TIEMPO DE ELECCIONES

De cuanto se relaciona con las elecciones, en vísperas de cuyo maratón nos encontramos ya en España, la Iglesia sabe y conoce más bien poco Diríase que casi nada. La reflexión sobre el hecho es de necesidad absoluta, dentro y fuera del Adviento en el que se inician las de Andalucía.

. Por muy “Mater et Magistra”-“madre y maestra”- con que se la honre y predique, en la Iglesia -jerarquía y laicos-, apenas si es posible interpretar con corrección el lenguaje y el comportamiento electorales.

. Iglesia y democracia no llegaron a matrimoniarse jamás. Aún más, en la nómina de pecados mortales institucionales, elaborada en sus más altas instancias y doctorales niveles, la democracia, junto con el socialismo y el progreso, llegó a ocupar durante épocas los primeros puestos de la condenación y del anatema pontificio.

. Los tiempos dentro de la Iglesia no han cambiado en este sentido con la notoriedad suficiente como para que la honestidad profesional me obligue a retractarme, aquí y ahora, de lo relatado. Dentro de la propia Iglesia, aunque con leve excepción como en el caso de la elección del papa, efectuada por los cardenales nombrados antes a dedo, a la democracia la substituye el ínclito y subordinado “Amén” con todas sus naturales y sobrenaturales consecuencias, sin concesión alguna para hipotéticas demandas de clérigos, y menos, de laicos.

. De entre el amplio y plural espectro de eslóganes, programas y colores de opciones políticas, que legalmente aspiran a otros tantos escaños parlamentarios, ¿Cuál fue ayer, y podría ser hoy, la más recomendada y ejercida por los ciudadanos cristianos -también obispos-, empadronados en las respectivas demarcaciones electorales?

.Para nadie es un secreto, desvelado más que suficientemente por los medios de comunicación, que los partidos llamados de derechas y de “derechísimas”, acapararon, y acapararán la mayoría del “voto católico”. Del rotundo “sí” a este supuesto caben muy pocas dudas. Los “derechismos” de siempre, con unas siglas u otras, coincidieron por sistema religiosamente con los sobres y las papeletas en las urnas.

. ¿Pero es que los comportamientos políticos de los administradores de los votos católicos no se parecieron, ni seguirán pareciéndose, en nada, o en muy poco, a los dictados por los santos evangelios?¿Tal incoincidencia no preocupa en demasía, y en conciencia, siempre y cuando esta haya sido y sea la manifestada y llevada a la práctica por la jerarquía, en fiel e incuestionable seguimiento de la Iglesia conservadora y ante conciliar que nos ha sido servida “en el nombre de Dios” y semi dogmáticamente?

. ¿Sería concebible, por poner un ejemplo esperpéntico para muchos “católicos de toda la vida”, que, estudiados a la luz de los evangelios y de palabras y gestos del papa Francisco, el voto eclesiástico se inclinara en la próxima ocasión en dirección a partidos políticos determinados por colores, por cierto también litúrgicos, que no fueran precisamente azules?.

. ¿De qué y de cuanta imaginación le sería preciso disponer al católico
del “Amén” para concluir que los claustros monásticos, cabildos catedralicios, sedes episcopales, residencias y casas parroquiales, benefactores perpetuos de fundaciones y obras pías… habrían de ser manaderos de votos, partidarios de renovación y de vida nueva, en salvadrta y feliz ruptura con las distinciones sociales y religiosas de siempre?

. ¿Satisface pensar y proclamar que “una cosa es predicar –programas-, y otra es dar trigo” –hechos y realizaciones-, cuando son demostrables, que tanto los partidos de corte católico se corrompen y corromperán en idénticas y salvajes proporciones que los a-religiosos y ateos?

. En los tiempos electorales que enmarcan la vida de los españoles –católicos de nombre y apellidos-, es indispensable la reflexión acerca de la fuerza que entrañan los votos de todos y de cada uno, también en relación con la Iglesia, de la que es modelo y ejemplo el papa Francisco, por otra parte, más y mejor valorado entre los que alardean de no creyentes, que entre los que se profesan católicos, apostólicos y romanos.

. El tema “Iglesia y elecciones” da mucho de sí, y tiempo habrá de reflexionar más, por ejemplo, sobre la necesidad de democratización de la propia Iglesia, dejando de acogerse, a título de dogma e irreversiblemente, a lo de la “teocracia”, y basta y sobra, sin más. Además de “madre, maestra y educadora”, la Iglesia, y sus representantes jerárquicos, para seguir siendo y ejerciendo hoy de Iglesia, precisan también ser “educados”.
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