a mí me embargan hoy.

El viaje –dando de lado a las más de cuatro horas empotrado en el asiento y el monótono run-run del motor- ha sido normal. Lo dediqué, en parte, a contemplar el paisaje de esta Castilla llamada La Vieja, así llamada tal vez por su indubitada condición de añosa raíz de las Españas o quizás por su adusta faz de líneas rectas y planicies de horizontes abiertos que invitan a pensar más en años que en fogosas juventudes. Ancha y abierta es Castilla, en el mejor sentido de los dos adjetivos. Casi siempre parda y agostada, es una delicia verla ahora verdeante, risueña y vegetal, en una primavera sin arrogancias pero verde y esperanzadora como todas las primaveras, hasta las más humildes y austeras.
A la vez que contemplaba, pensaba; en las cosas que pasan o nos pasan; en esas cosas de todos los días que, si no siempre son para tirar cohetes, tampoco lo son para poner cara de vinagre o pegarse un tiro. Y también en las cosas de algunos días, esas otras que, al ser imprevistas y en ocasiones inoportunas, se resisten a pasar sin pena ni gloria.

Otro espacio del viaje lo dediqué a escribir el bosquejo de un ensayo sobre Babel, aquella torre tan bíblica como mitológica y sugerente, que -la víspera de Pentecostés, es decir, mañana mismo- trae a colación la Iglesia para contrastar la primigenia comunidad de lenguas con esa otra diversidad tantas veces arbitrada para romper la unidad del hombre y hacer así, de un universo ideal e idílico, un pluriverso de antagonismos irreconciliables y humanamente perniciosos.

Y en éstas andada cuando, pasada la media tarde, el Bierzo nos daba la bienvenida, exultante y con brazos también de primavera esplendorosa y risueña. De espectacular se puede calificar este año la primavera, tras lluvias y lluvias y un invierno empeñado en no irse por las buenas…. Pues, o mucho cambia en estos días próximos, o el “cuarenta de mayo” nos va a coger con el “sayo” a cuestas y haciendo rogativas para que cese de llover… De todos modos, disfrutar de la primavera berciana, aunque sea por pocos días no deja de tener alicientes.

Al bajar en Ponferrada del autobús, una nueva sensación y un deseo se asoman a mi horizonte personal: la sensación de estar en casa y a gusto, y el deseo de respirar hondo para no perderte nada de los aires de la tierra que te viera nacer. Al llegar a casa y aliviarme un poco, dedico un rato antes de la cena a escuchar a Nino Bravo y, en concreto, esa canción que, dedicada a su tierra, que tiene palmeras y tiene montañas, pero tiene también “el mismo sol que otras rierras”. Y me dije, tras oír esa canción mayestática para curas de nacionalismos rabiosos o subnormales, que sin duda me siento ufano de mi Bierzo, pero no hasta el punto de no reconocer, y admirar también –sin mirar por encima de los hombros a nadie- las bellezas y las bondades de ese “sol de todos” que unifica a los hombres por encima de lenguas, de particularismos, de idiotizados fanatismos y de los cuentos y las mentiras de quienes, hasta siendo cretinos como cualquiera pueda serlo sin abdicar de ser hombre, se pirran por lo suyo, pero sin menosprecio de lo demás….

Y aquí, en este punto, retorné con la mente a la Babel aquella en que unos hombres, obsesionados, emperrados, en edificar una torre que llegara hasta el cielo –lo del “asalto al cielo” tiene solera y veteranía “chulescas” en la historia humana-, cambiaron el “progreso humano” por por un os egocentrismos patógenos. “Tú lo qusiste” valdría tal vez comentar con el “fraile” aquel

Tras mi cena habitual de una sopa de fideos y un yogourt y después de estarme un rato tratanto de contar estrellas desde mi baslcón, con la silueta del convento de las monjas de mi pueblo en le retina e intentando escuchar, como antaño, al ruiseñor velando enamorado a la madre de sus polluelos –hace mucho que es intento vano oír al ruiseñor en las noches de abril y mayo-, se voy a la cama, aunque no sin antes rememorar ese poema de A. Machado “al olmo seco”; de tantas aplicaciones filosóficas, o no tan filosóficas; y más en estos días del renuevo y del milagro primaverales. ¿Por qué no, si a ratos llueve y a ratos hace sol?. Lean el poema y verán si es o no posible…
Mañana –me digo al acostarme- será otro día. Y el Dios de ese sol que es el mismo para un sueco que para un americano, para un asiático que para un negro de Tanzania, nos ayude –a los que creemos en Él cuando menos- a usar más la cabeza y algo menos las vísceras cuando de estas cosas tan de comer a diario se trata. Que nos incite y ayude a pensar un poco antes de soltar la lengua y hacer bobadas. Un viejo amigo del pueblo -farruco y suficiente él- es partidario de hacer prinero las cosas y después pensarlas y hasta se ufana de esa fantasía de falsa racionalidad. Después de preguntarle, una y otra vez, si le salen bien con ese método, le suelo decir –para su consuelo- que hay quienes no las piensan ni antes ni después de hacerlas….
Él se ríe y yo me río, porque como dice Iñaki Linazasoro en uno de sus libros de humor, hay que reírse, a pesar de todo. Mañana será otro día.

SANTIAGO PANIZO ORALLO






NOTA POSTDATA.
Mis queridos amigos.
Perdonadme que os haya dejado de lado estos pasados días, desde que me vine al pueblo la tarde del 17 de mayo actual. No me avengo bien con estas técnicas ultra-modernas de la comunicación on-line (¿se dice así?) y me cuesta encararme “vis a vis” con estas –tan fáciles para muchos- “historias” de “fibras ópticas”, de “ruter”, de “wi.fi” y demás zarandajas de comunicaciones por estas vías, tan importantes por otro lado para estar y vivir en este tiempo y en este mundo. Cosa de preferencias generacionales, me digo yo. Me apetece más, por ejemplo, leer un libro de papel que uno virtual. Cuestión de gustos, así mismo diría.
El hecho es que han pasado días y días sin tener del todo a punto esta vía de contacto. Perdonad, insisto.
Poco a poco –y asociado a lo actual de cada día- os iré pasando mis reflexiones, esas que aguantáis pacientes dando muestras de una esquisita amistad. Mis gracias por ello. SPO
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