"Jesús murió porque los seres humanos somos capaces de matar incluso al inocente" Viernes Santo: ¿Se puede celebrar la muerte de Jesús?
"Sí podemos debemos celebrar el amor con que Jesús, apasionado por construir un mundo fraterno, se jugó y entregó la propia vida"
En el Crucificado se revela esa Presencia de amor que da sentido a la vida humana que hará justicia a tantas víctimas de la historia. En la liturgia del Viernes Santo invocamos “¡Oh cruz, nuestra esperanza!”
"Urge intensificar la fe experiencia cristiana que suscita la muerte de Jesús por amor, abriendo camino para una nueva presencia pública de la Iglesia en nuestra sociedad"
"Urge intensificar la fe experiencia cristiana que suscita la muerte de Jesús por amor, abriendo camino para una nueva presencia pública de la Iglesia en nuestra sociedad"
Jesús murió porque los seres humanos somos capaces de matar incluso al inocente. La inquina de Caín contra su hermano es lamentable, no se celebra. Por eso el viernes santo trae un recuerdo de tristeza y soledad porque significa la muerte violenta del justo que una y otra vez ennegrece nuestra historia. Pero sí podemos debemos celebrar el amor con que Jesús, apasionado por construir un mundo fraterno, se jugó y entregó la propia vida.
La muerte de Jesús no fue para aplacar a una divinidad airada por nuestras ofensas y celosa de que, sea como sea, reparemos su honor. Esa divinidad es invento nuestro; nada tiene que ver con el “Abba”, amor gratuito e inabarcable, invocado por Jesús de Nazaret. Nos ama cuando todavía no correspondemos a ese amor.
La muerte de Jesús fue la expresión del amor que es Dios mismo, encarnado en la humanidad. La misma Presencia de amor en que habitó, actuó y proclamó Jesús el Evangelio, estuvo dentro del Crucificado dándole inspiración y fuerza para su entrega libre y por amor. Y eso es lo que celebramos los cristianos el viernes santo: la misericordia entrañable de Dios encarnada en el corazón de la humanidad.
¡Cómo ilumina y consuela esta celebración en un mundo todavía en tinieblas y en sombras de muerte! Una y otra vez retoña ese anhelo de vida, la humanidad no se resigna y se levanta de sus propias cenizas. En el Crucificado se revela esa Presencia de amor que da sentido a la vida humana que hará justicia a tantas víctimas de la historia. En la liturgia del Viernes Santo invocamos “¡Oh cruz, nuestra esperanza!”
En Semana Santa son frecuentes las solemnes procesiones. En el encuentro con Dios todos estamos en camino, y nos somos quienes para juzgar a los demás. ¿qué sabemos de los sentimientos que respira un sufrido costalero bajo unas pesadas andas? Pero, cuando la religión cristiana pierde presencia social pública, no debemos quedar solo con las procesiones tradicionales. Urge intensificar la fe experiencia cristiana que suscita la muerte de Jesús por amor, abriendo camino para una nueva presencia pública de la Iglesia en nuestra sociedad.
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