"La Biblia cuenta lo que quizás nunca sucedió pero que de algún está ocurriendo siempre" Meditación sobre la Inmaculada
La egolatría nos carcome y con frecuencia nos dejamos arrastrar por esa tendencia. Un valioso colega en la docencia, no sin cierta razón escribía contra la interpretación del pecado original tal como se venía proponiendo en la tradición agustiniana
La Biblia cuenta lo que quizás nunca sucedió pero que de algún está ocurriendo siempre. Por ejemplo. la caída de Adán y Eva en el paraíso. Poco importa si hubo una primera pareja con esos nombres. Lo que sí es innegable que lo contado de esa primera pareja está sucediendo una y otra vez a lo largo de la historia. Adán y Eva, hombre y mujer los dos por igual, llevamos dentro en anhelo de infinitud, el deseo de ser absolutos como nos imaginamos que es Dios. La egolatría nos carcome y con frecuencia nos dejamos arrastrar por esa tendencia. Un valioso colega en la docencia, no sin cierta razón escribía contra la interpretación del pecado original tal como se venía proponiendo en la tradición agustiniana. En clima de amistad le comentaba: “me parece muy valiosa tu crítica, pero la pretensión de ser absolutos como Dios ignorando nuestra condición de criaturas. es innegable y de alguna forma origen de todos nuestros pecados”. En eso estábamos de acuerdo.
El niño no nace con ninguna mancha, sino con una vocación: crecer en humanidad no concentrándose egoístamente en sí mismo como si fuera centro absoluto sino abriéndose con amor a los demás motivado por la presencia de Dios en que habita. Para ese crecimiento es acogido por el bautismo en la comunidad cristiana proyecto de fraternidad. Y porque el pecado original de algún modo permanece a lo largo de nuestra existencia en este mundo, la vida del cristiano es toda ella bautismal.
Quizás ahora podamos aproximarnos a la fe o experiencia de la Iglesia cuando proclama la Inmaculada Concepción de la Virgen María. Creemos y celebramos que ella es “la pobre del Señor”; la mujer que, viviendo la cercanía benevolente de Dios, fue para los demás; la primera discípula de Jesús el hombre nuevo. Como dice el Vaticano II, la Virgen María “imagen purísima de lo que la misma Iglesia ansía y espera ser”.