Me consta que no gozo de las simpatías del obispo de Almería. Y lo comprendo. Porque en más de una ocasión referí lo que fue su deplorable pontificado en Ávila. De donde hubo que sacarlo en medio del
odium plebis.
El director de una revista en la que colaboro me comunicó hace algún tiempo que, enviándole la publicación a todos los obispos, el de Almería se la rechazaba. Mi respuesta fue inmediata: seguro que porque escribo yo. Se ve que no perdona que le hayan cantado las verdades del barquero.
Yo, que debo ser más caritativo que él, más de una vez he escrito que en Almería lo estaba haciendo bien. Y ayer le comuniqué esa impresión a un sacerdote diocesano suyo. Que me contestó inmediatamente: no es oro todo lo que reluce. Me aseguró que no podía ver al cardenal de Madrid a lo que yo le respondí que hay algunos obispos más en esa situación. Y que se podía ser un buen obispo y no congeniar con el presidente de la Conferencia episcopal. Y como insistiera yo en que me diera más datos me replicó: No te cuento más que luego los larga (sic) la cigüeña.
Sólo conseguí sonsacarle que para él había una mano negra que gobernaba la diócesis, sacerdote que en su parroquia se reunían los de "Somos Iglesia" y que en la Junta de Gobierno de las Hermandades tenía al coordinador de "Cristianos por el Socialismo".
Y no te digo más, añadió. Pero algo más dijo. Estas crípticas palabras: nuestro gozo en un pozo.
Tal vez algún lector pueda aclararnos algo.