"Que el pregón pascual nos llene de alegría y nos lance a la misión de compartir la buena noticia del reino, pero con los pies en la tierra" Vigilia Pascual: alegría, anuncio, compromiso
Cuando como Jesús nos disponemos a amar a todos sin condiciones, ni medidas, se hace más fácil la convivencia, la aceptación mutua, el respeto
Cuando como Jesús nos disponemos a fijarnos en los últimos, en los que más sufren por diversas realidades, nuestra vida se llena de proyectos a realizar, buscando transformar la injusticia en la justicia del reino
Es posible una Iglesia que dejando sus lujos y privilegios, su clericalismo y exclusión de los laicos -y entre ellos las mujeres-, su doble moral y su lentitud para denunciar los abusos de todo tipo, se arriesgue a ser una iglesia de puertas abiertas, una iglesia servidora, una iglesia misericordiosa, una iglesia donde el “caminar juntos” sea la práctica cotidiana
Es posible una Iglesia que dejando sus lujos y privilegios, su clericalismo y exclusión de los laicos -y entre ellos las mujeres-, su doble moral y su lentitud para denunciar los abusos de todo tipo, se arriesgue a ser una iglesia de puertas abiertas, una iglesia servidora, una iglesia misericordiosa, una iglesia donde el “caminar juntos” sea la práctica cotidiana
La Vigilia Pascual es el momento de mayor solemnidad y de mayor significado en la vida cristiana. En una confesión de fe, condensamos aquello que nos convoca y que estamos dispuestos a testimoniar. Con palabras del Apóstol Pedro, según Hechos de los Apóstoles, afirmamos que “a este Jesús, Dios le resucitó; de lo cual todos nosotros somos testigos” (2, 32). También con palabras de Pablo, hacemos esta misma confesión de fe, mostrando las consecuencias de que Cristo no hubiera resucitado: “Si Cristo no resucitó, vana es nuestra predicación y vana es nuestra fe (1 Cor 15, 14). Es decir, proclamamos que la muerte no fue la vencedora y la resurrección, ratificó la praxis de Jesús, mostrándonos que hacer lo que Jesús hizo, permite la vida, posibilita la vida, asegura la vida.
En efecto, cuando como Jesús nos disponemos a amar a todos sin condiciones, ni medidas, se hace más fácil la convivencia, la aceptación mutua, el respeto. Cuando como Jesús nos disponemos a fijarnos en los últimos, en los que más sufren por diversas realidades, nuestra vida se llena de proyectos a realizar, buscando transformar la injusticia en la justicia del reino. Cuando como Jesús no buscamos el poder, ni el prestigio, la vida se vuelve ágil y libre, sin temor a perder nada. Cuando como Jesús levantamos la voz para denunciar lo que debía ser de otra manera, se va entendido el proyecto del reino y todo se va enfocando hacia hacerlo posible. Simplemente, cuando intentamos vivir como Jesús vivió, amar como él lo hizo, servir como él nos enseñó, los signos de resurrección se hacen más claros, más fuertes, más ciertos.
Buscando amar, encontramos malentendidos. Buscando servir, encontramos desaires. Buscando aportar, encontramos poco reconocimiento
Ahora bien, no significa que todo será fácil y fluirá sin ningún tropiezo. Por el contrario, muchas veces las dificultades llegan más rápido de lo que esperamos. Buscando amar, encontramos malentendidos. Buscando servir, encontramos desaires. Buscando aportar, encontramos poco reconocimiento. Y así podríamos enumerar tantas situaciones que no logramos cambiar. Sin embargo, esto es lo que nos permite entender que el misterio pascual no quedó ya vivido en esta semana santa, sino que constituye la dinámica del día a día. La muerte y la vida van de la mano, la dificultad y la solución se van sucediendo, la bondad y el servicio se tropiezan con la realidad humana que no siempre responde a lo esperado. Pero en esa situación es que la confesión de fe en Cristo resucitado nos sostiene una y otra vez, permitiéndonos mantener la esperanza, la fortaleza, la confianza.
Que el pregón pascual nos llene de alegría y nos lance a la misión de compartir la buena noticia del reino, pero con los pies en la tierra -como lo he descrito antes- porque, aunque abundan los obstáculos, hay mucha tarea por hacer, muchos caminos por estrenar, mucha esperanza por mantener. De la misma manera que los discípulos de Jesús se pusieron en camino, superando sus miedos y convocando a otros, el pregón pascual nos recuerda que hoy la posta -como en una carrera de relevos- está en nuestras manos y dependerá de nuestro empeño en que avance mucho más.
¡Si! La Vigilia Pascual enciende el corazón y renueva las fuerzas porque el Espíritu de Jesús Resucitado se hace presente en nuestras vidas y nos lanza hacia adelante. Secundemos su impulso para que un mundo con muchos signos de resurrección se haga posible en el aquí y ahora de nuestra historia a todos los niveles: es posible cuidar de nuestra “casa común”, es posible amar más y mejor a los pobres, es posible hacer una política que privilegie el bien común por encima de los intereses individuales, es posible construir un mundo donde haya lugar para todos, es posible un mundo más cercano a lo que Dios ha soñado desde siempre para la humanidad y, por supuesto, es posible una Iglesia que dejando sus lujos y privilegios, su clericalismo y exclusión de los laicos -y entre ellos las mujeres-, su doble moral y su lentitud para denunciar los abusos de todo tipo, se arriesgue a ser una iglesia de puertas abiertas, una iglesia servidora, una iglesia misericordiosa, una iglesia donde el “caminar juntos” sea la práctica cotidiana. Todo esto es posible porque Cristo ha resucitado y nuevamente en esta pascua del 2023, lo creemos y lo anunciamos.
(Foto tomada de: https://www.piqsels.com/es/public-domain-photo-zbcmi)
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