¿Qué hacer cuando un virus nos encierra en casa? ¿ Dónde está Dios ahora ?
"Sin duda es mejor no creer en Dios ni practicar una religión, que creer en un Dios y practicar una religión que ante nuestros males guardan silencio y nos dejan tirados en la cuneta"
"No busquemos pretendidos razonamientos sobrenaturales ni acudamos a intervenciones milagrosas"
Dicen que movido por la curiosidad un creyente devoto, abrió la “Suma Teológica” escrita por santo Tomás de Aquino; pero al leer la primera frase como interrogante –“¿existe Dios?”-, se escandalizó y no siguió leyendo. Tanto mal y sufrimiento de los seres humanos es argumento irrefutable contra la existencia de una divinidad todopoderosa y buena que, mientras los sufrimos, sigue apática en su trono. Sin duda es mejor no creer en Dios ni practicar una religión, que creer en un Dios y practicar una religión que ante nuestros males guardan silencio y nos dejan tirados en la cuneta.
He leído varias veces el sugerente libro de Bertolt Brecht “Galileo Galilei”. En uno de sus capítulos alguien cuestiona la teoría de Galileo: si el cielo no existe ¿dónde está Dios?. Y el científico responde: “en nosotros mismos o en ningún lado”. Esa respuesta evocó mi fe o experiencia en la encarnación de Dios percibida en la conducta histórica de Jesucristo. No está lejos de nosotros. Siempre mayor e inabarcable, más íntimo a nosotros que nuestra propia intimidad, su presencia de amor nos constituye pues en ese misterio que llamamos Dios “existimos, nos movemos y actuamos”.
Conviene recordar esta fe o experiencia cristiana cuando un virus obliga incluso a cerrar iglesias y suspender celebraciones de culto. Hay que buscar a Dios también fuera del templo y discernir su presencia en la calle.
Pienso que los humanos estamos en proceso de realización. Mientras anhelamos y trabajamos por crecer en humanidad, una y otra vez encontramos dificultades que limitan nosotros logros ; pero dentro de nosotros, tan real como indefinible, puja un deseo de plenitud que no se apaga ni siquiera con la sombra de la muerte. Según la fe o experiencia cristiana en ese germen de vida que nos impulsa una y otra vez a levantarnos de nuestras cenizas está está Presencia de amor que llamamos Dios.
Es natural que, ante situaciones desgraciadas que nos desbordan acudamos a la oración para expresar nuestra indigencia y fortalecer nuestra confianza
Pero no busquemos pretendidos razonamientos sobrenaturales ni acudamos a intervenciones milagrosas para reemplazar la falta de razones humanas y para dispensarnos de nuestros compromisos terrenos, En la investigación seria de los científicos, en la preocupación y sanas medidas de los gobernantes, en el infatigable trabajo del personal sanitario, en la conducta solidaria de los ciudadanos, y en quienes a pesar de todo, ocurra lo que ocurra. mantienen viva la confianza, bien podemos decir que está Dios encarnado. Una Presencia de amor capaz de llamar a las cosas que no son para que sean y de dar vida a los muertos.