Manolo Mallofret, el cura que inoculó el compromiso cristiano y social de la vicepresidenta del Gobierno La ‘confesión’ de fe de María Jesús Montero: “Me acerqué a la Iglesia con un cura rojo que había optado por los pobres”

A los 20 años, y antes de terminar la carrera, se marchó de casa. "Me fui a vivir a una comunidad cristiana con mi grupo de amigos. Cada uno aportaba con lo que nos daban nuestros padres y cada uno estudiaba su carrera"
"Éramos cristianos, de izquierdas y un poco hippies. Conservo a mis amigas de entonces. Son mis amigas del alma".
También muy adentro le llegaron entonces algunos amigos, como Manolo Mallofret. "Yo empiezo mi contacto con la actividad política y pública en la Iglesia, y pertenezco esa generación de jóvenes que se acercaron a la Iglesia con un cura rojo muy comprometido que había optado por los pobres, la justicia social"
"Es uno de mis mejores amigos. Él nos educaba en la justicia social, las libertades, la dignidad de la persona, el compromiso, el sacrificio y el esfuerzo como una parte importante para que los proyectos se hagan realidad, y con esa sensación de que nada será posible si no te mojas o te implicas"
También muy adentro le llegaron entonces algunos amigos, como Manolo Mallofret. "Yo empiezo mi contacto con la actividad política y pública en la Iglesia, y pertenezco esa generación de jóvenes que se acercaron a la Iglesia con un cura rojo muy comprometido que había optado por los pobres, la justicia social"
"Es uno de mis mejores amigos. Él nos educaba en la justicia social, las libertades, la dignidad de la persona, el compromiso, el sacrificio y el esfuerzo como una parte importante para que los proyectos se hagan realidad, y con esa sensación de que nada será posible si no te mojas o te implicas"
Ya no pisa las sacristías, pero allá por los años 80, en su parroquia trianera de Nuestra Señora de la O, María Jesús Montero, la vicepresidente del Gobierno a quien más escucha Pedro y la mujer con más poder del PSOE, las frecuentaba mucho.
De aquellos años juveniles en los que daba los primeros pasos en el compromiso político, le queda, sin embargo, un muy buen trato con varios curas, entre ellos Manolo Mallofret, cuando estaba también muy comprometida en la parroquia y en grupos juveniles cristianos, y que al final acabarían decantado su opción política.
De esa época habló (y con mucho cariño) la también ministra de Hacienda en el programa Lo de Évole, en donde este pasado domingo recordó aquella etapa, años llenos de experiencias cristianas y que califica como de "una de las mejores" de su vida.
A los 20 años, y antes de terminar la carrera, se marchó de casa. "Me fui a vivir a una comunidad cristiana con mi grupo de amigos. Cada uno aportaba con lo que nos daban nuestros padres y cada uno estudiaba su carrera", relata en entrevista con el periodista catalán.
“Era una casa abierta", en la que vivían "seis personas", pero podían llegar a juntarse "hasta 25 en diferentes momentos", recuerda la vicepresidenta, una experiencia que califica como “una de las mejores” de su vida y que “la repetiría siempre. Éramos cristianos, de izquierdas y un poco hippies. Conservo a mis amigas de entonces. Son mis amigas del alma".
También muy adentro le llegaron entonces algunos amigos, como Manolo Mallofret. "Yo empiezo mi contacto con la actividad política y pública en la Iglesia, y pertenezco esa generación de jóvenes que se acercaron a la Iglesia con un cura rojo muy comprometido que había optado por los pobres, la justicia social".
“Fue la persona de la Iglesia que más influencia ha tenido" en su vida, reconoce Miontero. "Es uno de mis mejores amigos. Él nos educaba en la justicia social, las libertades, la dignidad de la persona, el compromiso, el sacrificio y el esfuerzo como una parte importante para que los proyectos se hagan realidad, y con esa sensación de que nada será posible si no te mojas o te implicas".
Todos los domingos participaba en la eucaristía que Mallofret presidía en la parroquia de Triana. Se casó también por la Iglesia, aunque su novio no era creyente, acabó cantando al final de la ceremonia 'El pueblo unido jamás será vencido'. “Había personas comunistas, personas que se quedaron en la puerta porque no compartían la ceremonia y cuando escucharon la canción, entraron", recordó la vicepredidenta en Lo de Évole, remarcando que ella siempre se ha sentido "más cómoda" en esa "Iglesia abierta y vinculada a la izquierda".
Ese compromiso cristiano lo aquilató María Jesús Montero en el Movimiento Juvenil de la Acción Católica, cuando se reunía con otros jóvenes en la parroquia cercana a la casa donde vivía con sus padres, tampoco ajenos al mundo de la fe. Ahora ya no entra en las sacristías ni en los salones parroquiales, pero sigue frecuentando la amistad y el consejo de aquellos amigos, de los sacerdotes que la acompañaron en el camino, a alguno de los cuales ha tenido como asesor en momentos difíciles, como es el caso del citado cura Manolo, abogado antes que cura y que ayudó a Montero a canalizar en la ayuda social y luego política el compromiso que nacía de su fe y, ya entonces, opción por los más necesitados.

Conocido como "el cura rojo", en 2014, a petición del grupo socialista, respaldado por peticiones vecinales, el Ayuntamiento sevillano acordó dedicarle una plaza en el barrio de San Jerónimo. Pero no fue Mallofret el único que dejó impronta en la vicepresidenta del Gobierno. Hay otros, todavía en activo y muy comprometidos en los barrios periféricos de la capital andaluza, que, de cuando en cuando, hablan con Montero cuando la sevillana baja a su ciudad natal, lo que hace cada vez más habitualmente ante lo que algunos consideran que acabará siendo un definitivo desembarco para volver a pelear por la presidencia de la Junta de Andalucía.
Entonces, si la edad lo sigue permitiendo, los tendrá más cerca para el consejo. O, simplemente, para acoger a la hija pródiga.
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