"Acerquémonos a los otros, los alejados" ¡Vamos a la otra orilla!
"Ante el mundo moderno en ebullición, la Iglesia en el Vaticano II pasó del anatema y rechazo sin distingos, al reconocimiento y alianza con la humanidad y con todas las realidades entre la que vive"
"El reclamo y la necesidad primera que hoy tiene la Iglesia es vivir la fe cristiana como experiencia del encuentro con Jesucristo. Desde esa experiencia la propuesta del papa Francisco parece lógica y es llamada de gracia para la Iglesia"
Los evangelios no son crónicas de lo ocurrido, sino más bien expresiones de la fe que interpreta el significado de los acontecimiento. Como tratan de transmitir una experiencia, su lenguaje es simbólico. El mismo lenguaje que Jesús empleó en las parábolas. Así hay que leer el evangelio según san Marcos en este domingo. Jesús ha presentado con parábolas la novedad del reino de Dios que ya está llegando; la gente sencilla lo entiende y se alegra; los discípulos se ven satisfechos con el éxito y quieren instalarse allí. Pero Jesús les saca de su tierra: “vamos a la otra orilla “acerquémonos a “los otros”, los alejados, que tienen otra religión o no profesan creencias religiosas. Al entrar en ese nuevo ámbito, la barca pierde seguridad y se tambalea, no puede surcar entre interpretaciones de la vida y formas de vivir diferentes. Sólo cuando despiertan a Jesús que va dormido en la barca, amaña la tempestad y en la confianza es posible la travesía.
Ante el mundo moderno en ebullición, la Iglesia en el Vaticano II pasó del anatema y rechazo sin distingos, al reconocimiento y alianza con la humanidad y con todas las realidades entre la que vive. El Espíritu está presente y activo en la evolución de la historia. El mundo “posee bienes, realiza tareas, expresa pensamientos y artes, merece alabanza”. Fuera del mundo no hay salvación; debemos discernir en los acontecimientos los signos y llamadas del Espíritu. En esta perspectiva se comprende la preocupación del papa Francisco cuando habla de una Iglesia “en salida”, en estado de permanente misión”, que abandone n “la propia comodidad y se atreva a llegar a todas las periferias que necesitan la luz de Evangelio; que todo en laIglesia se convierta en cauce adecuado para la evangelización del mundo actual más que para autopreservación”.
Esta propuesta de reforma da vértigo a una mentalidad instalada por encima o al margen del mundo. La misma reacción negativa dentro de la Iglesia contra la reforma sugerida en el Concilio, hoy la estamos viendo contra la propuesta el papa Francisco. Y es que quizás estemos olvidando la clave decisiva para emprender esa reforma. Según el evangelio, cuando yendo hacia la otra orilla, se levanta la tempestad y amenaza el naufragio, hay que despertar a Jesús, o mejor tenemos que despertar nosotros a la experiencia de Dios que vivió y mantuvo a Jesús. En esa clave procede el papa Francisco: “La intimidad de la Iglesia con Jesús es una intimidad itinerante y la comunión esencialmente se configura como comunión misionera. Esa comunión siempre tiene la dinámica del éxodo y del don, de salir de sí, de caminar y sembrar siempre de nuevo ,siempre más allá. El Señor dice: vayamos a la otra orilla, a predicar también en las poblaciones vecinas porque para eso he venido. Para brindar misericordia, fruto de haber experimentado la infinita misericordia del Padre y su fuerza difusiva”. El reclamo y la necesidad primera que hoy tiene la Iglesia es vivir la fe cristiana como experiencia del encuentro con Jesucristo. Desde esa experiencia la propuesta del papa Francisco parece lógica y es llamada de gracia para la Iglesia.