"Ha creado un clima de esperanza y ha devuelto (y reavivado) la ilusión a una Iglesia cansada y envejecida" El papa de la primavera
"Proclamado personaje del año por Le Monde y por Time, Francisco, a lo largo de estos nueve años (y a pesar de la oposición en el interior de la Curia), está ayudando a que nazca una nueva primavera en la Iglesia, liberándola de los miedos que la paralizan y de los desánimos que la bloquean"
"El papa, con una visión universal, no desea una Iglesia clericalizada, ya que como ha dicho él mismo, “cuando tengo delante a un clerical, me convierto en anticlerical”
"Francisco quiere recuperar (y reavivar) el Concilio Vaticano II, “inspirado por el papa Juan XXIII y por Pablo VI”
"El papa es un pastor que, con valentía, denuncia la mentira i la hipocresía, también dentro de la Iglesia. Y eso provoca el odio de los que no están de acuerdo con los cambios que el papa está realizando"
"Francisco quiere recuperar (y reavivar) el Concilio Vaticano II, “inspirado por el papa Juan XXIII y por Pablo VI”
"El papa es un pastor que, con valentía, denuncia la mentira i la hipocresía, también dentro de la Iglesia. Y eso provoca el odio de los que no están de acuerdo con los cambios que el papa está realizando"
La primavera del año 2013 no empezó el 21 de marzo sino el 13 de ese mismo mes, con la elección, ese día, del papa Francisco. Aquel 13 de marzo de hoy hace nueve años, los cardenales, reunidos en conclave, eligieron al cardenal Bergoglio, arzobispo de Buenos Aires, nuevo obispo de Roma. En estos nueve años de servicio al Evangelio, el papa Francisco ha creado un clima de esperanza y ha devuelto (y reavivado) la ilusión a una Iglesia cansada y envejecida. Proclamado personaje del año por Le Monde y por Time, Francisco, a lo largo de estos nueve años (y a pesar de la oposición en el interior de la Curia), está ayudando a que nazca una nueva primavera en la Iglesia, liberándola de los miedos que la paralizan y de los desánimos que la bloquean.
El papa ha dado un toque de atención a los obispos de la Iglesia (muchos de ellos conservadores), que “a menudo han sido narcisistas” y también ha denunciado una “Curia vaticanocéntrica”, que Francisco está reestructurando: “Haré todo lo que pueda para cambiarla”. Y es que el papa Francisco nunca ha sido un burócrata y por eso no quiere que los pastores de la Iglesia deseen “subir” o “trepar”, ni que su ministerio sea un honor o privilegio, sino que quiere que, con humildad, los obispos y los presbíteros sean servidores de las comunidades cristianas. El papa, con una visión universal, no desea una Iglesia clericalizada, ya que como ha dicho él mismo, “cuando tengo delante a un clerical, me convierto en anticlerical”.
El papa desea que los cristianos seamos “semilla de vida y de amor”, por encima de la captación de nuevos cristianos: “Nuestro objetivo no es el proselitismo, sino escuchar las necesidades, los deseos, las desilusiones. Hemos de retornar la esperanza a los jóvenes, ayudar a los ancianos, abrirnos al futuro, difundir el amor”, para así “incluir a los excluidos y predicar la paz”.
Francisco quiere recuperar (y reavivar) el Concilio Vaticano II, “inspirado por el papa Juan XXIII y por Pablo VI”, un Concilio que decidió “mirar al futuro, con espíritu moderno y abrirse a la cultura moderna”. Y es que “una Iglesia que se cierre en el pasado, traiciona su propia identidad”. Por eso el papa quiere construir “una Iglesia con una organización no vertical, sino horizontal”, más fraterna y más sinodal.
El papa ha condenado con valentía “al capitalismo salvaje, que hace a los fuertes más fuertes y a los pobres más pobres”. Para Francesc, “el actual sistema económico nos está conduciendo a una tragedia”. El papa también ha denunciado “el dios dinero y un paro que roba la dignidad” de las personas. Es por esto que el papa resulta incómodo al poder, porque es un hombre transparente y radicalmente fiel al Evangelio.
