Soy el primero en criticar la demencia de esas cantidades de dinero que se pagan por un futbolista. En tiempos de vacas flacas o de vacas gordas. Pero hay personas con el tejado de cristal que son las menos indicadas para tirar piedras al aire.
Resulta extraño, por lo menos, que el cardenal que mantiene en su presbiterio, sin la menor censura, a un sacerdote que paga abortos nos salga diciendo que el aborto es muy malo. Y lo es también que el miosmo individuo, hincha del Barça hasta el punto de desplazarse a presenciar la final de la Champions se nos descuelgue criticando al presidente del Real Madrid.
Supongo que en el Barcelona se pagan también cantidades desorbitadas, aunque no tanto como las de Florentino Pérez, por los jugadores. En su casa. Delante de sus cardenalicias narices. Y hasta los euros que el cardenal de Barcelona se gastó en acudir a la final, aunque hayan sido muchísimo más modestos, hubieran tenido mucho mejor empleo en Cáritas que en satisfacer los gustos deportivos y los afanes protagonistas del cardenal.
Reconozco que los fervores futbolísticos del prelado barcelonés son más inocentes que su conducta paternal con el cura que pagaba abortos pero aun así me parece el obispo de España menos apropiado para hablar de los fichajes del Real Madrid. Lo que estaría muy bien en Don Atilano, Don Ciriaco, Don Amadeo o Don Demetrio chirría en Nostach. O al menos eso pienso yo.