Francisco es un papa que comunica, que sintoniza, que abraza y besa a los pobres, a los enfermos, a los niños. Francesc es una papa que no come con los poderosos, sino que se sienta en la mesa de los pobres. Más aún: sienta a los pobres en su mesa. Además, el papa sabe escuchar con el corazón y mirar con ternura, ya que es un hombre de mirada limpia, siempre atento al sufrimiento de las personas más vulnerables. Como ha dicho el cardenal filipino, Luis Antonio Tagle, “el papa Francesc es un hombree valeroso que escucha, que no huye de los problemas de nuestro tiempo” (La Vanguardia, 9 de marzo de 2022).
Francisco también es el papa que ha dicho basta a la tolerancia con la pederastia y ha afirmado que este crimen que nos avergüenza, no puede repetirse nunca más. Es también el papa que promueve un papel más activo de las mujeres en el seno de la Iglesia.
En Asís, Francisco pronunció un discurso improvisado, que llegó al corazón de los que lo escuchaban y donde denunció la globalización de la indiferencia y la vergüenza del capitalismo salvaje, además de pedir que cuidemos la naturaleza, la casa común que, entre todos, estamos destruyendo.
Enemigo de homilías largas y aburridas, el papa habla con sencillez, con un lenguaje que la gente entiende. Por eso Francisco sorprende, como lo hizo Mijail Gorvachov con la Perestroika, en su intento de reestructuración y de reforma de la Iglesia.
El papa desea comunidades cercanas a la gente y a sus necesidades, con pastores con “olor a oveja”, para hacer posible una Iglesia que transmita más la buena noticia del Evangelio y que no esté tan preocupada con las condenas y los preceptos.
Como ha dicho Leonardo Boff, “Francisco pone en primer lugar el amor, la misericordia, la ternura y el diálogo, y solo después, las doctrinas y las disciplinas eclesiásticas”.
El papa Francisco también es un mensajero y un artesano de paz, que en estos momentos tan difíciles intenta mediar para acabar con la invasión de Ucrania por Rusia y la agresión de Putin al pueblo ucraniano, una agresión que está provocando un éxodo monstruoso de mujeres y de niños huyen de la guerra. Francisco está trabajando para que se acabe este clima de guerra, y la amenaza de Putin sobre Ucrania, que está dejando ciudades destrozadas, más de dos millones de refugiados y familias rotas por una guerra injustificada y del todo inmoral.
Francisco es el papa de las periferias, que visita a los refugiados en la isla de Lesbos y que pide a Europa que no sea indiferente al drama de las personas que se ahogan en el Mediterráneo huyendo del hambre y de la guerra.
El papa Francisco, a pesar de sus achaques y problemas de salud, es un hombre que continúa trabajando por la paz y la justicia y por una Iglesia pobre que salga a buscar y a acoger a los alejados de la fe y que con un espíritu samaritano, recoja y atienda solícitamente a todos los que sufren y se encuentran al margen del camino. El papa es un pastor que, con valentía, denuncia la mentira i la hipocresía, también dentro de la Iglesia. Y eso provoca el odio de los que no están de acuerdo con los cambios que el papa está realizando. Por eso el año pasado, en su viaje a Eslovaquia, en un encuentro con jesuitas, el papa les decía: “Aún estoy vivo. A pesar que algunos me querrían muerto”. Y comentando su intervención quirúrgica, el papa también decía a los jesuitas eslovacos: “Sé que ha habido incluso encuentros entre prelados, los cuales pensaban que el papa estaba más grave de que lo que se decía”. Y por eso “preparaban el conclave”, seguramente soñando con otro papa de su misma cuerda, ni audaz ni valiente como lo es Francisco. Y el papa, con buen humor, decía a los jesuitas: “¡Paciencia! Gracias a Dios, estoy bien” (Documents d’Església, nº 1127).
Y es que Francisco, en contra de los obispos “prudentes” y claramente conservadores, ha desplazado el centro de la Iglesia del poder a la bondad, ya que como ha dicho el sacerdote valenciano, Joaquim Garcia Roca, “el papa está más interesado en practicar la comprensión, que en ejercer de juez”. Por eso, como dijo el obispo Pere Casaldàliga, el papa Francisco “es un don de Dios para la Iglesia”.